131 Poemas de la vida
Con uñas y dientes
Hay que aferrarse al hoy
con uñas y dientes,
a cada instante de regalo
que se presenta,
desenvolverlo con ilusión,
vivirlo intensamente
hasta quedar exhausto.
Mientras perseguimos aún,
sueños fatuos,
que tus sentidos despierten,
para rodearse
de las cosas sorprendentes
que trae el día de hoy.
A LA VIDA
Vida, tu cara está agostada y abatida.
Yo ya no tengo paciencia para aguantarte.
Te diré más, tus ropas están enlodadas, tus pasos se tambalean, tus tantos adornos me hacen reír.
Tus leyes me las sé al dedillo. Vida,
No eres más que Muerte, el Tiempo, el Destino...
Hace tiempo que lo sé, ya lo he comprendido, lo veo claro.
Tarde o temprano me sacrificarás,
Pero tú no puedes maquillar tu cuerpo.
Te engalanas a la última,
Con la locura de un día y pretendes que la emoción sea auténtica.
¿Acaso crees que tu mundo es el paraíso?
Yo también vendré para que me hagan caso,
Y acompañaré tu melodrama hasta el crepúsculo.
Quizá mezclando en una sola vez el disfraz y la diligencia.
Pero por lo que a mí respecta, estoy convencido de que la emoción es auténtica.
NOTA SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE LAS MASAS
Alguna gente es joven y nada más
alguna gente es vieja y nada más.
Y alguna gente está en el medio
sólo en el medio.
Y si las moscas usaran ropa
y todos los edificios ardieran en
fuego dorado,
si el cielo se sacudiera como
en la danza del vientre
y todas las bombas atómicas empezaran a
gritar,
alguna gente sería joven y nada más
y alguna gente sería vieja y nada más
y el resto sería lo mismo,
el resto sería lo mismo.
Los pocos diferentes
son eliminados bastante rápido
por la policía, por sus madres, sus
hermanos, y otros
por sí mismos.
Lo que queda es lo que
ves
es duro.
EL BESO DEL TIEMPO
Con una reconfortante caricia,
evoco la juventud, la niñez, la despreocupación.
Rememoro los cálidos momentos
de tiempos mejores.
Ésta memoria cuyos recuerdos acechan,
indiferentes a mi deseo,
indiferentes a como soy hoy,
indiferentemente crueles.
Más sin esa carícia,
por mucho que trate de olvidarlos
no consigo recordarlos.
ES LA DICHA UN ABISMO POR LO TANTO
¿Es la dicha un abismo por lo tanto
que no me deja dar un paso en falso
por miedo a que el calzado se me arruine?
Prefiero que mis pies se den el gusto
a cuidar los zapatos porque
en cualquier zapatería una
puede comprar
un nuevo par
Mas la dicha se vende una vez sola.
Perdida la patente
nadie podrá comprarla nunca másDíganme,
pies, decidan la cuestión
¿debe cruzar la señorita, o no?
¡Expídanse, Zapatos!
CANSANCIO
Cansado.
¡Sí!
Cansado
de usar un solo bazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.
Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.
Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
AL BORDE
Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.
No seré una leyenda
Pero en mi paso por la vida
he dejado huellas, huellas imborrables
en el sentir y pensar, ¡no es jactancia!
soy un prototipo de mujer ideal,
cariñosa, atenta, amable, servicial
parca, me gusta escuchar,
en cuanto a mi carácter
a las buenas soy muy buena
por las malas, no me han de buscar,
si se refiere al amor
me entrego con mesura
complaciente hasta que no pueda más,
no me gustan los compromisos,
que, me hacen rabiar
y el tiempo es con caducidad
como si mis días estuviesen contados
busco ser feliz y nada más,
y al igual a las cenizas, esos recuerdos
con el tiempo se dispersarán.
EL VIENTO EN ÍTACA
Sentada ante su bastidor, ella fue dueña
del lentamente desastroso Imperio de los días.
Sus manos la pesada tarea asumieron
y una constancia más fuerte que el cansancio
junto a ella se sentó.
(Frente a la terquedad de su dedos fabriles
el mar entonces fue sólo una gota mesurable
y el horizonte un mirador en torno a Ítaca.)
Un viento de regreso silbó una madrugada:
despertar fue asomarse a un campo de batalla asolado.
La luz fue descubriendo la figura sentada
que acariciaba compasivamente la tela dactilar,
su patrimonio de trabajo y de horas,
sus madejas de canas.
(Una costumbre de quietud
y una tristeza como un perro a sus pies
la rodearon de silencio.)
Lejos resonaba la voz de Ulysses.
Frente a su bastidor, desesperadamente,
ella intentaba recordar un nombre,
sólo un nombre:
el que gritaba Ulysses por las calles de Ítaca.
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