83 Poemas de la noche 

CASI ALBA

Casi alba,
como decir arroyo entre la fuente,
como decir estrella,
como decir paloma en cielo de alas.

Esta noche se ha ido casi aurora,
casi ronda de luna entre montañas,
como una sensación de golondrina
al picar su ilusión en una rama.

Amanecer, sin alas para huirse,
regreso de emoción hasta su alma,
palomitas de amor entre mis manos
que al asalto de amor subieron castas.

Noche rasgada al tiempo repetido,
detenida ciudad de esencias altas,
como una claridad rompes mi espíritu,
circundas mi emoción como una jaula.

Amor callado y lejos...
tímida vocecita de una dalia,
así te quiero, íntimo,
sin saberte las puertas al mañana,
casi sonrisa abierta entre las risas,
entre juego de luces, casi alba...

Autor del poema: Julia de Burgos

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LA NOCHE

¡Salve, noche sagrada! Cuando tiendes
desde el éter profundo
bordada con el oro de los astros
tu lóbrega cortina sobre el mundo;
cuando, vertiendo la urna de la sombra,
con el blando rocío de los beleños
vas derramando en la Creación dormida
las negras flores de los vagos sueños,
el fúnebre silencio y la honda clama
que a los misterios de no ser convida,
entonces, como flor de las tinieblas,
para vivir en ti, se abre mi alma.

Hermosa eres ¡Oh noche!
Hermosa cuando límpida, serena,
Rivalizando con el mismo día,
Rueda tu luna llena,
Joya de Dios, en la región vacía;
Hermosa cuando opaca,
Esa luna, ya triste, se reclina
En la argentada nube
Que apenas, melancólica, ilumina,
Tan apacible en su divina calma
Que, viéndola, los ojos se humedecen
Y, sin saber por qué, suspira el alma.

Hermosa cuando negra
Como el seno del caos, la eterna sombra,
Insondable y desierta,
Chispea de estrellas, que alumbran parecen,
Pálidos cirios, a la tierra muerta.
¡Y más hermosa aún, cuando agitando
su densa cabellera de tinieblas
trenzadas con el rayo, la tormenta
borra los astros y fulgura y brama,
y azotando los cielos con la llama
del relámpago lívido, revienta!

Entonces, sólo entonces, el aliento
Del huracán que ruge embravecido,
Al rasgar la centella el firmamento,
Al estallar el trueno, es cuando siento
Latir mi corazón, latir henchido
De salvaje embriaguez . . . Quieren mis ojos
Su mirada cruzar fiera y sombría
Con la mirada eléctrica del rayo,
Fatídica también. . Mi pecho ansía
Aspirar en tu atmósfera de fuego
Tu aliento, tempestad . . . ¡Y que se pierda
La ardiente voz de mi agitado seno
En la explosión magnífica del trueno!

¡Quiero sentir que mi cabello azota
la ráfaga glacial; quiero en mi frente
un beso de huracán, y que la lluvia
venga a mezclar sus gotas con la gota
en que tal vez mi párpado reviente!

Noche de tempestad, noche sombría,
¿acaso tú no eres
la imagen de lo que es el alma mía?
Tempestad de dolores y placeres,
Inmenso corazón en agonía. . .

También así, como en sereno cielo
De blanca luz y fúlgidas estrellas,
Miré pasar en delicioso vuelo,
Como esas nubes que argentó la luna,
Fantásticas y bellas
Mis quimeras de amor y de fortuna.
Y así también, de pronto, la tiniebla
Mis astros apagó, rasgó la nube
Cárdeno rayo en explosión violenta,
Y en mi alma desataron
El dolor y la duda su tormenta.

¿Quién como yo sintió? ¿Quién de rodillas
cayó temblando de pasión ante Ella
¿Quién sintiendo corres por sus mejillas
el llanto del amor, en ese llanto
mojó los besos que dejó en su huella?
¿Quién como yo, mirando realizada
la ansiada dicha que alcanzó el empeño,
al irla a disfrutar vio disiparse
en la sombra, en la nada,
la mentira de un sueño?
¿Quién de la vida al seductor banquete
llegó jamás con juventud más loca?
La copa del festín ¿quién más acerba
Apartó de su boca?

¿Quién como yo ha sentido
para tanto dolor el seno estrecho,
y de tanto sollozo comprimido
dolerle el corazón dentro del pecho?
¿Quién a despecho de su orgullo de hombre
ha sentido, cual yo, del alma rota
brotar la acerba gota
de un escondido padecer sin nombre?
¿Quien, soñador maldito,
al quemar, como yo, sus dioses vanos,
por sofocar del corazón el grito
se apretó el corazón con ambas manos?
¿Quién como yo, mintiendo indiferencia
y hasta risas y calma,
atraviesa tan solo la existencia
con una tempestad dentro del alma?

¿Quien busca, como yo, tus muertas horas
¡oh, noche! Y tus estrellas,
fingiendo que son ellas
las lágrimas de luz con que tú lloras?
¿Quién ama como yo tu sombra muda,
tu paz de muerte, y el silencio grave,
a quien la voz de los misterios diste,
y tus suspiros que las auras llevan,
y tu mirada de luceros triste?

Mi alma es la flor, la flor de las tinieblas,
El cáliz del amor y los dolores,
Y se abre, ¡oh, noche! En tu regazo frío,
Y espera, así como las otras flores,
Tu bienhechor rocío.

Hijo yo del dolor, tu negra clama
Es el mejor abrigo,
Para ver en la sombra, sin testigo,
Una noche en el cielo, otra en el alma.

Autor del poema: Manuel María Flores

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VENDRÁ DE NOCHE

Vendrá de noche cuando todo duerma,
vendrá de noche cuando el alma enferma
se emboce en vida,
vendrá de noche con su paso quedo,
vendrá de noche y posará su dedo
sobre la herida.

Vendrá de noche y su fugaz vislumbre
volverá lumbre la fatal quejumbre;
vendrá de noche
con su rosario, soltará las perlas
negro sol que da ceguera verlas,
¡todo un derroche!

Vendrá de noche, noche nuestra madre,
cuando a lo lejos el recuerdo ladre
perdido agujero;
vendrá de noche; apagará su paso
mortal ladrido y dejará al ocaso
largo agujero...

¿Vendrá una noche recogida y vasta?
¿Vendrá una noche maternal y casta
de luna llena?
Vendrá viniendo con venir eterno;
vendrá una noche del postrer invierno...
noche serena...

Vendrá como se fue, como se ha ido
-suena a lo lejos el fatal ladrido-,
vendrá a la cita;
será de noche mas que sea aurora,
vendrá a su hora, cuando el aire llora,
llora y medita...

Vendrá de noche, en una noche clara,
noche de luna que al dolor ampara,
noche desnuda,
vendrá... venir es porvenir... pasado
que pasa y queda y que se queda al lado
y nunca muda....

Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
cuando la tarde en las tinieblas tarda
y espera al día,
vendrá de noche, en una noche pura,
cuando del sol la sangre se depura,
del mediodía.

Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue,
y el corazón rendido se le entregue,
noche serena,
de noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
De noche ha de sellar su negro sello,
noche sin pena.

Vendrá la noche, la que da la vida,
y en que la noche al fin el alma olvida,
traerá la cura;
vendrá la noche que lo cubre todo
y espeja al cielo en el luciente lodo
que lo depura.

Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
su negro sello servirá de broche
que cierra el alma;
vendrá de noche sin hacer ruido,
se apagará a lo lejos el ladrido,
vendrá la calma...
vendrá la noche....

Autor del poema: Miguel de Unamuno

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NOCHE

Las tinieblas escuchan
el clamor del abismo,
la tremenda garganta
del dolor infinito.

Y se enternecen más
sobre los precipicios;
oscuridades anchas
bajo las que vivimos,

aires negros que son
montañas de suspiros,
blandos como el aliento
de los recién nacidos.

Consoladora noche,
y madre que es toda oídos,
para las quejas hondas,
para los altos gritos.

Autor del poema: Manuel Altolaguirre

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LIED DE LA NOCHE

Y, de repente,
llega la noche
como un aceite
de silencio y pena.
A su corriente me rindo
armado apenas
con la precaria red
de truncados recuerdos y nostalgias
que siguen insistiendo
en recobrar el perdido
territorio de su reino.
Como ebrios anzuelos
giran en la noche
nombres, quintas,
ciertas esquinas y plazas,
alcobas de la infancia,
rostros del colegio,
potreros, ríos
y muchachas
giran en vano
en el fresco silencio de la noche
y nadie acude a su reclamo.
Quebrantado y vencido
me rescatan los primeros
ruidos del alba,
cotidianos e insípidos
como la rutina de los días
que no serán ya
la febril primavera
que un día nos prometimos.

Autor del poema: Álvaro Mutis

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MADRUGADA

Me despierto de súbito.
Mi sangre se despierta
y pregunta por ti,
por la fiebre que ondula
en tus cabellos ebrios, en tu piel.

Se desborda el espejo
y hecho río
corre a buscar tu imagen

A esta hora tus brazos
serán dos ramas de amoroso sueño
de donde brotan flores
y hojas dormitan.

En el tejado arrullan las palomas.

Te persiguen mis cinco lebreles corporales.

Autor del poema: Eduardo Carranza

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ECUADOR

Hace falta la noche para ver las estrellas.

Igual que ayer, hoy busco -lo dijo Juan Ramón-
una verdad aún sin realidad;
busco en la tinta verde de todo lo que escribo
un planeta sin nombre o una jungla perdida.

Y hace falta la noche.

Yo me siento en las sombras,
prendo un fósforo,
tallo mis esmeraldas, construyo mis panales.
Todo es igual y todo es diferente.

La vida,
que fue un río,
es ahora un océano,
el pasado es la arena y el agua es el futuro.

Hace falta la noche.

Todo está en mí
lo mismo que un clavo en la madera:
cada paso en la nieve,
cada luz apagada,
cada piel encendida.

Autor del poema: Benjamín Prado

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Un deseo

Enviado por benji  Seguir

miraba el cielo, vi caer un lucero
siguiendo la tradición
pedí un deseo, espero se cumpla
es lo que más anhelo y no pase
a ser, solo un inalcanzable sueño

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TEMA PARA UN NOCTURNO

Cuando hayan salido del reloj todas las hormigas

y se abra - por fin - la puerta de la soledad,

la muerte,

ya no me encontrará.



Me buscará entre los árboles, enloquecidos

por el silencio de una cosa tras otra.

No me hallará en la altiplanicie deshilada

sintiéndola en la fuente de una rosa.



Estoy partiendo el fruto del insomnio

con la mano acuchillada por el azar.

Y la casa está abierta de tal modo,

que la muerte ya no me encontrará.



Y ha de buscarme sobre los árboles y entre las nubes.

(¡Fruto y color la voz encenderá!)

Y no puedo esperarla: tengo cita

con la vida, a las luces de un cantar.



Se oyen pasos - ¿muy lejos?... - todavía

hay tiempo de escapar.

Para subir la noche sus luceros,

un hondo son de sombras cayó sobe la mar.



Ya la sangre contra el corazón se estrella.

Anochece tan claro que me puedo desnudar.

Así, cuando la muerte venga a buscarme,

mi ropa solamente encontrará.

Autor del poema: Carlos Pellicer

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LA NOCHE ES UNA MUJER DESCONOCIDA

Preguntó la muchacha al forastero:
—¿Por qué no pasas? En mi hogar
está encendido el fuego.

Contestó el peregrino: —Soy poeta,
sólo deseo conocer la noche.

Ella, entonces, echó cenizas sobre el fuego
y aproximó en la sombra su voz al forastero:
—¡Tócame! —dijo—. ¡Conocerás la noche!

Autor del poema: Pablo Antonio Cuadra

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