55 Poemas a la madre
A MI MADRE
Aquí, a la sombra tranquila y pura
con que nos brinda grato el hogar,
oye el acento de la ternura
que en tus oídos blanda murmura
la dulce nota de mi cantar.
La voz escucha del pecho amante
que hoy te consagra su inspiración,
a ti que aun eres tierna, incesante,
de amor sublime, de fe constante,
raudal que aliento da al corazón.
Mi voz escucha: la lira un día
un canto alzarte quiso feliz,
y en el idioma de la armonía
débil el numen ¡oh, madre mía!
no hallo un acento digno de ti.
¿Cómo tu afecto cantar al mundo,
grande, infinito, cual en sí es?
Me basta si te miro,
si la dicha y el bien sueño a tu lado,
porque tu vista calma
los agudos tormentos de mi alma.
¡Ay! Que sin ti, bien mío,
mi espíritu cansado languidece
cual planta sin rocío,
y con sombras mi frente se oscurece,
y entre congoja tanta
mi corazón herido se quebranta.
Oye mi ardiente ruego,
oye las quejas de mi angustia suma,
y generoso luego
olvida que la pena que me abruma
te reveló mi acento
en horas ¡ay! de sin igual tormento.
Escúchame y perdona:
que ya mi labio enmudeciendo calla,
y el alma se abandona
con nuevo ardor a su febril batalla,
y débil mi suspiro
se pierde de las auras en el giro.
¿Cómo pintarte mi amor profundo?
Empeño inútil, sueño infecundo
que en desaliento murió después.
De entonces, madre, buscando en prenda,
con las miradas al porvenir,
voy en mi vida, voy en mi senda,
de mis amores íntima ofrenda
Que a tu cariño pueda rendir.
Yo mis cantares lancé a los vientos,
yo di a las brisas mi inspiración;
tu amor grandeza dio a mis acentos:
fine fueron tuyos mis pensamientos
en esos himnos del corazón.
Notas dispersas que en libres vuelos
y a merced fueron del huracán,
pero llevando con mis anhelos
los mil suspiros, los mil desvelos
con que a la Patria paga mi afán.
Hoy que reunirlas plugo al destino,
quiero que abrigo y amor les des:
esa es la prenda que en mi camino
al soplo arranco del torbellino,
y a colocarla vengo a tus pies.
¡MADRE MIA!
Cuando los ojos a la vida abría,
al comenzar mi terrenal carrera,
la hermosa luz que vi por vez primera
fue la luz de tus ojos, ¡madre mía!.
Y hoy que, siguiendo mi escarpada vía,
espesas sombras hallo por doquiera,
la luz de tu mirada placentera
ilumina mi senda todavía.
Mírame, ¡oh madre!, en la postrera hora,
cuando a las sombras de mi noche oscura
avance ya con vacilante paso.
Quiero que el sol que iluminó mi aurora
sea el mismo sol que con su lumbre pura
desvanezca las brumas de mi ocaso.
A MI MADRE
Por los campos azules
caminaba mi madre
transparente y diáfana
como tarde de abril.
Al rasgarse una nube
la vi cual una diosa,
mas bella que la aurora
mas bella que la flor.
Sus ojos al mirarme
irradiaban dulzura,
y me tendió sus brazos
con infinita ternura.
No pude contenerme,
la llame suplicante:
Madre, madre, -le dije-
! Mi madrecita amante...!
Los sollozos me ahogaban,
de mis ojos las lágrimas
por mi cara corrían
y la tierra reseca, humedecían.
"No llores, hija mía
- oí que me decía-
No llores, hija mía,
turbas mi corazón"
Vi por un instante
nublarse su semblante
y tuve mucho miedo
verla desaparecer.
! Oh, madre, madre santa !
no quiero verte triste,
lo único que quiero
es irme allá con vos.
Pues, sé que son las madres,
amor de los amores,
los ángeles custodios
y el corazón de Dios.
MADRE
Madre, desde la lejanía de tu gloria
me llegan con frecuencia bendiciones,
e infantiles fragmentos de oraciones
que suavizan la piel de la memoria.
Tu espíritu es un ave migratoria
que abandona las plácidas regiones,
para cubrir de aladas protecciones
al hijo, que tropieza con su historia.
Así, como hace tiempos, de pequeño
con mis lamentos perturbé tu sueño
y lo sacrificaste todo por mi suerte;
igual que cuando al mundo me trajiste:
¡bésame tiernamente si estoy triste
y arrúllame en la hora de la muerte!.
MADRE, LLÉVAME A LA CAMA
Madre, llévame a la cama.
Madre, llévame a la cama,
que no me tengo de pie.
Ven, hijo, Dios te bendiga
y no te dejes caer.
No te vayas de mi lado,
cántame el cantar aquél.
Me lo cantaba mi madre;
de mocita lo olvidé,
cuando te apreté a mis pechos
contigo lo recordé.
¿Qué dice el cantar, mi madre,
qué dice el cantar aquél?
No dice, hijo mío, reza,
reza palabras de miel;
reza palabras de ensueño
que nada dicen sin él.
¿Estás aquí, madre mía?
porque no te logro ver....
Estoy aquí, con tu sueño;
duerme, hijo mío, con fe.
INVOCACIÓN
¡Madre, ya nada será igual!
Ni los días lluviosos
En el portal de casa,
Ni la luna rociando
Su luz en nuestros ojos.
Ya no podrán brindarnos
Ese silencio largo
que entraba por las puertas
abiertas de la casa.
Se han caído del techo
Las maderas podridas,
Lo que fue aquel jardín
Lleno de clavellinas
Se nutre hoy de las viejas
tristezas del olvido….
Ya no es igual el canto
Del sinsonte en la jaula,
Ni el sabor del mamey
Tomado de una rama.
Nos movemos fantasmas
Por un mundo maltrecho
Que no quiere de nuevo
Saber que estamos vivos.
Sobre el espacio amplio
De todas las memorias;
Tu mano suave toca
Mi mano desterrada,
Y una lágrima rota
Rueda por tus mejillas…
Es que nada podrá ser igual:
Ya no somos los mismos.
A MI MADRE
¡Oh, cuan lejos están aquellos días
en que cantando alegre y placentera,
jugando con mi negra cabellera,
en tu blando regazo me dormías!
¡Con que grato embeleso recojías
la balbuciente frase pasajera
que, por ser de mis labios la primera
con maternal orgullo repetías!
Hoy que de la vejez en el quebranto,
mi barba se desata en blanco armiño,
y contemplo la vida sin encanto,
al recordar tu celestial cariño,
de mis cansados ojos brota el llanto,
porque, pensando en tí, me siento niño
Un golpe dí con temblorosa mano
sobre su tumba venerada y triste;
y nadie respondió ... Llamé en vano
porque ¡la madre de mi amor no existe!
Volví a llamar, y del imperio frío
se alzó una voz que dijo: ¡Si existe!
Las madres, nunca mueren ... Hijo mío
desde la tumba te vigilo triste ...
¡Las madres, nunca mueren!
Si dejan la envoltura terrenal,
suben a Díos, en espiral de nubes...
¡La madre, es inmortal!
TÚ NO HAS MUERTO
Madre, madre: yo sé que tú no has muerto
y que en aquella tarde me engañaron
cuando la negra caja se llevaron
y nuestro humilde hogar quedó desierto. […]
Yo sé que vienes, cariñosa y buena,
a consolarme cuando estoy enfermo,
cuando estoy triste a compartir mi pena
y acariciar mi frente cuando duermo. […]
Viva estás para mí. Ni una ceniza
cubre el sagrado fuego en que me inflamo.
Viva estás para mí, porque te amo,
¡y el amor a los muertos eterniza!
Y pues mi amor le impide retenerte,
en el sepulcro aquél no estás cautiva.
Tú nunca has de morir mientras yo viva:
¡el amor es más fuerte que la muerte!
CONVERSACIÓN
¡Eres un bello cielo de otoño, claro y rosa!
Pero en mí, la tristeza asciende como el mar,
Y en su reflujo deja en mis cansados labios,
El punzante recuerdo de sus limos amargos.
-Se desliza tu mano por mi agotado pecho;
Lo que ella en vano busca, es un hueco asolado
Por las feroces garras que esconde la mujer.
Mi corazón no busques, fue pasto de las fieras.
Ahora es como un palacio saqueado por las turbas,
Donde beben, se matan, se arrancan los cabellos.
-Flota un perfume en torno de tu desnudo cuello!...
¡Tú lo quieres, Belleza, flagelo de las almas!
Con tus ojos de fuego, como fiestas lujosas,
¡Calcina esos despojos que evitaron las fieras!
Madres reales
Enviado por adrianny-gold Seguir
Mujer que dé a luz cualquiera,
Pero el valor de una madre no se supera.
Intente compararlas con las estrellas,
Pero no podría pagar la cuenta.
Todas las noches se desvelan,
Después del largo día y sin quejas,
Aun con sus errores son perfectas,
Tiernas por naturaleza.
Autor: Adrianny Garcia
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