10 Poemas de Salvador Rueda 

TU CARNE

Está tu carne de ágata y de rosa
donde el sol con la nieve se combina
dotada de una luz casi divina,
casi extrahumana y casi milagrosa.

Tiene ideal traslucidez preciosa
que cual racimo de oro te ilumina,
y en tu cutis de leche se adivina
sangre de fresas pura y ruborosa.

Tu seno en flor de redondez de astro,
es una clara piedra de alabastro
que deja ver transparentarse el día.

Como a santo cristal sin mancha alguna
a él asomé para mirar la luna,
e igual que tras de un ámbar la veía.

Autor del poema: Salvador Rueda

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NOVIA DE LA TIERRA

Mirarte solo en mi ansiedad espero,
solo a mirarte en mi ansiedad aspiro,
y más me muero cuanto más te miro,
y más te miro cuanto más me muero.

El tiempo, pasa por demás ligero,
lloro su raudo, turbulento giro,
y más te quiero cuanto más suspiro,
y más suspiro cuanto más te quiero.

Deja a tu talle encadenar mi brazo,
y, al blando son con que nos brinda el remo,
la mar surquemos en estrecho lazo.

Ni temo al viento ni a las ondas temo,
que más me quemo cuanto más te abrazo,
y más te abrazo cuanto más me quemo.

Autor del poema: Salvador Rueda

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MÁLAGA

Málaga es "inglesa" y mora
á la vez que es andaluza;
Guadalmedina la cruza
y el Puerto la condecora;
Gibralfaro la avalora
y la Caleta sin par;
la emblanquece su Azahar
y la dora su alegría;
en su torre se abre el día
y á sus pies se rompe el mar.

Esa es Málaga la bella
paraíso en que nací;
entre sus luces viví
y mi sér formóse en ella.
Dios quiso al crear mi estrella
darme la vida en su ambiente,
y llevo fijo en mi mente
su nombre que tanto quiero,
cual si llevara un lucero
en la mitad de la frente.

Allá van sus pescadores
con los obscuros bombachos
columpiando los cenachos
con los brazos cimbradores.
Del pregón á los clamores
hinchan la venas del cuello;
y en cada pescado bello
se ve una escama distinta,
en cada escama una tinta
y en cada tinta un destello.

Clavadas en penca verde
van las "biznagas" fragantes,
cuyas esencias flotantes
la brisa en sus ondas pierde.
No hay alma que no recuerde
de esa flor el movimiento;
la mujer mueve al son lento
la penca con sus olores,
la penca mueve las flores
y los jazmines el viento.

Ved allá la bailarina
con sus vueltas caprichosas;
sus pies, cual dos mariposas,

en raudos juegos combina.
Parece en la gasa fina
una espiral de arrebol,
un flotante caracol,
una sierpe que circula,
y un remolino que ondula
como una tromba de sol.

Acá y allá entremezclados
se oyen pregones á miles
con sus gorgeos gentiles
con música combinados.
Llena los aires dorados
un concertante sonoro,
y la ciudad canta á coro
su malagueña fermata,
por mil registros de plata
y mil registros de oro.

El lenguaje alegre y fresco
cual leve cinta se enreda
lo mismo que hacerlo pueda
el más flexible arabesco.
Es un hablar pintoresco
todo calados y cruces.
¡Abalorios andaluces
hechos de escalas distintas,
que á veces rompen en tintas,
y á veces rompen en luces!

Oíd también su guitarra:
ella es la musa española
con su seno de manola
y su cintura de jarra.
Bajo el verdor de la parra
da á la brisa este cantar:
Llevo en el alma un pesar
del que tengo que morir;
ni se quita con reír,
ni se quita con llorar.

La enredadera guarnece
la reja, de que es esclava,
donde se (pela la pava)
hasta que el día amanece.
Detrás un rostro florece
sembrado de maravillas;
estalla un beso á hurtadillas,
y cual señal de victoria,
repica tocando á gloria
el cerco de campanillas.

Ved su catedral triunfante:
¡qué proporciones severas!
¡Que columnas cual palmeras
y qué cúpula sonante!
Rasgan la mole gigante
largos vidrios de colores
con polícromos primores
y cien figuras cautivas,
que parecen por lo, vivas
hechas con sangre de flores.

Su esplendorosa Caleta
la ve mi mente ilusoria
cual calle real de la gloria
al borde del mar sujeta.
Ni el más brillante poeta
pudiera hacer su pintura:
cantara su arquitectura
y sus estilos diversos;
¡más no el mar, porque no hay verso
para tan grande hermosura!

Entre cajas en hileras
que las prenden como franjas,
ved envolviendo naranjas
á las lindas faeneras.
De amar les salen ojeras,
y tienen en su hermosura,
de las pasas, la dulzura;
de los chumbos, lo punzante;
del plátano, lo arrogante;
y del limón, la frescura.

Málaga ciñe á sus sienes
uvas por claros rubíes,
(parrales) y (marbellíes)
y (tempranas y lairenes).
Las (montúas) y (jaenes)
le forman regios collares;
sus zarcillos singulares
son (moscateles) severas,
y brillan en sus pulseras
(largas), (tintas) y (mollares).

La infernal algarabía
de las burbujas de aceite
brinda al olfato deleite
en la alegre (freiduría).
Con hervidora armonía
crujen sobre la fogata
salmonetes de escarlata,
lisas de azules colores,
brecas de cien resplandores,
y boquerones de plata.

Tiene una copla y un vino
con que se canta y se sueña;
la copla es la (malagueña),
y el vino, un vino divino.
Mientras una lanza el trino,
otro derrama sus gotas;
ella vierte escalas rotas
y él destellos andaluces;
él emborracha con luces
y ella emborracha con notas.

Ved su parque, maravilla
de luz, colores y esencias,
que no lo tienen Valencia
ni Granada, ni Sevilla.
Enrejados de mantilla
semejan sus divisiones,
y sus vivas variaciones
me recuerdan los matices
de los pérsicos tapices
y los chinescos mantones.

Ved su ambiente ¡qué alegría!
ved su Puerto ¡qué grandeza!
ved sus campos ¡qué belleza!
ved su cielo ¡qué poesía!
ved sus aves ¡qué armonía!
ved sus calles ¡qué graciosas!
ved sus jardines ¡qué rosas!
ved sus coplas ¡qué ternura!
ved sus hombres ¡qué bravura!
ved sus mujeres ¡qué hermosas!

Así es Málaga la mora
y la (inglesa) y la andaluza;
Guadalmedina la cruza
y el Puerto la condecora.
Gibralfaro la avalora
y la Caleta sin par;
la emblanquece su azahar
y la dora su alegría;
en su torre se abre el día
y á sus pies se rompe el mar.

Autor del poema: Salvador Rueda

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EL COHETE

Lanzóse audaz a la extensión sombría.
Y era al hender el céfiro sonante,
Un surtidor de fuego palpitante
Que en las ondas del aire se envolvía.

Viva su luz como la luz del día,
Resplandeció en los cielos fulgurante
Cuando la luna en el azul radiante
Como rosa de nieve se entreabría.

Perdióse luego su esplendor rojizo,
Siguió fugaz cual raudo meteoro
Y al fin surgió como candente rizo.

Paró de pronto su silbar sonoro;
Y tronando potente, se deshizo
En un raudal de lágrimas de oro.

Autor del poema: Salvador Rueda

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RAMO DE LIRIOS

Porque de ti se vieron adorados,
tengo un vaso de lirios juveniles:
unos visten pureza de marfiles;
los otros terciopelos afelpados.
Flores que sienten, cálices alados
que semejan tener sueños sutiles,
son los lirios, ya blancos y gentiles,
ya como cardenales coagulados.
Cuando la muerte vuelva un ámbar de oro
tus largas manos de ilusión que adoro,
iré lirios en ellas a tejerte.
Y mezclarán sus tallos quebradizos
con sus dedos cruzados y pajizos,
¡que fingirán los lirios de la muerte!

Autor del poema: Salvador Rueda

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LAS BODAS DEL MAR

Ya acudes a tu cita misteriosa
con el inquieto mar, luna constante,
y asoma las playas de Levante,
hostia de luz, tu cara milagrosa.

En la onda azul, cual nacarada rosa,
se abre tu seno con pasión de amante,
y dibuja un reguero rutilante
tu pie sobre la espuma en que se posa.

El agua, como un tálamo amoroso,
te ofrece sus cristales movedizos
donde tiendes tu cuerpo luminoso.

Y al ostentar desnuda tus hechizos,
el mar, con un abrazo tembloroso,
te envuelve en haz de onduladores rizos...

Autor del poema: Salvador Rueda

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LAS CANÉFORAS

Deteniendo severo magistrado
su pie ante las Canéforas preciosas,
mira en sus caras de purpúreas rosas
el pudor por carmines dibujado.

El temblador ropaje replegado
les da esbeltez de vírgenes graciosas
y llevan en las manos primorosas
ricas bandejas de oro cincelado.

Sobre el metal que espejeando brilla,
del sacrificio llevan la cuchilla
que al magistrado, cándidas, ofrecen.

Y le brindan también trigo flamante,
que en las caneas de oro rutilante
rubios granizos con el Sol parecen.

Autor del poema: Salvador Rueda

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BAILADORA

Con un chambergo puesto como corona
y el chal bajando en hebras a sus rodillas,
baila una sevillana las seguidillas
a los ecos gitanos que un mozo entona.

Coro de recias voces canta y pregona
de su rostro y sus gracias las maravillas,
y ella mueve, inflamadas ambas mejillas,
el regio tren de curvas de su persona.

Cuando enarca su cuerpo como culebra
y en ondas fugitivas gira y se quiebra
al brillante reflejo de las arañas,

estalla atronadora vocinglería,
y en un compás amarra la melodía
palmas, risas, requiebros, cuerdas y cañas.

Autor del poema: Salvador Rueda

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EL AVE DEL PARAÍSO

Ved el ave inmortal, es su figura;
la antigüedad un silfo la creía,
y la vio su extasiada fantasía
cual hada, genio, flor o llama pura.

Su plumaje es la luz hecha locura,
un brillante hervidero de alegría
donde tiembla la ardiente sinfonía
de cuantos tonos casa la hermosura.

Su cola real, colgando en catarata;
y dirigida al sol, haz que desata
vivo penacho de arcos cimbradores.

Curvas suelta la cola sorprende,
y al aire lanza cual tazón de fuente
un surtidor de palmas de colores.

Autor del poema: Salvador Rueda

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CLAVELLINERO

Quiero cuando yo muera, Patria mía,
que formes con mi cráneo una maceta,
y de sus ojos por la doble grieta
eches la tierra que tus flores cría.

En su interior de luz y de armonía
deja una mata de clavel sujeta,
y ese clavellinero de poeta
te brindará corolas como el día.

Por mi boca, mis ojos, mis oídos,
entreabriré capullos encendidos
con que de galas quedaré cubierto.

Y, cuando en mayo florecer me veas,
aún lanzaré claveles como ideas
para besarte hasta después de muerto.

Autor del poema: Salvador Rueda

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