Poemas 

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LA MUERTE DE LA ROSA

Murió de mal aroma.
Rosa idéntica, exacta.
Subsistió a su belleza,
Sucumbió a su fragancia.
No tuvo nombre: acaso
la llamarían Rosaura,
O Rosa-fina, o Rosa
del amor, o Rosalba;
o simplemente Rosa,
como la nombra el agua.
Más le hubiera valido
ser siempreviva, Dalia,
pensamiento con luna
como un ramo de acacia.

Pero ella será eterna:
fue rosa; y eso basta;

Dios la guarde en su reino
a la diestra del alba.

Autor del poema: Gabriel García Márquez

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NADA ES MÍO

¿Me preguntas, ¡oh, Rosa!, cómo escribo?
¿De qué manera, con menudas hojas,
cintas de seda y pétalos de flores,
voy construyendo estancia por estancia?
Yo mismo no lo sé! Como la tuya
es, Rosa de los cielos, mi ignorancia.

Yo no escribo mis versos, no los creo;
viven dentro de mí; vienen de fuera:
a ese, travieso, lo formó el deseo;
a aquel, lleno de luz, la Primavera!

A veces en mis cantos colabora
una rubia magnífica: la aurora!
Hago un verso y lo plagio sin sentirlo
de algún poeta inédito, del mirlo,
del parlanchín gorrión o de la abeja
que, silbando a las bellas mariposas,
se embriaga en la taberna de las rosas.
Los versos que más amo, los que expresan
mis ansias y mis íntimos cariños,
esos versos que lloran y que besan,
¿sabes tú lo que son? Risas de niños.

Otras veces me ayudan las estrellas
y sus rayos de luz trazan en mi alma
líneas celestes y figuras de oro.
Aquel soneto a Dios, es del Boyero;
de Sirio deslumbrante, esa cuarteta,
y ese canto a la rubia que yo quiero
fue escrito por la cauda del cometa.

Yo escucho nada más, y dejo abiertas
de mi curioso espíritu las puertas.
Los versos entran sin pedir permiso;
mi espíritu es su casa: Dios los manda
con cédula formal del Paraíso
para que aloje a la traviesa banda.
Algunos a mis castas ilusiones
escandalizan con su alegre charla:
esos son los soldados, los dragones,
los que traen en su clámide sombría
«húmeda noche tras caliente día».
Otros de aquellos huéspedes pequeños
se detienen muy poco: los risueños,
cantan, mis penas con su voz consuelan,
sacuden las alitas y se vuelan.

Los tristes… ¡esos sí que son constantes!
Alguno como lúgubre corneja
posada en la cornisa de la torre,
mientras la noche silenciosa corre,
hace ya mucho tiempo que se queja!

No soy poeta: ¡ya lo ves! En vano
halagas con tal título mi oído,
¡que no es zenzontle o ruiseñor el nido
ni tenor o barítono el piano!

Autor del poema: Manuel Gutiérrez Nájera

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EPIGRAMAS (CLAUDIA)

1. Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica.
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.


2. De estos cines, Claudia, de estas fiestas,
de estas carreras de caballos,
no quedará nada para la posteridad
sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia
(si acaso)
y el nombre de Claudia que yo puse en esos versos
y los de mis rivales, si es que yo decido rescatarlos
del olvido, y los incluyo también en mis versos
para ridiculizarlos.


3. Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.


4. Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.


5. Me contaron que estabas enamorada de otro
y entonces me fui a mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno
por el que estoy preso.


6. Yo he repartido papeletas clandestinas,
gritando: ¡VIVA LA LIBERTAD! en plena calle
desafiando a los guardias armados.
Yo participé en la rebelión de abril:
pero palidezco cuando paso por tu casa
y tu sola mirada me hace temblar.


7. Epitafio para la tumba de Adolfo Báez Bone

Te mataron y no
nos dijeron donde
enterraron su cuerpo,

Pero desde entonces
todo el territorio
es tu sepulcro

o más bien;
en cada palmo
de territorio nacional
en que

no está tu cuerpo
tú resucitaste

Creyeron que te
mataban con una orden
de ¡fuego!

Creyeron que te
enterraban

Y lo que hacían
era enterrar una semilla.


8. ¡Mi gatita tierna
mi gatita tierna!

¡como estremecen
a mi gatita tierna

mis caricias en su cara
y su cuello

Y vuestros asesinatos
y torturas!


9. ¿Has oído
gritar de noche
al oso-caballo

oo-oo-oo-oo

o al coyote
solo en la noche
de luna

uuuuuuuuuuuuuú?

pues eso mismo
son estos versos.


10. Cuídate, Claudia,
cuando estés conmigo,

porque el gesto más leve,
cualquier palabra, un suspiro

de Claudia,
el menor descuido,

tal vez un día
lo examinen eruditos

Y este baile de Claudia
se recuerde por siglos

Claudia, ya te lo aviso.


11. ¡Mi pelo largo!
¡Mi pelo largo!

Querías tu
muchacha con
el pelo largo

Yo lo tengo abajo
de los hombros

Crees que esta esquina
de la vendedora de guayabas

donde voz me encontraste
con terror y con júbilo

(aunque sólo demostraste
palidez y silencio)

la borrarán
los Ángeles,
les champs-elysees?


12. Ella fue vendida
a Kelly & Martínez
Cía Ltda.,

y muchos le enviarán
regalos de plata

Y otros le enviarán
regalos de electroplata,

y su antiguo enamorado
le envía este epigrama.


13. Tomarse con los brazos el uno al otro,
dándose cada uno a los brazos del otro.
Qué diferente sentirte dentro de uno
que sentirse uno solo dentro de uno
es decir, vacío.
¿Será que es soledad tu abrazo
y tus besos sólo sed?
Me parece oírte que de mí no te sacias nunca.
Yo que fui antes buen catador de amarguras.

Autor del poema: Ernesto Cardenal

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LA GENTE DICE COSAS

La gente dice cosas
con la intención de rasgarte por la mitad
pero tú tienes el poder de no
convertir sus palabras en un cuchillo
y cortarte.

Autor del poema: Rupi Kaur

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CUENTAS DE MÁRMOL

Yo, la estatua de mármol con cabeza de fuego,
apagando mis sienes en frío y blanco ruego...
Engarzad en un gesto de palmera o de astro
vuestro cuerpo, esa hipnótica alhaja de alabastro,
tallada a besos puros y bruñida en la edad;
sereno, tal habiendo la luna por coraza;
blanco, más que si fuerais la espuma de la Raza,
y desde el tabernáculo de vuestra castidad,
elevad a mí los lises hondos de vuestra alma;
mi sombra besará vuestro manto de calma,
que creciendo, creciendo, me envolverá con vos.
Luego será mi carne en la vuestra perdida...
luego será mi alma en la vuestra diluida...
luego será la gloria... y seremos un dios!

—Amor de blanco y frío,
amor de estatuas, lirios, astros, dioses...
¡Tú me los des, Dios mío!

Autor del poema: Delmira Agustini

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LA OPINIÓN

¡Pobre Carolina mía,
nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar:
Un clérigo: ¡Empiece el canto!
El doctor: ¡Cesó de sufrir!
El padre: ¡Me ahoga el llanto!
La madre: ¡Quiero morir!
Un muchacho: ¡Qué adornada!
Un joven: ¡Era muy bella!
Una moza: ¡Desgraciada!
Una vieja: ¡Feliz ella!
¡Duerme en paz! -dicen los buenos-.
Un filósofo: ¡Uno menos!
Un poeta: ¡Un ángel más!

Autor del poema: Ramón de Campoamor

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VIVE LA VIDA

Vive la vida. Vívela en la calle
y en el silencio de tu biblioteca.
Vívela en los demás, que son las únicas
pistas que tienes para conocerte.
Vive la vida en esos barrios pobres
hechos para la droga o el desahucio
y en los grises palacios de los ricos.
Vive la vida con sus alegrías
incomprensibles, con sus decepciones
(casi siempre excesivas), con su vértigo.
Vívela en madrugadas infelices
o en mañanas gloriosas, a caballo
por ciudades en ruinas o por selvas
contaminadas o por paraísos,
sin mirar hacia atrás.
Vive la vida.

Autor del poema: Luis Alberto de Cuenca

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A VECES CRUZA MI PECHO DORMIDO

A veces cruza mi pecho dormido
una alada magnolia gimiendo,
con su aroma lascivo, una campana
tocando a fuego, a besos,
una soga llanera
que enlaza una cintura
una roja invasión de hormigas blancas,
una venada oteando el paraíso
jadeante, alzado el cuello
hacia el éxtasis,
una falda de cámbulos
un barco que da tumbos
por ebrio mar de noche y de cabellos,
un suspiro, un pañuelo que delira
bordado con diez letras
y el laurel de la sangre,
un desbocado vendaval, un cielo
que ruge como un tigre,
el puñal de la estrella fugaz
que sólo dos desde un balcón han visto,
un sorbo delirante de vino besador
una piedra de otro planeta silbando
como la leña verde cuando arde,
un penetrante río que busca locamente
su desenlace o desembocadura
donde nada la Bella Nadadora,
un raudal de manzana y roja miel
el arañazo de la ortiga más dulce
la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,
tejiendo su delirio,
un clarín victorioso levantado hacia el alba
la doble alondra del color del maíz
volando sobre un celeste infierno
y veo, dormido, un precipicio súbito
y volar o morir...

A veces cruza mi pecho dormido
una persona o viento,
un enjambre o relámpago,
un súbito galope:
es el amor que pasa en la grupa de un potro
y se hunde en el tiempo hacia el mar.

Autor del poema: Eduardo Carranza

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SUEÑO DE ENERO

Y soñé que el tejado se llenaba
de ángeles músicos.
Y soñé que subía por la Montaña
de la Maravilla.
Y soñé que llegaba a una ciudad dormida
entre hermosas palabras de amor.
Y soñé que dormía bajo un árbol
coronado de trinos y rocío.
Soñé que iba a caballo
con la espada desnuda del espíritu
y nacían en mi espalda dos alas llameantes.
Soñé que una persona me miraba y era
como tener el cielo estrellado en la palma de la mano.
Soñé que alguien, como en la leyenda
de San Julián Hospitalario, musitaba en mi oído:
Hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Y soñé que volvía a ver con ojos puros
de niño-niño los ríos que atraviesan mis sueños.
Y soñé —cosa extraña— que era el Embajador
no sé si ante la reina Nefertiti
o ante la Primavera de Sandro Botticelli.
Soñé que despertaba.
Era primero de enero del año 1974.
Y no veía ni oía el Paraíso.

Autor del poema: Eduardo Carranza

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OJOS QUE VI CON LÁGRIMAS

Ojos que vi con lágrimas la última vez
a través de la separación
aquí en el otro reino de la muerte
la dorada visión reaparece
veo los ojos pero no las lágrimas
esta es mi aflicción.

Esta es mi aflicción:
ojos que no volveré a ver
ojos de decisión
ojos que no veré a no ser
a la puerta del otro reino de la muerte
donde, como en éste
los ojos perduran un poco de tiempo
un poco de tiempo duran más que las lágrimas
y nos miran con burla.

Autor del poema: T.S. Eliot

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