83 Poemas de la noche 

LA NOCHE

¡Salve, noche sagrada! Cuando tiendes
desde el éter profundo
bordada con el oro de los astros
tu lóbrega cortina sobre el mundo;
cuando, vertiendo la urna de la sombra,
con el blando rocío de los beleños
vas derramando en la Creación dormida
las negras flores de los vagos sueños,
el fúnebre silencio y la honda clama
que a los misterios de no ser convida,
entonces, como flor de las tinieblas,
para vivir en ti, se abre mi alma.

Hermosa eres ¡Oh noche!
Hermosa cuando límpida, serena,
Rivalizando con el mismo día,
Rueda tu luna llena,
Joya de Dios, en la región vacía;
Hermosa cuando opaca,
Esa luna, ya triste, se reclina
En la argentada nube
Que apenas, melancólica, ilumina,
Tan apacible en su divina calma
Que, viéndola, los ojos se humedecen
Y, sin saber por qué, suspira el alma.

Hermosa cuando negra
Como el seno del caos, la eterna sombra,
Insondable y desierta,
Chispea de estrellas, que alumbran parecen,
Pálidos cirios, a la tierra muerta.
¡Y más hermosa aún, cuando agitando
su densa cabellera de tinieblas
trenzadas con el rayo, la tormenta
borra los astros y fulgura y brama,
y azotando los cielos con la llama
del relámpago lívido, revienta!

Entonces, sólo entonces, el aliento
Del huracán que ruge embravecido,
Al rasgar la centella el firmamento,
Al estallar el trueno, es cuando siento
Latir mi corazón, latir henchido
De salvaje embriaguez . . . Quieren mis ojos
Su mirada cruzar fiera y sombría
Con la mirada eléctrica del rayo,
Fatídica también. . Mi pecho ansía
Aspirar en tu atmósfera de fuego
Tu aliento, tempestad . . . ¡Y que se pierda
La ardiente voz de mi agitado seno
En la explosión magnífica del trueno!

¡Quiero sentir que mi cabello azota
la ráfaga glacial; quiero en mi frente
un beso de huracán, y que la lluvia
venga a mezclar sus gotas con la gota
en que tal vez mi párpado reviente!

Noche de tempestad, noche sombría,
¿acaso tú no eres
la imagen de lo que es el alma mía?
Tempestad de dolores y placeres,
Inmenso corazón en agonía. . .

También así, como en sereno cielo
De blanca luz y fúlgidas estrellas,
Miré pasar en delicioso vuelo,
Como esas nubes que argentó la luna,
Fantásticas y bellas
Mis quimeras de amor y de fortuna.
Y así también, de pronto, la tiniebla
Mis astros apagó, rasgó la nube
Cárdeno rayo en explosión violenta,
Y en mi alma desataron
El dolor y la duda su tormenta.

¿Quién como yo sintió? ¿Quién de rodillas
cayó temblando de pasión ante Ella
¿Quién sintiendo corres por sus mejillas
el llanto del amor, en ese llanto
mojó los besos que dejó en su huella?
¿Quién como yo, mirando realizada
la ansiada dicha que alcanzó el empeño,
al irla a disfrutar vio disiparse
en la sombra, en la nada,
la mentira de un sueño?
¿Quién de la vida al seductor banquete
llegó jamás con juventud más loca?
La copa del festín ¿quién más acerba
Apartó de su boca?

¿Quién como yo ha sentido
para tanto dolor el seno estrecho,
y de tanto sollozo comprimido
dolerle el corazón dentro del pecho?
¿Quién a despecho de su orgullo de hombre
ha sentido, cual yo, del alma rota
brotar la acerba gota
de un escondido padecer sin nombre?
¿Quien, soñador maldito,
al quemar, como yo, sus dioses vanos,
por sofocar del corazón el grito
se apretó el corazón con ambas manos?
¿Quién como yo, mintiendo indiferencia
y hasta risas y calma,
atraviesa tan solo la existencia
con una tempestad dentro del alma?

¿Quien busca, como yo, tus muertas horas
¡oh, noche! Y tus estrellas,
fingiendo que son ellas
las lágrimas de luz con que tú lloras?
¿Quién ama como yo tu sombra muda,
tu paz de muerte, y el silencio grave,
a quien la voz de los misterios diste,
y tus suspiros que las auras llevan,
y tu mirada de luceros triste?

Mi alma es la flor, la flor de las tinieblas,
El cáliz del amor y los dolores,
Y se abre, ¡oh, noche! En tu regazo frío,
Y espera, así como las otras flores,
Tu bienhechor rocío.

Hijo yo del dolor, tu negra clama
Es el mejor abrigo,
Para ver en la sombra, sin testigo,
Una noche en el cielo, otra en el alma.

Autor del poema: Manuel María Flores

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LOS ELEMENTOS DE LA NOCHE

Bajo el mínimo imperio que el ver no ha roído
se derrumban los días, la fe, las previsiones.
En el último valle la destrucción se sacia
en ciudades vencidas que la ceniza afrenta.

La lluvia extingue
el bosque iluminado por el relámpago.
La noche deja su veneno.
Las palabras se rompen contra el aire.

Nada se restituye, nada otorga
el verdor a los campos calcinados.

Ni el agua en su destierro
sucederá a la fuente
ni los huesos del águila
volverán por sus alas.

Autor del poema: José Emilio Pacheco

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CUANDO LA DULCE NOCHE

Cuando la dulce noche, como una dulce amante,
Avanza paso a paso, a la caída del día,
Avanza en el cielo, tierna, tímida y lenta,
Muy feliz de un loco amor

Cuando los mudos fuegos abandonan el clemente cielo,
Puntean en la noche, discretos, chispeantes,
Esparcen a lo lejos sus haces de artificio,
En los espacios puros y blancos

Cuando el cielo amoroso en el seno de las sombrías redes,
Todo caluroso de ese Sol que acaba de abrasarlo,
A la Tierra, para llenarlo de amor y de sombras
Se unen en un abrasador beso

Cuando se refleja como en un límpido lago,
La estrella del azul celeste, sobre el suelo transparente,
Brilla en el seno de la hierba una estrella tímida,
Esa estrella del gusano fulgurante

Cuando en las brisas de la tarde, la hoja temblorosa,
A ese tierno contacto ha cerrado su seno,
Y conserva durmiéndose la frescura olorosa
Que debe perfumar la mañana.

Cuando sobre el sombrío azul, como un triste fantasma,
El ciprés de ese campo donde termina el dolor,
Está allá, más triste y frío que un misterioso salmo
Que cae sobre un tono menor

Cuando inclinando su cabeza a los secretos quejidos
El tejo, como con grandes brazos agita sus ramas,
Y muy melancólico, en palabras mudas,
Charla bajo con las tumbas

Cuando en la cuna de Dios, sobre la durmiente rama,
El apacible y feliz pájaro encontró el sueño,
Cuando el hilo de la Virgen ha recuperado su tienda
Esperando algún Sol

Cuando la cruz desplegada en su forma incierta,
Sobre el camino del Cielo con sus dos brazos de dolores,
En la noche que la cerca en su humilde aliento
Está chorreante de lágrimas.

Cuando toda la naturaleza, y la estrella de la piedra,
Y el árbol del camino, la cruz de la encrucijada,
Se revisten de la sombra, del misterio,
Después de las fatigas del día.

Cuando todo nos habla de corazón, cuando la mujer temblorosa,
Tiene más de voluptuosidad que el Sol por el día,
¡Oh! ven, te diré todo eso que tengo en el alma,
Todo eso que tengo de tierno amor.

Autor del poema: Julio Verne

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LUEGO DE UNA NOCHE SOÑARTE MI...

Enviado por alan55  Seguir

Luego De Una Noche Soñarte
Mi Presente Es Recordarte
Traer A La Memoria Como
Llenabas Mis Dias, Como
Inquietabas Mis Noches
Es No Olvidarte

Mi Futuro Es Buscarte

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A LA NOCHE

Salve, oh tú, noche serena,
Que al mundo velas augusta,
Y los pesares de un triste
Con tu oscuridad endulzas.

El arroyuelo a lo lejos
Más acallado murmura,
Y entre las ramas el aura
Eco armonioso susurra.

Se cubre el monte de sombras
Que las praderas anublan,
Y las estrellas apenas
Con trémula luz alumbran.

Melancólico ruido
Del mar las olas murmuran,
Y fatuos, rápidos fuegos
Entre sus aguas fluctúan.

El majestuoso río
Sus claras ondas enluta,
Y los colores del campo
Se ven en sombra confusa.

Al aprisco sus ovejas
Lleva el pastor con premura,
Y el labrador impaciente
Los pesados bueyes punza.

En sus hogares le esperan
Su esposa y prole robusta,
Parca cena, preparada
Sin sobresalto ni angustia.

Todos suave reposo
En tu calma, ¡oh noche!, buscan,
Y aun las lágrimas tus sueños
Al desventurado enjugan.
¡Oh qué silencio! ¡Oh qué grata
Oscuridad y tristura!
¡Cómo el alma contemplaros
En sí recogida gusta!

Del mustio agorero búho
El ronco graznar se escucha,
Que el magnífico reposo
Interrumpe de las tumbas.

Allá en la elevada torre
Lánguida lámpara alumbra,
Y en derredor negras sombras,
Agitándose, circulan.

Mas ya el pértigo de plata
Muestra naciente la luna,
Y las cimas del otero
De cándida luz inunda.

Con majestad se adelanta
Y las estrellas ofusca,
Y el azul del alto cielo
Reverbera en lumbre pura.

Deslízase manso el río
Y su luz trémula ondula
En sus aguas retratada,
Que, terso espejo, relumbran.

Al blando batir del remo
Dulces cantares se escuchan
Del pescador, y su barco
Al plácido rayo cruza.

El ruiseñor a su esposa
Con vario cántico arrulla,
Y en la calma de los bosques
Dice él solo sus ternuras.

Tal vez de algún caserío
Se ve subir en confusas
Ondas el humo, y por ellas
Entreclarear la luna.

Por el espeso ramaje
Penetrar sus rayos dudan,
Y las hojas que los quiebran,
Hacen que tímidos luzcan.

Ora la brisa suave
Entre las flores susurra,
Y de sus gratos aromas
El ancho campo perfuma.

Ora acaso en la montaña
Eco sonoro modula
Algún lánguido sonido,
Que otro a imitar se apresura.

Silencio, plácida calma
A algún murmullo se juntan
Tal vez, haciendo más grata
La faz de la noche augusta.

¡Oh! salve, amiga del triste,
Con blando bálsamo endulza
Los pesares de mi pecho,
Que en ti su consuelo buscan.

Autor del poema: José de Espronceda

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DE LA LARGA NOCHE

Te vi en la larga noche por última vez
como un difuso recuerdo.
La misma noche que, sin ti,
se hizo eterna.

Vagué por los rincones de la memoria,
tratando de mantenerte viva.
Y, en cada encrucijada,
retumbaban los lamentos de mi mala suerte.

Más fue tan larga la noche,
que olvidé tu sonrisa,
que olvidé tus caricias,
que olvidé que te quería.

Autor del poema: Nemo

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NOCTURNO

Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero ruido…

En los instantes del silencio misterioso,
cuando surgen de su prisión los olvidados,
en la hora de los muertos, en la hora del reposo,
¡sabréis leer estos versos de amargor impregnados!…

Como en un vaso vierto en ellos mis dolores
de lejanos recuerdos y desgracias funestas,
y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.

Y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
y la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací!

Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.

Autor del poema: Rubén Darío

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SEPTIEMBRE

Aquella noche de septiembre, fuiste
tan buena para mí... hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste
Yo no sé lo demás... y para eso,
yo no sé por qué fui triste... tan triste!

Sólo esa noche de septiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios... y te fui dulce!

Y también fue una tarde de septiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.

Autor del poema: César Vallejo

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MEDIA NOCHE

Este silencio lleno de morfina
goza un mareo de profundidades,
donde el alma poética se inclina
atisbando soñadas claridades;

y se pierde en la sed, de una divina
procesión de simbólicas beldades:
novia blanca, y azul, y cristalina,
novia llena de espiritualidades.

Las doce de la Noche. Muy aprisa
pasa el arco invisible de la brisa
sobre el cordaje rudo de la fronda;

y el soñador bohemio, bajo una
borrachera, vacua ante la luna
que le clava su hostia pura y honda.

Autor del poema: Luis Palés Matos

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INSOMNE

Hay algunas noches cuando
el sueño juega tímido,
distante y desdeñoso.
Y todos los engaños que empleo para ganar
sus servicios a mi lado
son inútiles como orgullo herido
y mucho más dolorosos.

Autor del poema: Maya Angelou

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Desde el 31 hasta el 40 de un total de 83 Poemas de la noche

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