43 Poemas ecuatorianos 

CADA UNO

Cada uno construye su casa como quiere.
La pone sobre el aire,
la siembra en la cintura de la luna
o encima de las olas.

Cada uno
la pinta de manera diferente,
la baña con el cielo
y el oro verdidulce de la tarde.
La llena de jilgueros,
de música y hortensias.
Encima del verano la edifica.
Le pone una ventana al horizonte,
una terraza al mar
y un pájaro de bronce en el tejado.

Cada uno
la salva de la furia del invierno,
le pone verjas altas,
faroles importados de Neptuno,
estufas de Chicago
y espejos fabricados en Arabia.
Cada uno la mide y la corrige.
En forma vertical la va agrandando.
Le pone un tiembre eléctrico
y un número de plata.

La cuida del mendigo que la ensucia,
del niño que le roba una gardenia,
del pobre que la mira.

Cada uno acomoda su casa a su manera,
presume y aparenta,
construye su existencia tontamente
con trapos, pergaminos y billetes,
con vigas antisísmicas
coñac y pararrayos.

Qué lástima pero ninguno
construye a su medida su refugio
con sólo la verdad de cada día
y el sol bien compartido.
Qué lástima que nadie se haga casas
a prueba de mentiras, olvido y desamor.

Yo quiero hacer mi casa a mi manera
sin puertas ni cortinas.
La quiero dulce y tibia
en medio del camino de tus brazos.

Autor del poema: Violeta Luna

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LA DIVINA COMEDIA

¡Deja sobre tu seno que ruede mi cabeza
como una flor pesada de pena y de pasión:
que amor burla con gracia sutil toda certeza
y la cabeza siente, pues piensa el corazón!

De este divino engaño cuando la farsa empieza,
truecan sabios sus alas Sentimiento y Razón:
¡y el pensamiento es todo ternura y ligereza
porque el sentir es todo cordura y reflexión!

A tiempo se repite la fama de esta ambigua
y dolorosa farsa, ¡tan nueva y tan antigua!
y es siempre igual el fondo y análoga la acción.

Empecemos de nuevo la divina comedia,
hoy que la duda, Amada, mi corazón asedia,
que esta vez... ¡quizá olvide que él lleva la razón!

Autor del poema: Ernesto Noboa y Caamaño

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MI JUVENTUD SE TORNA GRAVE

Mi juventud se torna grave y serena como
un vespertino trozo de paisaje en el agua:
la ebullición sonora de aquel primer asomo
primaveral, deshízose lentamente en mi fragua…

Tu risa de oro, de cristal, de plata,
rememora un scherzo ya lejano…
en tu risa hay un eco de sonata,
de pizzicato de violín tzigano.

Jugueteando en el nido de tu boca,
tu fina carcajada es ritmo ufano
que me recuerda una fontana loca,
y el pizzicato de violín tzigano.

Límpidas, sonoras, cristalinas,
son cadencias del trío veneciano;
tienen reminiscencias argentinas
de pizzicato de violín tzigano.

Autor del poema: Arturo Borja

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RETORNO

Llegó de lejano país
El compañero,
Que vimos partir del país
Un mes de Enero.

Conversa afectuoso y está
Encanecido,
Al lado del piano, que está
Dado al olvido.

¿Por qué su sonrisa infeliz
Al sol que muere?
Nos calla que ha sido infeliz,
¿Ya no nos quiere...?

El viento deshoja el jardín
Hoy mustio y viejo,
Y él ve amarillear el jardín
En el espejo.

Autor del poema: Humberto Fierro

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LA BATALLA DEL PICHINCHA

Agotadas nuestras fuerzas por dos derrotas en Huachi
Juntamos los esfuerzos de Paya, Albión y Yaguachi
Con los de Alto Magdalena, los Lanceros y Dragones,
Que con armas y caballos lucharon como leones.
Fue paralelo a Los Chillos que con una gran estrategia
Nos libramos de mosquetes escondidos en las ciénagas.
Y con bayoneta en mano libramos una batalla
De las más desiguales que se haya visto en pantalla.

Colombianos, Alto Peruanos, Argentinos, Venezolanos,
Neo Granadinos, Irlandeses, Franceses y Ecuatorianos
Nos transformamos en una fuerza de unión ultra Americana
Que traspasó las fronteras de la gran historia humana.

"¡Libertad!", gritaban desde sus rocines, los del Trujillo y del Paita,
"Que en las faldas del Pichincha aunque nos falte la calma,
Con los Granaderos de Los Andes construiremos el camino
De pueblos que sólo aceptan independiente destino."

Antonio José de Sucre, hombro a hombro con Abdón,
Ayudó a vengar la muerte del padre de Calderón.
Dos mil novecientos setenta y uno se convirtieron en uno,
Para ganar, con sangre, los derechos de cada uno.

Es preciso recordar la estrategia del Albión,
Que apareció, cual milagro, en la cumbre junto al sol.
Aymerich hubo de rendirse porque ni sus mosquetas
Desarmaron el coraje de nuestras bayonetas.

La Batalla del Pichincha abrió el paso a toda América
A disfrutar de dos cosas que todo ser humano espera:
Vivir libres, con justicia, con respeto y soberanos,
Cubiertos con la bandera del amor a los hermanos.

Autor del poema: Karina Gálvez

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POR EL CAMINO DE LAS QUIMERAS

Para Carmen Rosa

Fundiendo el oro
de tu belleza con el tesoro
de mi tristeza,
fabricaré yo un cáliz de áurea realeza
en donde, juntos, exprimiremos
el ustorio racimo de los dolores,
en donde, juntos, abrevaremos
nuestros amores...
Será una copa sacra. Labios humanos
no mojarán en ella;
decorarán sus bordes lirios gemelos como tus manos
como tus labios habrá pétalos rojos,
y en su fondo un zafiro que fue una estrella
como tus Ojos. . .
El sortilegio
declinará. La magia de nuestro encanto
tendrá un veneno de sacrilegio;
la última gota
la absorberemos, locos, mezclada en llanto;
la copa rota,
se perderá, camino de las quimeras ...
Tú estarás medio muerta. Mi último beso
morirá en tus ojeras,
mi último beso
se alejará, camino de las quimeras...

Autor del poema: Arturo Borja

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PERENNE LUZ

La noche de cerca, y tan desnudo golpe a expensas de mi corazón.
¡Dolorosa mano mía no aciertas a caer
suspensa en aquel trasluz
de movimiento
de tu imprescindible exclamación!

Ya los mares del Oeste como pecho se dilatan:
Tanto el vuelo de mis sienes, y el velamen de esta lámpara que levanto a firmamentos,
al paso de aguas, a más decir por la anchura de mis párpados.

¡Oh metal tan fresco
Bajo el calor del epidermis!
¡Oh clara huella de su tránsito
En el campo deseado,
en las congruentes potestades de tu sexo!
De clamores y destellos me consuma
Habiendo de sosegar su desnudez.
De sosegarla en la noche de la especie,
En brañas del oasis,
Con mi aliento cuando en vilo de miradas.

Todo que te arrima en resplandores
Que tu condición aplaca de mi ensangrentada consistencia
Todo aquello que no se ajusta de palenques y de fronteras familiares.
Soledad cumplida.
¡Oh silencio, me retraes
-como una implacable roca de durezas en el alma!

¡Menguada luz de escaso asilo!
Labios míos, dadme altura en el trance de estas ansias.
Mas al borde de riberas semejantes
Cuántas aves de este mundo se incorporan,
Como el rostro implícito en el fulgor de la visión,
Que atraviesan de soslayo la magnitud de las esferas...
Por cuanto asumo de mi cuartel de sangre,
La baja tierra de brisas se ilumina.
Mi cuerpo en tanto a vista se desprende de cenizas,
Gimiendo en hontanares de espeso llanto.

Premisas todas de la muerte.
Un ay seguido de tinieblas, de esta gota pertinaz del pensamiento.
¡Oh mi sueño entrante en humedad de flores!
El espíritu denodado
Se arranca de sus perennes paredes lastimosas.
Abultados cortinajes, como otras tantas cabelleras de lo oscuro,
Y la más ardua noche
De presión continua.

Entidad fortuita
Que no habré de hallar sino a merced de escombros,
En el fragor de la ruptura,
Cuando este golpe de mi total caída
Apura entradas en la nada.

¡Oh lamento de tu voz en mi espesura!
Y esa latente réplica, de néctares y de estambres, al placer que me convida.
¡Oh Tiempo, me defines de presencia y de universo!
Hoy cuán bien, ¡oh luz!, aciertas entre tejidos y asperezas, a descontarme espacios,
A circundarme de vecindades el corazón.

Vida sin prejuicios cuando de Ella al tanto de sus senos concatenando habré de recibir.
Me sostengo en vilo, sin huella entonces, a mayor premura de memorias.
En mi boca de ayes.
Mi labio amén de vez repercute golpeando lo indecible

Ésta acendrada concentración del alma,
¿En qué cúmulo no obstante de la esfera que me oculta?
Hoy mi sentencia, a toda prueba.
De un paso mío al consiguiente, ¿Qué distancia de resuelve?
Tu propia luz endurecida,
Como aquella, a expensas de la nada, claridad conjunta de los universos astros.

Todo vuelo se desprende de tus ansias;
Tanto así mi faz en los recónditos espejos que la nombran.
La reverberación así del sexo
En la extensión de su cabida,
Como el clamor de los metales
Bajo el lampo de tus cruentas auroras boreales.

Ni vectores, ni herramientas de otra fuerza.
Gota a gota la fría lámpara
Sobre mi sien persiste.
¡Tus miradas desgreñadas!, ya sus íntimos cristales de violencia me golpean
A merced de tu estatura.
Vertientes todas de mi lecho.
El deseado cuerpo a su poder de luz se entrega,
A sus mejores aguas.
Tal es mi consumo,
De transparencias tuyas y señales en el retiro incalculable de los astros.
Allá en demora, Amada mía,
Por cuentas y sabores de tu amor que concertar.
Y los terrestres años se deciden, en trances de mi prenda,
Hacia el extremo vértice de profundidad apetecido.

Autor del poema: Alfredo Gangotena

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BAJO LA TARDE

¡Oh! tarde dolorosa que con tu cielo de oro
finges las alegrías de un declinar de estío.
¡Tarde! Las hojas secas en su doliente coro
van llenando mi alma de un angustioso frío.

La risa de la fuente me parece ser lloro;
el aire perfumado tiene aliento de lirios;
añoranzas me llegan de unos viejos martirios
y a mi mente se asoman unos ojos que adoro...

Negros ojos que surgen como lagos de muerte
bajo la sombra trágica de un cabello obsidiano,
¿Por qué esa obstinación en dejar mi alma inerte,

turbando mis deliquios con su mirar lejano?
... Sigue fluyendo pena de la fuente sonora...
Ha llegado la noche... Pobre alma mía, ¡llora!

Autor del poema: Arturo Borja

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EL FAUNO

Canta el jilguero. Pasó la racha.
Entre los mirtos resuena el hacha.

La rosa mustia se inclina loca
Sobre su fuente, cristal de roca.

El fauno triste de alma rubia
Tiene en sus ojos gotas de lluvia.

Autor del poema: Humberto Fierro

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LA TRISTEZA DEL ANGELUS

En la puerta de piedra que le musgo lento cubre
he descansado viendo que se deshoja el día,
en las puertas de piedra de donde a fin de Octubre
veíamos Ponientes de equívoca alegría.

He aguardado el Angelus que su sonrisa abría
para Nuestra Señora la eterna Poesía.
Y he sentido el perfume silvestre, como antes
en el paisaje humilde que Mollet firmaría,
y mi corazón y mi alma delirantes
se dan sin condiciones a la melancolía…

A la melancolía, que invita a esta hora
a oír largamente el agua y el ruiseñor que llora.

Autor del poema: Humberto Fierro

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