Poemas 

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Aquí, en la portada, puedes leer los 100 mejores poemas de siempre, según vuestros votos, separados en dos listas: 50 son de autores consagrados, y los otros 50 de usuarios. Tiene mucho mérito aparecer en esta selección, así que si te esfuerzas a lo mejor te puntúan tan bien que sales aquí. ¡No dejes de intentarlo!

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 TOP50 Usuarios TOP50 Yavendrás

MUERTE A LO LEJOS

Alguna vez me angustia una certeza,
Y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
Del arrabal final en que tropieza

La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro
Todavía. Lo urgente es el maduro
Fruto. La mano ya lo descorteza.

...Y un día entre los días el más triste
Será. Tenderse deberá la mano
Sin afán. Y acatando el inminente

Poder diré sin lágrimas: embiste,
Justa fatalidad. El muro cano
Va a imponerme su ley, no su accidente.

Autor del poema: Jorge Guillén

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GUITARRA

Habrá un silencio verde
todo hecho de guitarras destrenzadas

La guitarra es un pozo
con viento en vez de agua.

Autor del poema: Gerardo Diego

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NOTA III

andar con las rodillas desnudas
por un campo de vidrios rotos/
andar con el alma desnuda
por un campo de compañeros rotos/

que no los mojará el atardecer
ni el mar que moja a cualquiera/
no sé qué los moja ahora/
por fin quietos/sin miedo

a la muerte/muertos/
por plomo o por cianuro/por
mano propia o ajena/muertos
en todo caso/podridos

bajo tierra en la tierra
que sí los recibió/incendios
que apagó el odio militar/hijitos
empújennos al triunfo.

Autor del poema: Juan Gelmán

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LA IRRACIONAL ALEGRÍA

En la mañana clara, la risa de los dioses
retumba como un trueno.
El toro subterráneo levanta la cabeza
y los árboles tiemblan millonarios de hojas.

Tempestad transparente. ¡Azul! Y de repente
una leve sonrisa femenina, perdida,
condena al silencio los grandes poderes,
y parece que algo dice.
Pero no dice nada.

Autor del poema: Gabriel Celaya

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ELEGÍAS (4)

Piadosos los amantes somos; culto rendimos
a todos los demonios, a todo Dios honramos.
¡Iguales a vosotros, romanos triunfadores!,
que en Roma a todos ellos ofrecisteis albergue;
a los egipcios, templos de nocturno basalto,
de blanco alegre mármol a los dioses de Grecia.
No habrán, pues, de enojarse, si en honor de uno de ellos
quemamos un incienso raramente preciado.
Porque, no lo negamos, a un dios especialmente
cada día dedicamos nuestras preces e incienso.
Gravemente joviales, en secreto oficiamos,
y diz que tal secreto al iniciado cuadra.
Antes de las Erinnias la furia arrostraríamos
antes sufrir querríamos de Jove los rigores
en la rueda y la roca, que del grato servicio
amoroso perder el gustoso entusiasmo;
la diosa que adoramos se llama la Ocasión
y mostrársenos suele con mil varios aspectos.
De Prometeo pudiera la hija ser y de Tetis,
que con astucia varia engañaba a los héroes.
Ella también éngaña al inexperto y sandio,
al dormilón esquiva y al vigilante ayuda,
pero solo se entrega al activo y osado;
con él vuélvese mansa y cariñosa y tierna.
Yo también pude verla; es morena, y copioso
su negro pelo cubre su frente en demasía,
enroscándose en rizos en torno a su garganta,
y en no peinadas ondas junto a sus sendas sienes.
No me paré a pensarlo; cogí a la fugitiva,
y mis besos y abrazos, experta, devolvióme.
¡Qué dichoso sentirme! Pero pasó aquel tiempo,
y de romanos lazos ahora ya libre estoy.

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EN TANTO QUE DE ROSA Y AZUCENA

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto
enciende el corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Autor del poema: Garcilaso de la Vega

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DISCAPACITADO

En su silla de ruedas esperaba la noche,
tembloroso en su obsceno traje gris
cortado por los codos y sin piernas.
Las voces de los chicos, como un himno,
corrían en sus juegos por la tarde
hasta que el sueño fue alejándolos.

La ciudad, a esa hora, solía estar alegre:
florecían las lámparas en los azules árboles
y, en esa tenue luz, las chicas sonreían.
Aquellos viejos tiempos, cuando aún tenía piernas…
Ya nunca sentirá qué fina es la cintura
de una muchacha, ni qué cálida su mano.
Todo el mundo lo toca como un desecho obsceno.

Hace tan sólo un año él era un joven
de rostro aún más joven y más tonto.
Ahora es un anciano. Su espalda no se dobla
y ha perdido su sangre en un lugar lejano,
la ha vertido en los cráteres hasta secar sus venas.
La mitad de su vida la pasó en la carrera
y en el chorro rojizo que brotaba del muslo.

Esa sangre en su pierna, al ser llevado a hombros
después de un buen partido, le gustó en una época.
Un día, tras el fútbol, bebiéndose una pinta,
se decidió a alistarse. Aún no sabe por qué.
Creyó que en kilt parecería un dios.
También lo hizo quizá por complacer
a su chica, eso es, a las muchachas.
Por eso se alistó. No tuvo que insistir
con su mentira: «Diecinueve», escribieron.

No pensó en alemanes ni en austríacos,
le daba igual su culpa. Aún no tenía
miedo al miedo: pensó en las ricas joyas
de las empuñaduras de una daga,
en el marcial saludo, el cuidad de un rifle,
los permisos, las pagas, los ingenuos reclutas.
Lo llamaron a filas con tambores y vítores.

Algunos celebraron su regreso,
pero no con el gozo con que se canta un gol.
Uno le dio las gracias, le preguntó por su alma.

Ahora pasará seis años de hospitales,
hará cuanto las normas establecen
y aceptará la compasión que toque en suerte.
Hoy ha advertido cómo los ojos de las chicas
lo abandonaban por los hombres completos.
Es tarde y hace frío. ¿Por qué tardan
en venir a acostarle? ¿Por qué tardan?

Autor del poema: Wilfred Owen

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NO HA LUGAR

Arte de los días arte de las noches
La balanza de las heridas que se llama Perdona
Balanza roja y sensible al peso de un vuelo de pájaro
Cuando las amazonas de cuello de nieve con las manos vacías
Empujan sus carros de vapor sobre los prados
Veo esa balanza sin cesar enloquecida
Veo el ibis de bellos modales
Que regresa del estanque atado en mi corazón
Las ruedas del sueño encantan a los espléndidos carriles
Que se elevan altísimos sobre las conchas de sus vestidos
Y el asombro salta de aquí para allá sobre el mar
Ve mi querida aurora no olvides nada de mi vida
Toma estas rosas que trepan en el pozo de los espejos
Toma los latidos de todas las pestañas
Toma hasta los hilos que sostienen los pasos de las marionetas
y de las gotas de agua
Arte de los días arte de las noches
Estoy en la ventana muy lejos de una ciudad llena de terror
Fuera unos hombres con sombrero de copa se persiguen a
intervalos regulares
Semejantes a las lluvias que amaba
Cuando hacía tan buen tiempo
«La ira de Dios» es el nombre de un cabaret al que entré ayer
Está escrito sobre la portada blanca con letras más pálidas
Pero las mujeres-marineros que se deslizan detrás de los cristales
Son demasiado hermosas para tener miedo
Aquí nunca el cuerpo siempre el asesinato sin pruebas
Nunca el cielo siempre el silencio
Nunca La libertad sino por la libertad

Autor del poema: André Breton

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PULSO DE AMOR

Iba convaleciente
de una herida de amor en el costado;
iba casi inconsciente
cuando te vi a mi lado
y hasta el pulso por ti se me ha parado...

Buscaba mi cintura
un brazo que de noche la ciñera,
ansiaba con locura,
un labio que se uniera
a mi boca cansada por la espera...

Buscaba un hombro amigo
en donde reposar la madrugada
y un tibio olor a trigo,
una mano apretada
y el divino calor de una mirada.

Estaba tan vacía,
tan harta de soñar y tan sin sueño,
tan lejana y tan fría,
tan libre y tan sin dueño,
que tan sólo morir era mi empeño...

Por lo cual, asombrada,
me quedé contemplando al mediodía
tu figura delgada,
tu süave armonía
y tu casi perfecta geometría.

Alegres nos miramos
en la tarde morada de violetas
y después caminamos
por plazas recoletas
salpicadas de rejas y macetas.

Y de noche temblando,
perdida entre la niebla de tu viento,
me bebí suspirando
la menta de tu aliento,
en un beso apretado, dulce y lento...

¡Qué espesa la saliva!...
¡Qué lejano el rüido de la calle!...
Y el labio como iba
-mariposa en el valle
de la espalda- ... buscando el fino talle...

Se desbocó en mi frente
el pulso como un perro malherido
y paralelamente,
te sentí, en un gemido,
doblarte en mi garganta sin rüido.

Y después... la almohada,
pesarosa del rizo y la postura
y la sábana helada,
-mortaja de blancura-
plisándose sin voz a mi cintura.

Autor del poema: Rafael de León

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LA POESÍA

No hay ningún paso,
ni atraviesa nadie
los dinteles de luz y de colores,
cuando la rosa se abre,
porque invisibles son los paraísos
donde invisibles aves
los cantos melodiosos del silencio
a oscuras dan al aire,
más allá de la flor, adonde nunca
alma vestida puede presentarse,
donde se rinde el cuerpo a la belleza
en un vacío entrañable.

Autor del poema: Manuel Altolaguirre

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