50 Poemas contemporáneos
TÚ YA ME ENTIENDES
Las veces que no quiero formar parte de mí.
Las veces en que todo lo que piensas te engaña.
Las veces que te das por desaparecida.
Las veces que sería cualquiera menos yo.
Las veces en que muerdo la mano que me cura.
Las veces que seguirte es andar sobre el hielo.
Las veces que tu nombre da vueltas en mi anillo
como un tigre enjaulado.
Las veces que no somos quienes tú y yo creemos.
Las veces que el orgullo nos tiende una emboscada.
Las veces que brindamos para romper las copas.
Las veces en que acaba el cuento y gana el lobo.
Las veces en que hay sombras que te hablan al oído.
Las veces en que somos dos francotiradores.
Las veces que el dolor es lo que dijo Shakespeare:
la piedra en que se afila la venganza.
Las veces que preguntas de qué lado se esconde
lo que te hizo construir el muro.
Las veces en que olvido que tú serías única
si no fuera porque lo somos todos.
Tú ya me entiendes: sabes que esta guerra es mentira,
que no habrá derrotados,
que nadie va a caer:
sólo quiero vencerte
y después compartir mi victoria contigo.
POEMA PARA EL MIÉRCOLES ESCRITO UN JUEVES
Perdona el retraso.
Podría decir que fue el cansancio,
el tráfico implacable de esta ciudad herida,
la prisa sin alma,
trenes descarrilándose,
tuberías que estallan empapando la cocina.
Podría decir,
que me raptaron los espectros,
que tuve una reunión repleta de cifras y calendarios,
que la fiebre me atrapó rehén de las almohadas,
que todo fueron maldiciones y suspiros.
Perdona mi ausencia,
pero lo cierto,
siendo miércoles y casi primavera,
es que me quedé siguiendo el vuelo de una libélula entre los juncos,
brindando con viejos amigos
con los que recordé qué era vivir,
que durante un instante amaneció en el sofá del salón,
-ya eran las siete de la tarde-
y la espuma de otras playas llegó hasta la alfombra
y, como te dolía la cabeza,
te busqué un ibuprofeno,
y las alas de un colibrí para tu espalda,
mis manos abrazando tu raíz
y tú descalza llorando jazmines y escarcha.
Perdona que faltara a la cita,
pero tuve que abrir
todos los tarros de cristal
para liberar a las luciérnagas,
tuve también que abrirte la puerta,
porque bajabas por la escalera
cargada de maletas y soledades
Discúlpame,
pero lo cierto,
es que estuve cantando,
grabando una nueva melodía
en el leve surco de nuestras vidas,
que giraban lentas
como el disco en el que suenan
los árboles combados por el viento,
la vieja cafetera y los arroyos.
Perdóname,
podría decir:
“este invierno viste mi sombra
y apenas tengo tiempo para despedirme”.
Pero lo cierto
es que este día
largo e intenso,
trabajé,
reí con amigos,
amé
con toda la fuerza
de mi naturaleza apasionada,
y aunque te eché de menos
y el frío de Madrid me trajo tu nombre
supe que mañana estarías a mi lado
y que entonces,
repleto de luz y de razones,
sabrías perdonarme.
LA SIRENITA
Para Alicia, que dejó el mar y se vino a vivir a mi bañera.
Con tus cinco guapísimas hermanas
y tu abuela y tu padre eras feliz
en el fondo del mar, donde la vida
hierve bajo el conjuro silencioso
que urde la vara mágica del agua.
Pero ser feliz cansa, y aun abruma,
como cansa y abruma la familia,
de manera que un día decidiste
romper con tu pasado y buscar novio
entre los hombres de la superficie.
Por si eso fuera poco, alguien te dijo
que si te enamorabas de un humano
serías inmortal, lo que sonaba
bien, aunque no acabases de creértelo.
El caso es que una bruja te dio piernas
(y alguna cosa más que ahora me callo),
y, satisfecha con tu nuevo cuerpo,
pusiste rumbo a tierra. Era en agosto,
y a nadie le extrañó verte en la playa,
desnuda y sonriente, con tus piernas
recién inauguradas, vacilantes
aún, pero tan largas y perfectas
como las de la diosa del amor
en el lienzo de Sandro Botticelli.
Yo estaba por allí, matando el tiempo,
tomando el sol quizá, disimulando
el horror que la gente me inspiraba
detrás de una expresión dulce y afable,
cuando tú aniquilaste mi tristeza
con solo aparecer ante mi vista,
y supe que la gloria del deseo
se instalaba en mi alma para siempre.
Y a ti te pasó igual (lo que es más raro,
teniendo en cuenta que yo no era príncipe
y me sobraban unos cuantos kilos),
y empezó nuestra historia de amor loco,
que hoy continúa viva, tantos años
después, y que mañana estará viva
y siempre vivirá, porque está hecha
de la misma materia incombustible
con que se hacen los mitos y los sueños.
PARPADEO
Pedro Salinas
dice en un poema
que no quiere dejar de sentir
el dolor de la ausencia
de la mujer a la que ama
porque eso es lo único
que le queda de ella:
el dolor.
No recuerdo sus palabras exactas.
Él lo dice mejor que yo.
Eran otros tiempos.
Salinas está muerto.
La mujer a la que amaba también.
Pronto lo estaremos todos.
La vida es un mero parpadeo.
Abre los ojos
y ciérralos
PASAJERA
En el gran ventanal del aeropuerto
un alba de luz blanca entre la niebla
se alza ante la muchacha con un libro
que nunca alcanzará a poder leer.
Mi juventud está también ahí,
en esas páginas de papel biblia
del grueso tomo encuadernado en pie
de los rusos del siglo diecinueve.
Natashas y Nastenkas, silenciosas
amigas de las cuales aprendí
a buscar las pequeñas esperanzas
como si fuesen conchas en la orilla:
todavía imagino que esperáis
a que llegue en la nieve y la ventisca
una abrigada sombra del amor.
También la chica inmóvil en la silla
de ruedas sabe que no llegaré.
Levanta la mirada hacia nostálgico:
fuselajes de aviones que descansan
como gaviotas en un mar helado.
Acoged a mi hija, amigas mías,
pues yo no tengo rostro para ella:
mi rostro ya no es más que un ventanal
de aeropuerto con luz de noches blancas.
DEPRESIÓN
Deja que suene,
eso que late no es una canción
pero necesito que sigas bailando.
Es tic tac,
pero no es reloj.
Es timón,
es acantilado,
es billete directo al pasado.
Con razón
el corazón
suena a muro taladrado.
Creo que a estas alturas,
he de ser honesta conmigo
y reconocer
que la primera vez que dudé de lo que estaba sintiendo
fue cuando pensé al mirarte:
no te vayas,
o al menos no lo hagas,
todavía.
Qué manera más extraña
de decir “te quiero”
tenemos
aquellos que venimos
lamiéndonos
agotados
las heridas.
A LOS ESTUDIANTES DE LUCHA
Hoy he sido estudiante gritando en la calle
señalando al rey desnudo,
marcando con claveles los pasajes
del libro que te nombra,
la voz a ti debida, corazón coraza.
Hoy he sido estudiante, huérfano y perdido,
arañando la acera si arrastraba
mi cuerpo este levante
que trae esta crisis negra,
tan larga, tan sin ti,
tan azucena sin estambre ni futuro.
Radical, brizna de hierba
que vuela como en el haiku último
del pastor que ha perdido sus ovejas.
Eso he sido: tu grito, tu verdad,
tu puño sin arena que se escape
hacia la tarde.
Y ahora nos vamos, porque somos del camino,
y aunque el otoño marque las horas
con mi tos de insomnio e ibuprofeno
sigo al tanto de tus pasos de gacela
y reservo asiento en el teatro de tu vida,
sabiendo que aunque nos faltan ensayos,
me veré jurándote regreso,
acto 3, escena primera,
la noche de un verano
que aún me espera.
Vuelvo enseguida,
soy el perro, ya lo sabes,
que ladra a los niños que nadan en lo hondo,
el ladrón de la colcha en los inviernos,
el verso en un email, la luz añil
de un viejo iceberg a la deriva.
Vuelvo a ti,
mi oráculo de Delfos,
mi hoguera de San Juan,
mi última parada de un metro que no cierra,
sirena sin mentira ni mal acantilado
que rompa las maderas de mi barco.
Hoy regresé a ti
y fuimos estudiantes,
la vida es tan verdad
como tus manos
curando mi tos gris,
el ala rota de mi sueño,
tanto fracaso.
Tu semilla
Cuando entre tragos de ron y de ginebra
Y entre mentiras, engaños y cuartadas
Descubrí, poco a poco, una vida ajena que desconocía
Pues tras tu triste honestidad, residían diez millones de mentiras
Y ese engaño dolió como nunca
porqué ilusa yo había creído conocerte
pero dolió más la verdad que las heridas
porqué significaba que nunca pude comprenderte
Me viste, me sentiste, creíste comprenderme y explicaste
Tus mil engaños, tus infinitas aventuras.
Que sobre mi cama, que bajo mi techo
Noche tras noche, acontecían.
Las miles de damas que encontraste
De las que bajo mi mismo techo te adueñaste
Y del millón de "grandiosas" semillas
Que en huertos ajenos al mío plantaste
Y tus confesiones, fueron nuevas.
Tus promesas, carecían de valores
Tus excusas, eran simples.
Y tus disculpas, estaban vacías
y aún así me viste, me sentiste, me miraste y me exigiste
Callar y perdonar, pues yo también te habia hecho mal
Y me disculpé, pues creo culpa mía fue intentar
En esta tierra infertil, tu triste semilla cultivar.
EL BAR DE SIEMPRE
Ocurre pocas veces,
apenas en la noche del eco tormentoso
o en el amanecer de luz dañada
como en la oscuridad
y más nocturna.
El humo de mis huellas
se apodera del tiempo, de mi tiempo
envuelve las arañas melancólicas
de los ojos cansados,
sube por las paredes de un sueño mal vivido,
y se llena de voces,
de sillas descoladas y melodías sucias
igual que ceniceros,
igual que un pasadizo
a medio consumir,
hasta que mi conciencia
consigue recordarme
un invierno de nubes primitivas,
como si fuera el bar de siempre.
Por detrás de la barra,
los camareros juegan a las sombras.
De todos los lugares del pasado
la memoria prefiere,
en ese amanecer o en esa noche,
el rincón donde viven
los antiguos, inútiles futuros,
y me levanto de la mesa
de los buenos amigos
para abrazarme a lo que ya no existe,
para darle la mano a los remordimientos,
para cruzar por las conversaciones
donde se habla de mí,
de la parte más negra del infierno que soy,
de las mentiras de mi nombre,
de mi violencia
y mis asesinatos.
Cuando llego a la barra,
después de haber surgido del recuerdo
como puede surgir una serpiente
por la historia vacía de su piel,
alguien cambia de música,
una canción de amor,
y la mujer que sabe de la niebla
me descubre las turbias hazañas de mi vida,
sin esfuerzo ninguno
para ser convincente.
Pero no le hace falta. Igual que a los demás,
ha venido a creérmela,
y le digo que sí, que estaba yo también
en el lugar del crimen, de mi crimen,
justo detrás de ella.
Pude ver con mis ojos
las heridas firmadas por mi mano.
Ocurre pocas veces.
Son ojos más nocturnos que la noche.
La verdad es que suelo
abrir las ventanas
para que corra el aire,
y persigo la luz, cuando ella puede
tener de hospitalario,
y más que mis certezas
valoro un contrapunto de nostalgia,
esa debilidad del corazón
que confía en nosotros
Una rosa debajo de la almohada.
CANCIÓN AMARGA
En la cara lleva
tres años perdidos
y el frío de las seis de la mañana.
Van a partirte el corazón.
De pronto
la luz apagada,
los pasillos turbios,
la puerta que clava su ruido en la espalda.
Van a partirle el corazón.
Y arrastra
una cadena oscura
de pasiones heladas,
ese frío que cabe solamente
detrás de una palabra.
Y yo la veo caminar,
despacio,
perderse en lo que anda,
fugitiva tristeza que va y viene
de la sombra a la puerta de mi casa.
La luz artificial deja en la calle
el temblor silencioso
de tres barcas ancladas.
cuando ella cruza por mi lado siento
como un golpe de remos
y un murmullo de agua.
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