80 Poemas latinoamericanos 

HIMNO A COLOMBIA

Canción militar
Dedicada a S. E. El presidente libertador Simón Bolívar

1
Otra vez con cadenas y muerte
amenaza el tirano español.
Colombianos, volad a las armas,
repeled, repeled la opresión.
Suene ya la trompeta guerrera,
y responda tronando el cañón;
de la Patria seguid la divisa,
que os señala el camino de honor.

Coro
Suena ya la trompeta guerrera
y responde tronando el cañón;
ya la patria arboló su divisa,
que nos muestra el camino de honor.

2
¿Qué Patriota de nobles ideas
apetece la torpe inacción?
¿quién aprecia el reposo entre grillos?
Ciudadano, morir es mejor.
Libertad, haz que dulce resuene
de Colombia a los hijos tu voz;
que jamás uno solo se afrente,
prefiriendo la vida al honor.

Coro
Libertad, ¡oh cuán dulce que suena
de Colombia a los hijos tu voz!
No será que uno solo se afrente
prefiriendo la vida al honor.

3
De la Patria es la luz que miramos,
de la Patria la vida es un don.
Verteremos por ella la sangre,
por un bárbaro déspota no.
Libertad es la vida del alma;
servidumbre hace vil al varón.
Defender a un tirano es oprobio;
perecer por la Patria es honor.

Coro
Libertad es la vida del alma;
servidumbre hace vil al varón.
Defender a un tirano es oprobio,
perecer por la Patria es honor.

4
Defended este suelo sagrado,
que crecer vuestra infancia miró;
en que yacen cenizas heroicas,
en que reina una libre nación.
Recordad tantas prendas queridas,
de la esposa el abrazo de amor,
de los hijos el beso inocente,
de los Padres la herencia de honor.

Coro
Defendamos la patria querida
que nos guarda las prendas de amor;
defendamos los caros hogares;
conservemos la herencia de honor.

5
Recordad los patriotas ilustres
que cobarde crueldad inmoló.
¿No escucháis que apellidan venganza?...
Embestid a esa turba feroz.
Recordad del Araure los campos,
que el valor colombiano ilustró;
a Junín, Boyacá y Ayacucho,
monumentos eternos de honor.

Coro
Recordemos de Araure los campos
que el valor colombiano ilustró;
a Junín, Boyacá y Ayacucho,
monumentos eternos de honor.

6
¿Veis llegar las legiones venales,
que conduce a la lid la ambición?
Contra pechos de libres patriotas
impotente será su furor.
Atacad; una fe mercenaria
poco da que temer al valor.
Por victoria hallarán escarmiento,
por botín llevarán deshonor.

Coro
Avanzad, oh legiones venales,
que conduce a la lid la ambición;
por victoria hallaréis escarmiento
por botín llevaréis deshonor.

Autor del poema: Andrés Bello

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CHIAPAS

Estas tierras de guerra no me asustan,
me arropa tu recuerdo, valentía
no me sobra y las galas no me gustan
aunque presumo sí, de bonomía.

Y tú, mar de por medio, ¿qué dirías
si te dijera yo que me han herido,
que está mi corazón de enfermería?.
¡No te alarmes!, verás ha sucedido

que mi alma, alzada en armas ha cargado
la ballesta mejor que poseía,
y sin menos ni más, ha disparado

su saeta con grande puntería,
contra este pobre ausente, enamorado
y lo ha dañado de melancolía.

Autor del poema: Alberto Cortez

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GUADALAJARA

El sur quedó en el sur "exuberando"
su fiesta de calor y de colores.
De pronto entre las nubes asomando
se ve Guadalajara y los fervores

aumentan al saber que nos espera,
el reto conceptual de superarnos
en el macro auditorio de la feria
con una multitud para escucharnos.

A la hora de andar empieza el viaje,
Ricardo y yo sin red en el vacío
a piano y voz, glosamos “Equipaje”,

Facundo al ingresar completa el trío.
Se deslizan dos horas y un paisaje
de alegría en las almas del gentío.

Autor del poema: Alberto Cortez

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QUIZÁS

Quizás
la sabiduría consista
en alejarse si algo vibra
a nuestro movimiento
(porque la horrible araña
cae sobre la víctima)
para ver,
refleja como una estrella,
la realidad distante.

De ese modo
la situación florece a nuestros ojos
—o pierde
uno a uno
sus pétalos—
como una especie vista
por primera vez.
Y juzgaremos triste,
vano zurcido
que nada repara,
el dibujo trivial de nuestro gesto,
improbable amuleto
contra la emigración de las certezas.

Autor del poema: Ida Vitale

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LA MENTIRA

Vuelan fronteras de un país
cuyo falso centro está en nosotros
que quién sabe dónde estemos.
El norte está en el sur,
este y oeste se confunden,
el sur se pierde entre la bruma
y dentro lo más vivo es la mentira.

¿Quién no tiene un cachorro de mentira?
¿Quién no le da su fiesta acostumbrada,
lo impone en campo imaginario?
¿Quién no draga o airea
su mínima mentira, sea gris o grandiosa,
y la lleva
donde los pájaros, las mariposas vuelan,
verdaderos, cada uno a lo suyo?

Y cuántos
celan la mentira del otro
mientras sin malicia los mira
la honestísima muerte.

Autor del poema: Ida Vitale

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TEMA DE MUJER Y MANZANA (A NICANOR PARRA)

Una mujer mordía una manzana.
Volaba el tiempo sobre los tejados.
La primavera, con sus largas piernas,
huía riendo como una muchacha:
Una mujer mordía una manzana.
Bajo sus pies nacía el agua pura.
Un sol, secreto sol, la maduraba
con su fuego alumbrándola por dentro.
En sus cabellos comenzaba el aire.
Verde y rosa la tierra era en su mano.
La primavera alzaba su bandera
de irrefutable azul contra la muerte.
Una mujer mordía una manzana.
Subiendo, azul, una vehemente savia
entreabría su mano y circulaban
por su cuerpo los peces y las flores.
Gimiendo desde lejos, la buscaba
—bajo el testuz de azahares coronado—
el viento como un toro transparente.
La llama blanca de un jazmín ardía.
Y el mar, la mar del sur, la mar brillaba
igual que el rostro de la enamorada.
Una mujer mordía una manzana.
Las estrellas de Homero la miraban.
Volaba el tiempo sobre los tejados.
Huía un tropel de bestias azuladas.
Desde el principio, y por siempre jamás,
una mujer mordía una manzana.
Mi corazón sentía oscuramente
que algo suyo brillaba en esos dientes.
Mi corazón, que ha sido y será tierra.

Autor del poema: Eduardo Carranza

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BANDERA ANTILLANA

La santa bandera de Santo Domingo
tiene una cruz,
una cruz blanca, que parte en cuarteles
la enseña divina de rojo y azul,
y graba en los vientos el «hoc signo vincis»
que vio Constantino en el cielo con letras de luz…

El triángulo de la santa bandera de Cuba
es la herida de lanza que Cristo en la cruz recibió,
la herida es la estrella, el triángulo
la sangre en fulgor,
las listas azules son caminos de gloria
y las blancas caminos de paz y de sol.

La santa bandera de Borínquen tiene
el ojo de Dios,
en el triángulo eterno, que mira
y enciende y azula el espacio de una creación…
y sus listas rojas son caminos de ardientes anhelos
y las blancas caminos de llanto y dolor…

De un daltonismo el misterio simbólico
subvierte el color
y en la lejanía Cuba y Puerto Rico
tienen una sola bandera en las dos…
¡La unidad perpetua del Dos de la vida!
¡La unidad fecunda del Dos del amor!

Y estas dos banderas, que son una sola,
surgieron de otra a la vez,
del lábaro santo de Santo Domingo
partido y entero en la santa Unidad del Tres…
¡Trina y una Bandera de Dios y de Patria!
¡Trina y una Bandera Antillana de Amor y de Fe!

Autor del poema: José de Diego

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Haikus para meditar bailando bajo la lluvia

Enviado por marianotorrent  Seguir

Libro: Detrás del infinito está la vida (2021)

1
Se desperezan
las palabras que flotan
en lo invisible.

2
Prefería no
vaciarse de dolor por
no quedar solo.

3
Quiso ser tiempo.
Luego solo fue dolor.
Nunca fue nada.

4
Entre vos y yo
tres puntos suspensivos
se visten de adiós.

5
El sol, memoria
fútil, fotografía
lo que no vemos.

6
Hago cálculos.
Transpiro. Rezo. Sueño.
Me vuelvo humano.

7
De vez en cuando
conviene remojar los
pies en quimeras.

8
Los profetas de
hoy venden sus augurios
al mejor postor.

9
Siempre queda un
invierno esperando a
quien apuñalar.

10
Una hoja seca
cae. Afuera es otoño.
Adentro es jamás.

11
El eco suele
ser eficiente. Siempre
cumple su misión.

12
De cielo o barro
nace el olvido, copia
fiel del silencio.

13
Advertencia: No
tomes mis silencios al
pie de la letra.

14
No se hace solo
camino al andar: También
cuando se llora.

15
Revolotear
sobre un parpadeo y
soñar insomnios.

16
El menor de los
males tiene sabor a
consuelo a medias.

17
Mientras respiro
navegan mar adentro
los sueños rotos.

18
Hay días en que
piensas no pasa nada,
solo tu vida.

19
El pasado es
un auto que se aleja
perdiendo aceite.

20
Respirar es un
lujo equiparable a
sentirse feliz.

21
¿Y si esto es solo
el prólogo que anuncia
a la tempestad?

22
Hay voces que están
llenas de cicatrices
irreversibles.

23
Atardeceres
que parecen anuncios
del fin del mundo.

24
Crujen pisadas
sin saber dejar huellas,
ni amar, ni soñar.

25
Entre lo visto
y lo olvidado ronca
nuestra memoria.

26
Lo irremisible
quedó de pronto preso
en el espejo.

27
¿Para qué sirve
lo imposible? Para no
dejar de intentar.

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EL CÓNDOR Y EL POETA

Diálogo

POETA
-Escucha, amigo Cóndor, mi exorcismo;
obedece a la voz del mago Mitre,
que ha convertido en trípode el pupitre;
apréstate a una espléndida misión.

CÓNDOR
-¡Poeta audaz, que de mi aéreo nido
en el silencio lóbrego derramas
cántico misterioso! ¿a qué me llamas?
Yo sostengo de Chile el paladión.

POETA
-No importa; es caso urgente, es una empresa
digna de ti, de tu encumbrado vuelo,
y de tus uñas; subirás al cielo,
escalarás la vasta esfera azul.

CÓNDOR
-¿Y qué será del paladión en tanto,
cuya custodia la nación me fía?

POETA
-Puedes encomendarlo por un día
a las fieles pezuñas del Huemul.

CÓNDOR
Pero el camino del Olimpo ignoro.

POETA
-Mientes; tú hurtaste al cielo, ave altanera,
en pro de nuestros padres, la primera
chispa de libertad que en Chile ardió.

CÓNDOR
-¡Falaz leyenda! ¡Apócrifa patraña!
Robaba entonces yo por valle y cumbre,
según mi antigua natural costumbre;
monarca de los buitres era yo.
Años después, llamáronme, y conmigo
vino esa pobre, tímida alimaña,
de los andinos valles ermitaña;
y, el paladión nos dieron a guardar.
Mal concertada yunta, que, algún día,
recordando los hábitos de marras,
estuve a punto de esgrimir las garras,
y atroz huemulicidio ejecutar.

POETA
-¡Oh mente de los hombres adivina!
¡Oh inspiración profética! No sabes,
alado monstruo, espanto de las aves,
el oculto misterio de esa unión.

¡Junto a la mansa paz, atroz instinto
de pillaje y de sangre! ¡Incauto el uno,
audaz el otro en tentador ayuno,
y de la Patria en medio el paladión!

Tremendo porvenir, yo te adivino,
pero no tiemblo. Es fuerza te abras paso
de la ilustrada Europa al rudo ocaso;
está en el libro del destino así.

Sus últimos destellos da la antorcha
que el hijo de Japeto trajo al mundo;
suceda al viejo faro moribundo
joven tizón, ardiente, baladí.

CÓNDOR
-No sé, poeta, interpretar enigmas;
no entiendo de tizones ni de faro.
Deja los circunloquios, y habla claro.
¿De qué se trata? Explícate una vez.

POETA
-De aquel fuego sagrado que trajiste
¿niégaslo en vano? a un ínclito caudillo,
apenas queda agonizante brillo;
nos viene encima infausta lobreguez.
Renovarlo es preciso.

CÓNDOR
-¿Cómo?

POETA
-Debes
seguir del sol la luminosa huella,
sorprenderle, robarle una centella,
metértela en los ojos, y escapar.

CÓNDOR
-Muy bien; me guardo el fuego en las pupilas,
cual si fueran volcánicas cavernas.
¿Y qué haré luego de mis dos linternas?

POETA
-Quiero a Chile con ellas incendiar.

CÓNDOR
-¿Incendiarlo? ¿Estás loco? ¿De eso tratas?

POETA
-Incendiarlo pretendo en patriotismo;
abrasarlo, molondro, no es lo mismo;
quiero hacer una inmensa fundición.
Quiero llamas que cundan pavorosas,
descomunales llamas, llamas grandes,
que derritan la nieve de los Andes
y la de tanto helado corazón.

¿Abrasar? ¡Linda flema! -¿Es tiempo ahora
de contentarse con mezquinas brasas
que den pálida luz, chispas escasas,
como para el abrigo de un desván?
No, señor; vasto incendio, llamas, llamas,
que unas sobre las otras se encaramen,
y levantando rojas crestas bramen,
y les sirva de fuelle un huracán.

Despacha, pues; arranca; desarrolla
el raudo vuelo; tiende el ala grave,
como la parda vela de la nave
cuando silba en la jarcia el vendaval.
Vuela, vuela, plumífero pirata;
recuerda tu nativa felonía;
asalta de improviso al rey del día
en su carroza de oro y de cristal.

CÓNDOR
-Ya te obedezco, y tiendo como mandas,
el ala; aunque eso de tenderla un ave
no ligera ni leve, sino grave,
para tanto volar no es lo mejor.
Y si de más a más tenderla debo,
como la parda vela el navegante
cuando oye la tormenta resonante
que amenazando silba, peor que peor.

Que no despliega entonces el velamen,
antes amaina el cauto marinero,
y aguanta a palo seco el choque fiero,
si salvar piensa al mísero bajel.
Así lo vi mil veces, revolando
entre las nubes negras, cuando hinchaba
la Mar del Sur sus ondas, y bregaba
contra la tempestad el timonel.

POETA
-No lo entiendes: la nave del Estado
es la que yo pintaba; y la maniobra
a que apelamos hoy, cuando zozobra,
no es amainar, estúpido ladrón.

CÓNDOR
-¿Pues qué ha de hacer entonces el piloto?

POETA
-Según doctrina de moderna escuela,
debe correr fortuna a toda vela,
sin bitácora, sonda, ni timón.
Si tú leyeras, avechucho idiota,
gacetas nacionales y extranjeras,
la ignorancia en que vives conocieras;
todo ha cambiado entre los hombres ya.

Altos descubrimientos reservados
tuvo el destino al siglo diecinueve;
hoy en cualquiera charco un niño bebe
más que en un hondo río su papá.
¡Oh siglo de los siglos! ¡Cual machacas
es tu almirez decrépitas ideas!

¡Qué de fantasmagorías coloreas
en el vapor del vino y del café!
¡No era lástima ver encandilarse
los hombres estudiándose a sí mismos;
y tras mil embrollados silogismos,
salir con sólo sé que nada sé!

¡Ea, pues! ¡A la empresa! Bate el ala,
y apercibe también las corvas uñas,
y guárdate de mí si refunfuñas,
lobo rapaz, injerto de avestruz.

CÓNDOR
¿volando? -Ama aún el buitre robador su nido;
Chile, a traerte voy, no la centella
que incendiando devora, sino aquella
que da calor vital y hermosa luz.

Autor del poema: Andrés Bello

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EL AMOR ES UN CENTRO

Una esperanza un huerto un páramo
una migaja entre dos hambres
el amor es campo minado
un jubileo de la sangre
cáliz y musgo/ cruz y sésamo
pobre bisagra entre voraces
el amor es un sueño abierto
un centro con pocas filiales
un todo al borde de la nada
fogata que será ceniza
el amor es una palabra
un pedacito de utopía
es todo eso y mucho menos
y mucho más/ es una isla
una borrasca/ un lago quieto
sintetizando yo diría
que el amor es una alcachofa
que va perdiendo sus enigmas
hasta que queda una zozobra
una esperanza un fantasmita.

Autor del poema: Mario Benedetti

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