Poemas 

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Aquí, en la portada, puedes leer los 100 mejores poemas de siempre, según vuestros votos, separados en dos listas: 50 son de autores consagrados, y los otros 50 de usuarios. Tiene mucho mérito aparecer en esta selección, así que si te esfuerzas a lo mejor te puntúan tan bien que sales aquí. ¡No dejes de intentarlo!

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 TOP50 Usuarios TOP50 Yavendrás

CANTO PRIMERO

Potranca de los montes,
tú debes ser feliz junto a la hierba,
en medio de las ranas y el estiércol,
sin esta geometría de las calles,
sin estos omnibuses,
sin estos perros cultos,
sin falsas teorías de la vida,
llegando hasta el amor sin desnudarte.

Autor del poema: Violeta Luna

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UN DÍA

Andas por esos mundos como yo; no me digas
que no existes, existes, nos hemos de encontrar;
no nos conoceremos, disfrazados y torpes
por los caminos echaremos a andar.

No nos conoceremos, distantes uno de otro
sentirás mis suspiros y te oiré suspirar.
¿Dónde estará la boca, la boca que suspira?
Diremos, el camino volviendo a desandar.

Quizá nos encontremos frente a frente algún día,
quizá nuestros disfraces nos logremos quitar.
Y ahora me pregunto... cuando ocurra, si ocurre,
¿sabré yo de suspiros, sabrás tú suspirar?

Autor del poema: Alfonsina Storni

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JARDÍN

Los árboles cambian
el color de los vestidos
Las rosas volarán
de sus ramas
Un niño echa el agua de su mirada
y en un rincón
LA LUNA CRECERÁ COMO UNA PLANTA

Autor del poema: Carlos Oquendo de Amat

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¿A UN DÍA DE VERANO COMPARARTE? (Fragmento)

Vivirás mientras alguien vea y sienta
y esto pueda vivir y te dé vida.

Autor del poema: William Shakespeare

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LA LUNA Y LA ROSA

En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
y el aroma de la noche
le henchía ¡sedienta boca!
el paladar del espíritu,
que adurmiendo su congoja
se abría al cielo nocturno
de Dios y su Madre toda…
Toda cabellos tranquilos,
la Luna, tranquila y sola,
acariciaba a la Tierra
con sus cabellos de rosa
silvestre, blanca, escondida…
La Tierra, desde sus rocas,
exhalaba sus entrañas
fundidas de amor, su aroma…
Entre las zarzas, su nido,
era otra luna la rosa,
toda cabellos cuajados
en la cuna, su corola;
las cabelleras mejidas
de la Luna y de la rosa
y en el crisol de la noche
fundidas en una sola…
En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
mientras la rosa se daba
a la Luna, quieta y sola.

Autor del poema: Miguel de Unamuno

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ENTRADA

Quienquiera que tú seas: al atardecer sal
de tu cuarto, en el cual lo sabes todo;
ante la lejanía está tu casa
como el final: quienquiera que tú seas.
Como tus ojos que apenas, fatigados,
del consumido umbral pueden librarse,
levantas muy despacio un árbol negro
poniéndolo ante el cielo: esbelto, solo.
Y has hecho el mundo. Y es grande, y es como
una palabra que aun en silencio madura.
Y según tu querer comprende su sentido
se desasen tus ojos tiernamente…

Autor del poema: Rainer Maria Rilke

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NO ME GUSTAN

No me gustan las personas que se ocultan detrás de su cara.
Sobre alfombras de relojes corren guiados por un perro ciego.
Quiero saberlo todo, crear sin cesar, vivir en paz.
Quiero perder el nombre, la edad, las definiciones.
Quiero que mi piel sea multicolor y mis palabras balazos de azúcar.
Quiero ser invisible, para que mi sombra cese de sufrir.
No me gustan las personas que se ocultan detrás de su cara.

Autor del poema: Alejandro Jodorowsky

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MUELLE DE ENORMES LLAMAS

Navíos que viajan al sol,
música de tambores,
sales desencajadas,
niños desnudos,
marineros que descargan plátanos.
Ciudad de corazón de árbol, humedades
temblorosas, juncos que danzan.
La luz golpea mendigos,
divide el mundo en dos memorias.
Mi frente se hunde en la cesta del mediodía.
Soy latido, sonrisa, adoración.

Autor del poema: Rafael Cadenas

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LIBERTAD

él tomó vino toda la noche, aquel 28,
y seguía pensando en ella;
la manera en que caminaba y hablaba y amaba
la manera en que le dijo cosas que le parecían verdad,
pero no lo eran, y él conocía el color
de cada uno de sus vestidos,
y sus zapatos, él conocía la parada y la curva de cada tacón,
tan bien como las piernas a las que le daban forma.

Y ella había salido otra vez cuando el llegó a casa, y
volvería con ese especial hedor, otra vez
y así fue.

Ella llegó como a las tres de la mañana
inmunda como un cerdo comemierda,
y el agarró el cuchillo de carnicero
y ella gritó,
retrocediendo contra la pared de la pensión
todavía bella de algún modo,
a pesar de que el amor se esfumaba.

Ese vestido amarillo,
su favorito,
y ella gritó de nuevo.

Y él agarró el cuchillo
se desabrochó el cinto,
se arrancó la ropa delante de ella,
y se cortó las bolas.

Y las tuvo entre sus manos,
como nueces
y las dejó caer en el inodoro
y tiró la cadena.
y ella seguía gritando,
mientras la habitación se ponía roja

OH DIOS!
QUÉ HAS HECHO?

Y el se sentó ahí,
sosteniendo tres toallas entre las piernas
no importándole ya si ella se iba o se quedaba
si se vestía de amarillo o de verde
ni ninguna otra cosa.

Y mientras con una mano sostenía las toallas,
levantó la otra y se sirvió otro vino.

Autor del poema: Charles Bukowski

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NOCHE DE DICIEMBRE

Noche como esta, y contemplada a solas
no la puede sufrir mi corazón:
da un dolor de hermosura irresistible,
un miedo profundísimo de Dios.

Ven a partir conmigo lo que siento,
esto que abrumador desborda de mi;
ven a nacerme finito lo infinito
y a encarnar el angélico festín.

¡Mira ese cielo!… es demasiado cielo
para el ojo de insecto de un mortal,
refléjame en tus ojos un fragmento
que yo alcance a medir y a sondear.

Un cielo que responda a mi delirio
sin hacerme sentir mi pequeñez:
un cielo mío que me esté mirando
y que tan sólo a mi mirando esté.

Esas estrellas… ¡Ay, brillan tan lejos!
Con tus pupilas tráemelas aquí
donde yo pueda en mi avidez tocarlas
y apurar su seráfico elixir.

Hay un silencio en esta inmensa noche
que no es silencio, es místico disfraz
de un concierto inmortal. Por escucharlo,
mudo como la muerte el orbe está.

Déjame oírlo, enamorada mía
Al través de tu ardiente corazón:
sólo el amor transporta a nuestro mundo
las notas de la música de Dios.

Él es la clave de la ciencia eterna,
la invisible cadena creatriz
que une al hombre con Dios y con sus obras
y Adán a Cristo, y el principio al fin.

De aquel hervor de luz está manando
el rocío del alma. Ebrio de amor
y de delicia tiembla el firmamento,
inunda el creador la creación.

¡Si, el creador! Cuya grandeza misma
es la que nos impide verlo aquí,
pero que, como atmósfera de gracia
se hace entretanto por doquier sentir…

Autor del poema: Rafael Pombo

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