51 Poemas de flores
A UNA ORQUÍDEA
Cuarzo viviente, colibrí sin alas,
quimera realizada en una flor,
tú del extraño mundo submarino
venir pareces a mirar el sol,
Tú no difundes orgulloso aliento
ni cálidos efluvios de pasión:
en tu fragancia tímida y agreste
respiras la modestia y el pudor.
Como poeta mudo y abstraído
que en su alma eleva cántico sin voz,
tú soñadora vives, entonando
el himno silencioso del color.
ENTONCES SE ENVIABAN SUSPIROS EN LAS ROSAS
Entonces se enviaban suspiros en las rosas,
besos-palomas de balcón a balcón.
Pero la sucia noche revolvía alfileres,
sábanas, rezos, cruces, luto de amor.
Caras agrias, en sombra, el deseo encendió.
(Cuántos hijos tirados en paredes,
pañuelos, muslos, manos, por Dios!)
muro de agua, la angustia, se levantó.
Humo rojo en mis venas. Transfigurado cielo.
De polvo a polvo soy.
ALEGRAOS
Alegraos con las flores que embriagan,
Las que están en nuestras manos.
Que sean puestos ya
Los collares de flores.
Nuestras flores del tiempo de lluvia,
Fragantes flores,
Abren ya sus corolas.
Por allí anda el ave,
Parlotea y canta,
Viene a conocer la casa de dios.
Sólo con nuestros cantos
Perece vuestra tristeza.
Oh señores, con esto,
Vuestro disgusto de disipa.
Las inventa el Dador de la vida,
Las ha hecho descender
El inventor de sí mismo,
Flores placenteras,
Con ellas vuestro disgusto se disipa.
A UNA FLOR INMENSA
Cae la rosa, cae
atravesando el agua,
lenta por el cristal de sombra
en que su tallo ahoga;
desciende imperceptible,
clara, ingrávida, pura
y las olas la cubren, la desnudan,
la vuelven a su aroma,
hácenla navegante por la savia
que de la tierra nace
y asciende temblorosa,
desborda la ternura de su tacto
en verde prisionero,
y al fin revienta en flor
como el esclavo que de noche sueña
en una luz que rompa
los orígenes de su sueño,
como el desnudo ciervo, cuando la fuente brota,
que moja con su vaho la corriente
destrozando su imagen.
Cae más aún, cae
más allá de su savia,
sobre la losa del sepulcro,
en la mirada de un canario herido
que atreve el último aletazo
para internarse mudo entre las sombras.
Cae sobre mi mano
inclinándose más y más al tacto,
cede a su suavidad de sábana mortuoria
y como un pálido recuerdo
o ángel desalado
pierde una estela de su aroma,
deja una huella pie que no se posa
y yeso que se apaga en el silencio.
PERFECCIÓN FUGAZ
Pinté el tallo,
luego el cáliz,
después la corola
pétalo por pétalo,
y,
al terminar mi rosa,
la induje
a soñar su aroma.
¡Hice la rosa perfecta!
Tan perfecta,
que al día siguiente
cuando fui a mirarla,
ya estaba muerta.
Tos nacarada
Si él pudiese leerlo.
Me siento como una flor dispuesta a ser prensada entre los pliegues de un libro. Como un trébol de la suerte encerrado en las puntas de un asterisco.
Señuelos brillantes como residuos de una marquesina goteante.
El botón late, se expande dentro del agua caliente, y en sus cuatro corazones entran trozos de canela. Talco, polvo de arroz golpeando los pulmones plumas barnizadas deslizándose entre las venas.
Y el cabello se agita, barre el aire llevando negrura a la boca dolorida. Una sola cinta recorre hasta la mitad el circulo pequeño que indica un encendido. Los colores galácticos de la regla rosa giran sobre el calendario, los cuadros, celdas de los días se van tachando. Una manta cubre las semanas.
Los zapatos sin ser usados lamen el suelo maderil, resignados con sus cintas semi mugrientas. Descansan uno sobre otro. Es un invernadero, pero la flor fallece.
XIX
¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemplé en el mundo
junto al volcán la flor.
GLADIOLOS JUNTO AL MAR
Gladiolos rojos de sangrantes plumas
lenguas del campo llamas olorosas:
de las olas azules amorosas
cartas os llegan: pálidas espumas
Flotan sobre las alas de las brumas
epístolas de polen numerosas
donde a las aguas piden por esposas
gladiolos rojos de sangrantes plumas
Movidas son las olas por el viento
y el pie de los gladiolos van besando
al son de un suave y blando movimiento
y en cada dulce flor de sangre inerte
la muerte va con piel de sal entrando
y entrando van las flores en la muerte
VIDA DE UNA FLOR
Por la verde ronda de hojas ya se asoma
con temor infantil, y apenas mirar osa;
siente las ondas de luz que la cobijan,
y el azul incomprensible del cielo y del Verano.
Luz, viento y mariposas la cortejan; abre,
con la primera sonrisa, su ansioso corazón
hacia la vida, y aprende a entregarse,
como todo ser joven, a los sueños.
Más ahora ríe toda, arden sus colores
y en su cáliz asoma ya el dorado polen;
aprende a sentir el calor del mediodía
y, agotada, se inclina al lecho de hojas por la tarde.
Labios de mujer madura con sus bordes,
donde las líneas tiemblan por la edad ya presentida.
cálida florece al fin su risa, en cuyo fondo
amarga caducidad y hastío anidan.
Pero ya se ajan y reducen los pétalos,
ya cuelgan pesadamente sobre las semillas.
Palidecen los colores como espectros: el gran
secreto envuelve ya a la moribunda.
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