84 Poemas de despedida
Adiós
Se cierra el telón termina la historia,
los locos amantes, momentos, memorias....
Réquiem por un amor que se muere, que no fue suficiente para que te quedarás en mi presente.
Fuimos una obra maestra, escrita con piel y letras, robamos al tiempo horas que yacen muertas.
Creamos una historia donde fui tu Dulcinea, más decidiste marcharte dejando la obra a medias.
Y lloro por no tenerte, sufro por amarte y pido amargamente...que alguien me ayude a olvidarte
Adios mi Angel.
El cielo se viste de gris,
ha llegado tu momento de partir
y en el cielo un leve matiz me dice
que en algún momento
volveré a sonreír.
Es ahora cuando tus alas haz de expandir,
ya no escucharé de nuevo tu canto celestial
y no volveré a ver tu cara angelical.
Es hora de que tu vuelo
dirijas a otro cielo,
y desde lo alto...
nos mandes tu consuelo.
Adiós ángel mío,
no me dejes triste
y en desconsuelo.
Adiós ángel mío,
desde tu cielo, siempre sigue mis pasos en silencio,
si en algún momento me pierdo en el camino,
llévame de nuevo a encontrar mi destino.
DESPEDIDA
Es preciso que levantes el brazo derecho
porque quiero llevar de ti un recuerdo de árbol.
Quiero saber que dejo sembrada en el horizonte
tu mano.
Tu mano que al viento crezca recordada,
tu mano que lo diga todo. Nada.
Es preciso que levantes el brazo derecho
para ver de lejos temblar tu corazón entre tus dedos.
Tu corazón, fruto que dio, sembrada en mis recuerdos
tu mano.
Tu mano que al viento diga de ese modo
nada. Todo.
PARTIDA
Yo soy una estación sentimental
y los adioses pitan como trenes.
Es inútil llorar.
En los contornos del crepúsculo,
ventanas encendidas
hacia los rumbos
nuevos.
Palpita
todavía
la alondra
vesperal
de su pañuelo.
SU VOZ
La intrépida abeja vaga de rama en rama,
Con su hirsuto abrigo y ligeras alas,
Ahora sobre el pétalo del lirio,
Ahora balanceándose en un jacinto,
En torno a él:
Estaba cerca el amor; y fue aquí, supongo,
Donde realicé mi voto.
Juré que dos almas deberían ser una,
Mientras las gaviotas amen el mar,
Mientras los girasoles amen el sol.
Será, dije, nuestra eternidad,
Tuya y mía.
Querida amiga, aquellos tiempos se han ido,
La red del Amor se ha cerrado.
Mira hacia arriba, donde los álamos
Danzan y danzan en el aire del estío,
Aquí en el valle, la brisa nunca
Agita los frutos, pero allí
Los grandes vientos soplan,
Y desde el susurro místico del mar
Arriban las olas que acarician la costa.
Mira hacia arriba, donde gritan las níveas gaviotas,
¿Qué pueden contemplar qué nosotros no vemos?
¿Acaso una estrella? ¿O quizás la lámpara que ruge
En algún lejano y perdido buque?
¡Ah, puede ser!
¡Hemos vivido en una tierra de sueños!
Y que triste parece.
Mi Vida, no queda nada por decir,
Salvo esto: el amor nunca se pierde,
El filo del invierno desgarra el pecho de mayo,
Y sus rosas carmesí brotan quebrando el hielo.
Los navíos de la tempestad
En alguna bahía encontrarán su muelle,
Así como nosotros deberíamos hacerlo.
Y no queda nada por hacer
Salvo besarnos una vez más, y partir.
No, no hay nada que debamos lamentar,
Yo tengo mi belleza, y tu el arte.
No, que nunca comience,
Un mundo no es suficiente
Para dos como tú y yo.
SÚPLICA
Va entre sombras y luz mi pensamiento,
va entre amor y dolor mi corazón:
verte, es mi bien; no verte, mi tormento;
y el verte es, ¡ay!, par decirte ¡adiós!
¡Ser feliz lo que dura una mirada!
Ser nuestro amor secreto de los dos,
¡y no poder el alma enamorada
ir a ti en alas de mi triste adiós!
¡Ser mío tu corazón, y amando tanto
darme sólo un relámpago de amor!
De ese incesante enamorado canto
¡sólo escuchar la nota del adiós!
Mi bien, si me amas tú, si me adivinas
responde a las tinieblas a mi voz:
ciñe me así de flores o de espinas,
¡pero dame algo mas que un triste adiós!
Y entonces?
Si mi entrega no te alcanza
Para demostrar mi amor
Cómo hacer para decirte
Qué eres tú mi Corazón?.
Pasa el tiempo y con él veo
Que se nos pasa la vida
Si yo renuncio a quererte
Cómo haré para vivirla?.
Tú lo tienes en tus manos
Tienes tú mi Corazón
Si no le das importancia
Ya no valdrá la razón.
Ocho vueltas ya daremos
Ocho vueltas con el sol
Si no te bastan mi hombre
Será nuestra decepción.
Mi Corazón no resiste
Enfrentar tanta tristeza
Hoy ya no estoy preparada
Para tamaña fiereza.
Vivo soñando ese día
Ese día que no llega
Yo te amo desenfrenada
Tú no cambiaste de idea.
Te digo adiós y lo lloro
Siento tu ausencia en mi alma
Pero valoro mi entraña
Soy valiente y tengo maña.
De esta yo saldré algún día
Y tú sí me extrañarás
Sé feliz a tu manera
Yo buscaré otro final.
DESPEDIDA
...el caso no ofrece
ningún adorno para la diadema de las Musas.
Ezra Pound
Me despido de mi mano
que pudo mostrar el paso del rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.
Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.
Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.
Me despido de las virtudes y de las gracias del planeta:
los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.
Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.
Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
camino conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas en que las calles se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuya cara suelo ver en sueños
iluminada por la triste mirada de linternas
de trenes que parten bajo la lluvia.
Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
-la sal y el agua
de mis días sin objeto-
y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.
COMO UN PADRE DECRÉPITO DISFRUTA...
Como un padre decrépito disfruta
al ver de su hijo las empresas jóvenes,
así yo, mutilado por la suerte,
en tu lealtad y mérito me afirmo.
Pues sea la hermosura o el linaje,
el poder o el ingenio, uno o todos,
quien te corone con mejores títulos,
yo incorporo mi amor a esa riqueza.
Ni pobre ni ofendido soy, ni inválido,
que basta la substancia de tu sombra
para colmarme a mí con su opulencia,
y de una parte de tu gloria vivo.
Busca, pues, lo mejor: te lo deseo;
seré feliz diez veces, si lo hallas.
AL DESPEDIRME DE CAMBRIDGE OTRA VEZ
Suavemente me alejo,
tan suavemente como vine un día;
y suavemente me despido de las nubes
del cielo de occidente.
En la ribera los sauces dorados
son novias jóvenes en el sol que se oculta.
Sus imágenes brillan en el río fulgurante
y se han quedado en mi alma.
Los juncos verdes enraizados en fango
se mecen sin prisa en el agua que corre.
Quién fuera uno de ellos, hierba silvestre,
en el dulce fluir del Río Cam.
En el estanque que protegen los olmos
no hay agua cristalina, sino un arco-iris
estrujado en la lama
donde anidan los sueños de colores.
¿Para ir en pos de un sueño?
Habría que ir río arriba donde todo es más verde
y dejar que la barca se llenara de estrellas
cantando con fuerza bajo su luz radiante.
Sin embargo no puedo ya cantar ahora.
Que la paz sea la última música de mi partida.
Ni los grillos se atreven a romper mi silencio.
Cae la noche en Cambridge, y Cambridge está muda.
Quietamente me alejo,
tan quietamente como vine un día.
Diciendo adiós, la manga de mi traje ondea.
No me llevo ni una sola nube.
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