43 Poemas ecuatorianos 

RETRATO ANTIGUO

Tienes el aire altivo, misterioso y doliente
de aquellas nobles damas que retrató Pantoja:
y los cabellos oscuros, la mirada indolente,
y la boca imprecisa, luciferina y roja.

En tus negras pupilas el misterio se aloja,
el ave azul del sueño se fatiga en tu frente,
y en la pálida mano que una rosa deshoja,
resplandece la perla de prodigioso oriente.

Sonrisa que fue ensueño del divino Leonardo,
ojos alucinados, manos de Fornarina,
porte de Dogaresa, cuello de María Estuardo,
que parece formado -por venganza divina-
para rodar segado como un tallo de nardo,
como un ramo de lirios, bajo la guillotina.

Autor del poema: Ernesto Noboa y Caamaño

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CANTO PRIMERO

Potranca de los montes,
tú debes ser feliz junto a la hierba,
en medio de las ranas y el estiércol,
sin esta geometría de las calles,
sin estos omnibuses,
sin estos perros cultos,
sin falsas teorías de la vida,
llegando hasta el amor sin desnudarte.

Autor del poema: Violeta Luna

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LA TARDE MUERTA

Se moría la tarde rosa
De una Primavera lejana,

Desmayándose temblorosa
En los vidrios de mi ventana.

Por mi alcoba cerrada al huerto
Ya la carretera tan larga,

Pasaba el minuto desierto
Con una lentitud amarga,

Ya del sol no quedaba ni una
Mancha de oro en el infinito.

Yo no he visto cosa ninguna
Más triste que ese azul marchito.

Tanto tiempo! dije, hace tanto
Que decliné esta tarde mustia
Con un helado desencanto
Y aromada de vieja angustia,

Delante de los callejones
Bordados de ramas gentiles
Al rimar mis desolaciones
Bajo mis canas infantiles!

Oh, la sentimental pobreza
De los que ni una flor cortamos,

Porque fue hostil la maleza
Para la prisa que llevamos!

De los romeros taciturnos
Que fuimos desdeñando todo,

Llenos de los cielos nocturnos
Que mienten astros en el lodo!

Caminos tiene el alma!.. ¿Fuimos Quizás en busca de un
remedio...?
Siempre asolados nos rendimos Ante las llanuras del tedio...

Y después de soñar ilusos
Que el término no estaba lejos,

Nos despertamos muy confusos
Porque nos encontramos viejos.

Ah, quién mirara la dulzura
Del crepúsculo, adolescente,

O abriera a la mañana pura
Los ojos de un convaleciente!

Y la negra ramazón viva
De los árboles centenarios
Se inclinó, como pensativa
En mis recuerdos solitarios,

Con un son de manantial de agua
Que sigue goteando la pena

De la ilusión que arde en la fragua
De una tarde lenta y serena...

Autor del poema: Humberto Fierro

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EL OBJETO Y SU SOMBRA

Arquitectura fiel del mundo,
realidad, más cabal que el sueño.
La abstracción muere en un segundo:
sólo basta un fruncir del ceño.

Las cosas. O sea la vida.
Todo el universo es presencia.
La sombra al objeto adherida
¿acaso transforma su esencia?

Limpiad el mundo -ésta es la clave-
de fantasmas del pensamiento.
Que el ojo apareje su nave
para un nuevo descubrimiento.

Autor del poema: Jorge Carrera Andrade

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LA FORMA

Fruto agreste de vida que en una plenitud
florida nos anuncias el triunfo de la rara
ensoñación que vive con la eterna inquietud
del cincel armonioso en el rubio Carrara.

Exotismo triunfante, pleno de juventud,
que bebes en los nítidos cristales de la clara
fuente. Sonoridad que arranca del laúd
la neurótica voz que nos interrogara.

Forma tan curvilínea que, en olímpicos frisos,
triunfaste con el oro suntuoso de tus rizos
o diste al viejo ritmo, el talle de una plástica

mujer de líneas griegas, o como una serpiente
que retuerce su cuerpo salvaje eternamente,
surgiste en los contornos de su figura elástica.

Autor del poema: Gonzalo Escudero

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AGONÍAS DE UN CARIBÚ

Bajo el paso incierto y vegetal de angustia,
Levanto el polvo de la nada.
Toda pupila emerge
en esta soledad suspensa,
Toda concentración oscura,
En violencia tal
De hacinamiento y llama pura entre las rocas.

La luna atenta y circundada
A su vez aclara
Aquel espacio de su prenda
Fluente y nemoroso.
Atormentados cascos van a mengua
Redoblando el eco
En mil contornos de la estéril claridad polar.

Único en sí repercute el gemido entre la fronda
De un balido incauto.
Ventajas cruentas de la selva:
Desvalidos pasos del garañón herido
Que ya en las turbias aguas del escajo su condición aplaca
Su pesar consume.
Yacentes ojos a su propia luz ocultos
Bajo el ámbito nocturno de este vuelo.

Ver adentro, el cazador también escucha
El retiro alado de tanta lejanía inclusa.
Y en murmullos que la brisa asume, cuanto más cercanos, se acrecienta el rocío de las fieras.

A aquellas cuencas vuelvo, al conjunto aquél,
Saturado y tenso,
De fragancia y brotes.
Los continuos árboles
De vertical sustento, de fiero embate,
Allí persisten
Como la postrera vibración del aire.

Tantas voces en el eco. ¡Oh luna te reflejas en mi mente!
Como el ave en las alturas de su vuelo contenida,
Tan solo aún, Noche mía, voy en ti, tan duro de distancias.
La pradera de tierno espacio en tanto me recibe,
Que en jugos desbordantes de los aires resplandece.

¿Mas, volverá el cedeño pasto
a brotar de luces?
De lo remoto el ciervo acude
A tal empeño de este clamor vedado.

Autor del poema: Alfredo Gangotena

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EL SENTIR

Sonorizad eterna que en la quietud ambigua
nos da lo inexplicable de una emoción profana
y que, muy levemente, con la paz se amortigua
como en una siringa, una música hermana.

Y Pierrot comediante con la lágrima exigua,
como una evocación ingenua de la sana
risa que floreciera y que huyó con la antigua
comparsa de sonámbulos hacia tierra lontana…

Sentir… intensa sombra de cuerpos y de vidas
y la divina sangre de todas las heridas
que fluye eternamente como una Eucaristía

y cae sobre el ánfora de la sonora voz,
mientras la Buena Vieja ha segado con su hoz
rosas en el rosal de la Melancolía.

Autor del poema: Gonzalo Escudero

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EPÍSTOLA (LA FLAUTA DE ÓNIX)

Al señor don Ernesto de Noboa y Caamaño!
Límpido caballero de la más limpia hazaña
que en le Época de Oro fuera grande de España
y que en la inquietud loca de estos tiempos, huraño
tornóse, y en el campo cultiva su agrio esplín.
Hermano-poeta, esta vida de Quito,
estúpida y molesta, está hoy insoportable
con su militarismo idiota e inaguantable.
Figúrate que apenas da uno un paso, un “¡Alto!”
le sorprende y le llena de un torpe sobresalto
que viene a destruir un vuelo de Pegaso
que, como sabes, anda mal y de mal paso
cuando yo lo cabalgo, y que si alguna vez,
por influjo de alguna dama de blanca tez,
abre las alas líricas, le interrumpe el rumor
“municipal y espeso” de tanto guerreador.
Los militares son una sucia canalla
que vive sin honor y sin honor batalla.
Luego después las fieras de los acreedores
que andan por esas calles como estranguladores
envenenando nuestras vidas con malolientes
intrigas, jueces, leyes y miles de expedientes
y haciendo el cuotidiano horror más horroroso.
¿Qué fuera de nosotros sin la sed de lo hermoso
y lo bello y lo grande y lo noble? ¡Qué fuera
si no nos refugiáramos como en una barrera
inaccesible, en nuestras orgullosas capillas
hostiles a la sorda labor de las cuchillas!
Tú dijiste en momento de genial pesimismo:
“Vivir de lo pasado… oh sublime heroísmo!”

Autor del poema: Arturo Borja

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AL QUEBRARSE LA TARDE

Estabas en mi amor, casi dormida,
-blanco silencio tibio de palabras
al quebrarse la tarde quejumbrosa
en los pasmados círculos del agua.

Me brotaste del viento taciturno
de mis líricas flautas.
Me creciste en los ojos abismados,
y en la tierra más íntima del alma
se arraigaron -raíces cristalinas
tus leves manos pálidas...
Y me nació tu amor... Trémula, suave,
así entre sueños, diáfana,
te entreabriste de anhelos virginales
caída sobre el alma,
ingenua, lenta y triste
como magnolia casta.

Estabas en mi tarde indefinible
-blanco silencio tibio de palabras
y se copió tu imagen limpia, absorta
en el místico asombro de mis aguas.

Autor del poema: Francisco Granizo

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LA PIEDRA

Duerme la piedra vieja en su gran misticismo;
y en su opaca sonrisa como un Poema oscuro…
Vive con al sonrisa de su eterno mutismo
en la calma olvidada de un hierático muro.

Sintió de algún Artífice sacerdote el lirismo…
y en la ciudad de Memphis rindió su cuerpo duro,
y con el musgo hermano, en supremo idealismo,
se unieron y formaron su Mito eterno y puro.

¡Renacerá de nuevo tu emoción, y el vestiglo
que ha dormido en tu seno un siglo y otro siglo,
surgirá de la sombra que su espíritu finge,

para sentir, en tanto, en relámpagos rojos,
vislumbrarán las huecas pupilas de los ojos
que duermen quietamente en la Encantada Esfinge.

Autor del poema: Gonzalo Escudero

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