128 Poemas eróticos 

INVOCACIÓN

Ven, intacta y coqueta epifanía,
confortando mi amor que hoy está yerto
a calentar mi tálamo desierto,
mi tálamo bohemio que se enfría.

Abrígame en tu cuerpo, amada mía.
Arrópame en halagos, si despierto
de la mañana al resplandor incierto,
que sorprende velando mi agonía.

Empalaga mis labios con las mieles,
olorosas a mirtos y a claveles,
que en tu boca chorrea el entusiasmo;

y fundiendo pesares y dolores
en una libre conjunción de amores
gocemos del placer en el espasmo.

Autor del poema: José María Facha

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GEOGRAFÍA HUMANA

Lúbrica polinesia de lunares
en la pulida mar de tu cadera.
Trópico del tabaco y la madera
mecido por las olas de tus mares.

En los helados círculos polares
toda tu superficie reverbera...
Bajo las luces de tu primavera,
a punto de deshielo, los glaciares.

Los salmones avanzan por tus venas
meridianos rompiendo en su locura.
Las aves vuelan desde tus colinas.

Terreno fértil, huerto de azucenas:
tan variada riqueza de hermosura
pesa sobre tus hombros, que te inclinas.

Autor del poema: Ángel González

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AMANTES

Una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío

Autor del poema: Alejandra Pizarnik

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AUNQUE UNGISTE EL UMBRAL Y ENSALIVASTE...

Aunque ungiste el umbral y ensalivaste
no pudo penetrar, lamida y suave,
ni siquiera calar tan vasta nave,
por su volumen como por su lastre.

Burlada mi cautela y en contraste
-linimentos, pudores ni cuidados-
con exiguos anales olvidados
de golpe y sin aviso te adentraste.

Nunca más tolerancia ni acogida
hallará en mí tan solapada inerte
que a placeres antípodas convida

y en rigores simétricos se invierte:
muerte que forma parte de la vida.
Vida que forma parte de la muerte.

Autor del poema: Severo Sarduy

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LA ESTUDIANTE

Oh tú, más dulce, más interminable
que la dulzura, carnal enamorada
entre las sombras: de otros días
surges llenando de pesado polen
tu copa, en la delicia.
Desde la noche llena
de ultrajes, noche como el vino
desbocado, noche de oxidada púrpura
a ti caí como una torre herida,
y entre las pobres sábanas tu estrella
palpitó contra mí quemando el cielo.
Oh redes del jazmín, oh fuego físico
alimentado en esta nueva sombra,
tinieblas que tocamos apretando
la cintura central, golpeando el tiempo
con sanguinarias ráfagas de espigas.
Amor sin nada más, en el vacío
de una burbuja, amor con calles muertas,
amor, cuando murió toda la vida
y nos dejó encendiendo los rincones.
Mordí mujer, me hundí desvaneciéndome
desde mi fuerza, atesoré racimos,
y salí a caminar de beso en beso,
atado a las caricias, amarrado
a esta gruta de fría cabellera,
a estas piernas por labios recorridas:
hambriento entre los labios de la tierra,
devorando con labios devorados.

Autor del poema: Pablo Neruda

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GRACELY SQUARE

Es un hermoso cuerpo ese que viene
hacia mí. Se detiene. Y me sonríe.

Qué bella esa sonrisa roja y húmeda
que se abre, como un sexo a mí ofrecido,
para preguntar algo que no entiendo.

Miro sus ojos claros. Pienso, mientras,
que su maravilloso cuerpo late
junto a mí. Están sus senos cercanísimos
a mi pecho y el vello en su entrepierna.

Se apretará, oprimido por las bragas,
que adivino adorables y minúsculas.
Y como un ruiseñor sonidos dulces
gorjea su garganta a mis oídos.

Ese increíble cuerpo habla conmigo.
Le respondo: «No sé». Se aparta el cuerpo
y veo que se alejan las caderas.

más perfectas de todo el universo.
He aprender inglés. Ahorita mismo.

Autor del poema: José María Fonollosa

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NOVIEMBRE, 15

Con esta sola mano
me fatigo al amarte desde lejos.
Tendido bajo el viejo ventanal,
espero a que el sudor se quede frío,
contemplo el laberinto de mis brazos.
Soy dueño de un rectángulo de cielo
que nunca alcanzaré.
Pero debemos ser más objetivos,
olvidar los afanes, los engaños,
el inútil deseo de unos versos
que atestigüen la vida. Celebrar
el silencio de un cuerpo satisfecho,
esa altura sin dios a la que llega
nuestra carne mortal. Saber así
la plenitud que algunos perseguimos:
un hombre, bajo el cielo, ve sus manos.

Autor del poema: Vicente Gallego

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Una tarde de verano a tu lado

Enviado por francobtx  Seguir

Otra vez aquí, a mediados de la tarde, el sol brilla con apenas umbras, el color del cielo naranja que se ve a los lejos como si se tratara de un lienzo perfecto, sentada en la cama observo la ventana y conmigo acompañada un libro de aveyana, aquel que leo todas las tardes, lleno de incertidumbre y tristes momento, quien me roba suspiros y sueños, espero a ml marido en celo.

Al entrar a la habitación sujetó mi cabeza con sus manos y me beso metiendo su lengua en mi boca dejando su saliva disolverse en mi lengua

-Lo extrañaba demasiado, su cariño, sus protectores brazos y todo él, y también necesitaba que me hiciera el amor y tenerle en mi interior, mi cuerpo se enardecía imaginando sus caricias y sus besos.

-Me gustaba la proximidad que mi lengua tenia con la suya y el calor que me transmite de sus dulces y carnosos labios, -Me gusta sentirla, acariciarla y de vez en cuando recorrer sus partes intimas como un jugueton- tiene un cuerpo muy fibrado a la cual me gusta tocar con mucha fuerza. Durante unos minutos quedamos en silencio, saboreando el precioso néctar directo de nuestros labios.

Una larga sesión de besos que erizaban la pielal, sabía besar y utilizar su labios y lengua.

*Me voy sorprendiendo de lo que va creciendo en su entrepierna. De mi boca sale una risita nerviosa*

-No te preocupes aun no haré eso- poco a poco fui bajando desde sus labios, torso, vientre... hasta llegar lo prohibido, en este caso no estaba prohibido para mis labios
-Comencé a realizar pequeños estragos en su cuerpo cada vez que mi lengua tocaba su flor-

Me llegó a sentir los suspiros de placer que dejaba escapar por mi bica, y las ansias que sentia con que su lengua recogían el estrecho orificio de mi vagina y salpicaduras de su saliva cayendo por su barbilla.

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Sexólogo por Antonomasia

Enviado por yajfm0972  Seguir

Sexólogo por Antonomasia
De nuevo te he llamado.
Preso de la carnosidad de tus muslos.
Escucharte erecta la morbosidad mítica de este ente cabrío.
La ingravidez me arrastra al laberinto.
Más como adicto, la caída libre me lleva al centro terráqueo
y deseo seguir hacia el abismo incorpóreo.
Visiono lamer el ánfora que redima esta sed anquilosada.
¿ Piensas que en tus manos meriendo las algas
que bucean en la concupiscencia?
¿ Acaso puedo escapar de la larva noctambula que te perfuma?
¿Para qué encender la luz frente a esas sonrisas de astro fugaz?
Porque me percibes naufrago en la ínsula onírica subyugas mi
ego fálico.
¿ Será que la demencia ha de humedecer mi abstinencia?
¡Ay cuán venenosos son los dardos de vuestro olvido¡
De esos senos áureos solo bebo ahora, la melancolía.


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AMARANTA

Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados
pórticos de limones desviados
por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura
entre Amaranta y su amador se tiende.

Autor del poema: Rafael Alberti

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