Poemas 

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Aquí, en la portada, puedes leer los 100 mejores poemas de siempre, según vuestros votos, separados en dos listas: 50 son de autores consagrados, y los otros 50 de usuarios. Tiene mucho mérito aparecer en esta selección, así que si te esfuerzas a lo mejor te puntúan tan bien que sales aquí. ¡No dejes de intentarlo!

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DESPUÉS DE LA LLUVIA

Por las floridas barrancas
Pasó anoche el aguacero
Y amaneció el limonero
Llorando estrellitas blancas.

Andan perdidos cencerros
Entre frescos yerbazales,
Y pasan las invernales
Neblinas, borrando cerros.

Autor del poema: Alfredo Espino

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SIENTO A DIOS QUE CAMINA...

Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos. Orfandad...

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás... tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.

Autor del poema: César Vallejo

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PLAYERA

Filósofo es el mar: se alza y se llena;
y después de estallar en broncos ruidos,
corta su voz, apaga sus latidos,
y se dilata en la extensión serena.

Sabe que hay una ley que lo refrena;
y, sus sueños al ver desvanecidos,
se queja con furiosos alaridos
y como un gladiador rueda en la arena.

Almas que el ansia de luchar obstina:
venid conmigo a la arenosa raya,
y veréis cómo el mar también, se inclina;

que el rendirse ¡ay! cuando el vigor se abruma,
es solamente respetar la playa,
y dejar de ser ola, y ser espuma!...

Autor del poema: José Santos Chocano

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A XXX DEDICÁNDOLE ESTAS POESÍAS

Marchitas ya las juveniles flores,
nublado el sol de la esperanza mía,
hora tras hora cuento y mi agonía
crecen y mi ansiedad y mis dolores.

Sobre terso cristal ricos colores
pinta alegre tal vez mi fantasía,
cuando la triste realidad sombría
mancha el cristal y empaña sus fulgores.

Los ojos vuelvo en su incesante anhelo,
y gira en torno indiferente el mundo,
y en torno gira indiferente el cielo.

A ti las quejas de mi mal profundo,
hermosa sin ventura, yo te envío:
mis versos son tu corazón y el mío.

Autor del poema: José de Espronceda

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LA NOCHE

La noche no desciende de los cielos,
Es marea profunda y tenebrosa
Que sube de los astros: mirad cómo
Aduéñase primero del abismo
Y se retuerce en sus verdosas aguas.
Sube, en seguida, a los rientes valles,
Y cuando ya domina la planicie,
El sol, convulso, brilla todavía
En la torre del alto campanario
Y en la copa del cedro, en la alquería
Y en la cresta del monte solitario.

Es náufraga la luz: terrible y lenta
Surge la sombra: amedrentada sube
La triste claridad a los tejados,
Al árbol, a los picos elevados,
A la montaña enhiesta y a la nube.
Y cuando, al fin, airosa la tiniebla
La arroja de sus límites postreros,
En pedazos, la luz el cielo puebla
De soles, de planetas y luceros.

Y con ella se van la paz amiga,
La dulce confianza, el noble brío
De quien alegre con vigor trabaja;
Y para consolamos, mudo y frío,
Con sus alas de bronce el sueño baja.
Entonces todo tímido se oculta:
En el establo los pesados bueyes,
En el aprisco el balador ganado,
En la cuna pequeña la inocencia,
En su tranquilo hogar el hombre honrado,
Y el recuerdo impasible en la conciencia.

Mil temores informes y confusos
Del hombre y de los brutos se apoderan;
En la orilla del nido, vigilante,
El ave guarda el sueño de su cría
Y esconde la cabeza bajo el ala;
El noble perro con mirada grave
Interroga la sombra y ver procura;
Los caballos, piafando, se encabritan
Y con pavor o sobresalto evitan
Los altos montes y la selva obscura.

Si en la extensa llanada le sorprende
Con su cortejo fúnebre la noche,
El potro joven a su hermano busca
Y en su lomo descansa la cabeza.
Todo tiende a juntarse en esta hora.
Todo en la vasta soledad se hermana,
Hasta que alegre la triunfal diana
En el áureo clarín toca la Aurora.

Autor del poema: Manuel Gutiérrez Nájera

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PACHAMAMA

Lo que cifra y clarece
el mito aymara
fue alta ciencia tan rara
que se esvanece.
¡Un son, un signo,
y aún ausente el espíritu
es fidedigno!

Autor del poema: Franz Tamayo

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LA TRISTEZA DEL INCA

Este era un Inca triste, de soñadora frente,
de ojos siempre dormidos y sonrisa de hiel,
que recorrió su imperio, buscando inútilmente
a una doncella hermosa y enamorada de él.

Por distraer sus penas, el Inca dio en guerrero;
puso a su tropa en marcha y el broquel requirió;
fue sembrando despojos sobre cada sendero
y las nieves más altas con su sangre manchó.

Tal, sus flechas cruzaron inviolables regiones,
en que apenas los ríos se atrevían a entrar;
y tal fue, derramando sus heroicas legiones:
de la selva a los andes de los andes al mar.

Fue gastando las flechas que tenía en su aljaba,
una vez y otra y otra, de región en región,
porque cuando salía victorioso, lograba
levantar la cabeza, pero no el corazón.

Y cansado de tanto levantar la cabeza,
celebró bailes magnos y banquetes sin fin,
pero no logra nada disipar su tristeza,
ni la sangre del choque, ni el licor del festín.

Nada entraba en el fondo de su espíritu oculto:
ni las cándidas ñustas de dinástico rol,
ni los cirios de Quito, consagradas al culto,
ni del Cuzco, tampoco, los vestales del sol.

Fue llamado el más viejo sacerdote; Adivina
este mal que me aqueja y el remedio del mal;
dijo al gran sacerdote, con voz trémula y fina,
aquel joven monarca, displicente y sensual.

- ¡Ay, señor! - dijo el viejo sacerdote -
Tus penas remediarse no pueden; tu pasión es mortal.
La mujer que has ideado tiene añil en las venas
un trigal en los bucles y en la boca un coral.

- ¡Ay, señor! - ciertos días vendrán hombres muy blancos,
Ha de oírse en los bosques el marcial caracol:
cataratas de sangre colmaran los barrancos,
y entrarán otros dioses en el Templo del Sol.

La mujer que has ideado pertenece a tal raza,
vanamente la buscas en tu innúmera grey,
y servirte no pueden oración ni amenaza,
porque tiene otra sangre, otro dios y otro rey

Cuando el rito sagrado le mando optar esposa,
hizo astillas el cetro con vibrante dolor,
y aquel joven monarca se enterró en una fosa
y pensando en la rubia fue muriendo de amor.

Autor del poema: José Santos Chocano

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LA APARICIÓN

Nube fragante y cálida tamiza
el fulgor del palacio de granito,
ónix, pórfido y nácar. Infinito
deleite invade a Herodes. La rojiza

espada fulgurante inmoviliza
hierático el verdugo, y hondo grito
arroja Salomé frente al maldito
espectro que sus miembros paraliza.

Despójase del traje de brocado
y, quedando vestida en un momento,
de oro y perlas, zafiros y rubíes,

huye del Precursor decapitado
que esparce en el marmóreo pavimento
lluvia de sangre en gotas carmesíes.

Autor del poema: Julián del Casal

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VIVIMOS EN UNA TIERRA

Vivimos en una tierra
en que todo se da,
gracias a la providencia,
pero todo se da con acidez.
Estamos condenados a eso.

Autor del poema: Juan Rulfo

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CORRESPONDENCIAS ENTRE AMAR O ABORRECER

Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios, enriquezco.

Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido;
y a padecer de todos modos vengo,

pues ambos atormentan mi sentido:
aqueste con pedir lo que no tengo,
y aquél con no tener lo que le pido.

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