Poemas
Aquí, en la portada, puedes leer los 100 mejores poemas de siempre, según vuestros votos, separados en dos listas: 50 son de autores consagrados, y los otros 50 de usuarios. Tiene mucho mérito aparecer en esta selección, así que si te esfuerzas a lo mejor te puntúan tan bien que sales aquí. ¡No dejes de intentarlo!
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ME GUSTAS MÁS EN LAS NOCHES
Me gustas más en las noches,
cuando estamos los dos en
la misma almohada,
bajo las sábanas,
en la oscuridad.
A BLANCA
¡Tu belleza mirífica no asoma
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que llega del jardín cual un aroma,
pero cual un aroma que cantara!
¡Endulzas con tu acento un mar de acíbar
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que viene de un amor, cual un almíbar,
pero cual un almíbar que cantara!
YO LLORO
Yo lloro, sabes,
lloro a veces por tu amor.
Y beso pedacito a pedazo
cada parte de tu cara
y nunca acabo de quererte.
ELEGÍA A LA MUERTE DE UN PERRO
La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.
Sus ojos mansos
no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.
Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?
¡El otro mundo!
¡Otro... otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran...
¡el otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?
Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lengua de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?
¡El otro mundo!
¡Otro... otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir los ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria!
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!...
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
¿Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios, porque te has muerto?
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿Adónde vamos, mi amo?
¿Adónde vamos?
El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!
Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adónde vamos?
¡Ser hombre, pobre perro!
Mira, tu hermano,
ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios, tendido,
aullando a los cielos,
¡llama a la muerte!
Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo,
ni morir sabe.
Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.
Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿adónde vamos?
TU MIRADA
Me miraste a los ojos, penetrando,
en lo más profundo de mi alma.
El cristal azul de tus pupilas,
me mostraba, mi imagen reflejada.
Me miraste y pediste temblorosa
que un te amo, saliera de mis labios,
pero ellos ya no tienen más palabras
pues los golpes de la vida los han cerrado.
Me miraste y tu pelo se erizaba,
y una gota redonda en tu pupila
que brotó, de un corazón roto
y cayó recorriendo tu mejilla.
Me miraste y tu rostro empapado
me exigía una palabra, una respuesta,
y mentí diciéndote te amo
por ganar de tu cara una sonrisa.
YA NO MÁS CORAZÓN
Ya no más, corazón, te he permitido
que la quieras sin tiempo y sin medida,
que bordes tu esperanza inadvertida
al ruedo juguetón de tu vestido.
Ya no más, corazón. ¿No has comprendido
que ella no quiere entrar en nuestra vida?
Si eras tan débil en la despedida,
corazón, no debiste haber querido.
Te advertí, corazón, que era inasible,
que no adoraras tanto un imposible
para que no sufrieras su desdén.
No me creíste, corazón cobarde,
y hoy ya comprendes demasiado tarde
que yo te lo decía por tu bien.
UNA BALADA DE ENTIERRO
Si justo aquí debo morir,
Solemnemente os debo pedir
Que tomes lo que resta de mí
Hacia las colinas por el bien del viejo bien.
Amortájame en el mismo fondo,
En el mismo hielo usado para apagar,
Aquel mismo que bebí cuando estaba seco.
—Observa esto para el bien del viejo bien—
Corre hacia la estación de trenes,
Hacia Umballa pide sólo un billete de ida,
No me preocupa el retraso o las sacudidas.
Descansaré alégremente del rencor
De los coolies y su clamor;
Así envuelto de mi dignidad
Envíame lejos para el bien del viejo bien.
Luego de la soñolienta Babu despierta,
Reserva para cuatro un camión.
Pocos, creo, desearán viajar
En mi lóbrega compañía,
Como antiguamente hacían.
Necesitaré un descanso especial,
Algo que nunca antes tomé,
Consíguemelo para el bien del viejo bien.
Después de esto, todo debes disponer,
No seré huésped de ningún hotel,
Ni la espina del buey me soportaría,
Dura es la espalda y áspera la soga,
Las cuerdas de Toga son frágiles y delicadas.
Crea un asiento y ubícame allí,
En una cómoda cuerda flexible,
Haz lo posible para el bien del viejo bien.
Después de esto, tu trabajo está hecho.
Recuérdale al sacerdote un lamento
Por la partida del querido muerto,
Sacude el polvo y las cenizas al viento.
No me bajes de inmediato, confío
En una excusa que me brinde tres días.
Luego embriágate por el bien del viejo bien.
No podría soportar los llanos,
¡Piensa en el ardor de Junio y Mayo!
¡Piensa en las lluvias de Septiembre!
¡Todo sobre mi hasta el día del juicio!
Nunca debería descansar en paz,
Debería yacer despierto y sudar.
Bájame, entonces, hacia mi lecho,
A las colinas para el bien del viejo bien.
NO SÉ (1)
No sé lo que puedo recibir, pero sé agradecer lo que me han dado.
No sé qué es lo que busco, pero sé que lo que busco me busca.
No se dónde estoy, pero sé que este lugar no tiene límites.
No sé donde estoy, pero sé que estoy en mí.
No sé de dónde vengo, pero sé que siempre he estado aquí.
No sé qué es el mundo, pero sé que es mío.
No sé dónde voy, pero sé quien me acompaña.
No sé cuánto valgo, pero sé no compararme.
No sé quién soy, pero sé que lo que soy es más que yo.
No sé qué es el amor, pero sé que tu presencia me alegra la vida.
No sé evitar los golpes, pero sé como soportarlos.
No puedo negar la violencia, pero puedo negar la crueldad.
No puedo cambiar al mundo, pero puedo cambiarme a mí mismo.
No sé qué es lo que hago, pero sé que lo que hago me hace.
No sé qué es Dios, pero Dios sabe lo que soy.
A TIRZAH
Todo aquello que nace de mortal
debe consumirse con la tierra,
para alzarse libre de la generación.
¿Qué tengo que ver yo contigo?
Los sexos nacieron de la vergüenza y el orgullo:
surgieron con la mañana y en la tarde murieron;
pero la Misericordia transformó la muerte en sueño:
los sexos se levantaron para trabajar y llorar.
Tú, Madre de mi padre mortal,
con crueldad forjaste mi corazón
y con falsas lágrimas, engañándote,
encadenaste mi nariz, mis ojos y mis oídos.
Paralizaste mi lengua con la insensible arcilla
y me entregaste a la mortalidad.
La muerte de Jesús me hizo libre.
¿Qué tengo que ver yo contigo?
LA MUERTE SE ESCRIBE SOLA
la muerte se escribe sola
una raya negra es una raya blanca
el sol es un agujero en el cielo
la plenitud del ojo
fatigado cabrío
aprender a ver en el doblez
entresaca espulga trilla
estrella casa alga
madre madera mar
se escriben solos
en el hollín de la almohada
trozo de pan en el zaguán
abre la puerta
baja la escalera
el corazón se deshoja
la pobre niña sigue encerrada
en la torre de granizo
el oro el violeta el azul
enrejados
no se borran
no se borran
no se borran
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