Poemas 

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Aquí, en la portada, puedes leer los 100 mejores poemas de siempre, según vuestros votos, separados en dos listas: 50 son de autores consagrados, y los otros 50 de usuarios. Tiene mucho mérito aparecer en esta selección, así que si te esfuerzas a lo mejor te puntúan tan bien que sales aquí. ¡No dejes de intentarlo!

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 TOP50 Usuarios TOP50 Yavendrás

DILE A LOS NIÑOS

Dile a los niños
que es cierto: el amor
sigue latiendo.

Autor del poema: Luis Francisco Cintrón

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AIRE

Olvido
puerta cerrada
Sobre la tierra inclinada
Tiembla un árbol
Y solo
Canta un pájaro
Sobre el tejado
No hay más luz
Que el sol
Y los signos que hacen tus dedos

Autor del poema: Pierre Reverdy

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ADONAÏS (FRAGMENTO)

I

Murió Adonais y por su muerte lloro.
Llorad por Adonais, aunque las lágrimas
no deshagan la escarcha que les cubre.
Y tú, su hora fatal, la que, entre todas,
fuiste elegida para nuestro daño,
despierta a tus oscuras compañeras,
muéstrales tu tristeza y di: conmigo
murió Adonais, y en tanto que el futuro
a olvidar al pasado no se atreva,
perdurarán su fama y su destino
como una luz y un eco eternamente.


II

Oh poderosa madre, ¿dónde estabas
cuando él murió, cuando cayó tu hijo
bajo las flechas que lo oscuro cruzan?
¿En dónde estaba la perdida Urania,
cuando él murió?... Con sus velados ojos
permanecía atenta entre los Ecos,
allá en su Edén… De nuevo vida daba
alguien, con suave y amoroso aliento,
a todas las marchitas melodías,
con las que, como flores que se mofan
del sepulto cadáver, adornaba
el futuro volumen de la muerte.


III

Llora por Adonais puesto que ha muerto.
Oh madre melancólica, despierta,
despierta y vela y llora todavía.
Apaga cerca de su ardiente lecho
tus encendidas lágrimas y deja
que tu clamante corazón, lo mismo
que el suyo, guarde un impasible sueño.
El cayó ya en el hueco a donde todo
cuanto hermoso y noble descendiera.
No sueñes, ay, que el amoroso abismo
te lo devuelva al aire de la vida.
Su muda voz la devoró la muerte,
que ahora se ríe al vernos sin consuelo.

Autor del poema: Percy Bysshe Shelley

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A RUBÉN DARÍO

I

Amo tu clara gloria como si fuera mía,
de Anadiomena engendro y Apolo Musageta,
nacido en una Lesbos de luz y poesía
donde las nueve musas ungiéronte poeta.

Grecia en los astros de oro tu nombre grabaría;
en ti, el pagano numen renace y se completa;
mas —con los ojos fijos de Jesús en la meta—
gozas el pan y el vino de tu melancolía.

El águila de Esquilo te regaló su pluma,
el pájaro de Poe lo vago de su bruma,
el ave columbina su corazón de miel.

Anacreón sus mirthos, azucenas y rosas,
Ovidio el misterioso secreto de las cosas,
Pitágoras su ritmo y Scopas su cincel.

II

Liróforo de triste mirada penetrante
que al son órfico ajustas la gama de los seres,
que sabes los secretos pristinos del diamante
y conoces el alma sutil de las mujeres.

Délfico augur, hermético y sacro hierofante
que oficias en el culto prolífico de Ceres,
que azuzas de tus metros la tropa galopante
sobre la playa lírica y argéntea de Citeres;

tu grey bala en las églogas del inmortal idilio,
tu pífano melódico fue el que tocó Virgilio
en la mañana antigua, de alondras y de luz;

tu azur es el radioso zafir del mito heleno,
tu trueno wagneriano el olímpico trueno
¡y tu congoja lúgubre la que gritó en la cruz!

III

Es hora ya que suenen tus líricos clarines
saludando el venir de la futura aurora
de paz. A los cruzados y nobles paladines
que hacen temblar la tierra; es la propicia hora.

Tu lira pon al cuello de la pujante prora,
para que así nos sigan sirenas y delfines;
y que tus versos muestren su espada vengadora
asida por los dedos de airados serafines.

Verbo de anunciaciones de nuestro Continente,
vate proteico, noble, magnífico y vidente,
que tiene de paloma, de abeja y de león;

la gloria te reserva su más ilustre lauro:
humillar la soberbia del rubio minotauro
como el divino Jorge la testa del dragón.

Autor del poema: Juan Ramón Molina

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AMOR

Todos los que amo
están en ti
y tú
en todo lo que amo.

Autor del poema: Claribel Alegría

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EL AGRADECIMIENTO

El agradecimiento
envejece rápidamente.

Autor del poema: Aristóteles

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LO IMPORTANTE ES QUE HABLEN

Lo importante es que hablen
de ti,
aunque sea bien.

Autor del poema: Salvador Dalí

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EL DIABLO EN EL PARAÍSO

El hombre se come el pasto
El burro los caramelos
La nieta manda al abuelo
Y la sota al rey de bastos
L'agua la llevo en canasto
Me duermo debajo el catre
Todo lo endulzo con natre
Bailo en la tumba del muerto
Mentira todo lo cierto
Gritaba desnudo un sastre.

Los pajes son coronados
Los reyes friegan el piso
El diablo en el paraíso
Y presos van los soldados
Se perdonan los pecados
Fusilamiento de jueces
En seco nadan los peces
Será un acabo de mundo
Cuando en los mares profundos
Las arboledas florecen.

Los justos andan con grillos
Y libres van los perversos
Noventa cobres un peso
Seiscientos gramos un kilo
Los futres andan pililos
Los gordos son raquíticos
Brincaba un paralítico
Sobre un filudo machete
Ocho por tres veintisiete
Divide un matemático.

De asiento tienen el piano
Tocan música en la silla
Caín es la maravilla
Para el abel de su hermano
Caminar es con las manos
Los santos son pendencieros
Bendicen a los rateros
Se acuesta el perro en la cuna
Debajo de blanca luna
La guagua muerde al rondero.

Aquí termina el ejemplo
Fue por el mundo al revés
Y con la venia de usted
Al teatro lo llaman templo
Muy plácido te contemplo
Dice el bandido a su presa
Es más hereje el que reza
Los viejos van a la escuela
Los niños a la rayuela
Ya nadie tiene cabeza.

Autor del poema: Violeta Parra

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TUS OJOS

Tus ojos son la patria
del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento,
mar sin olas, pájaros presos,
doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque
en donde la luz canta en el hombro
de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana
encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo,
puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea, páramo.

Autor del poema: Octavio Paz

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NO HAY BIEN QUE DEL MAL ME GUARDE

No hay bien que del mal me guarde,
temeroso y encogido,
de sinrazón ofendido
y de ofendido cobarde.
Y aunque mi queja, ya es tarde,
y razón me la defiende,
más en mi daño se enciende,
que voy contra quien me agravia,
como el perro que con rabia
a su mismo dueño ofende.

Autor del poema: Vicente Espinel

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