121 Poemas de muerte
XXXVI
No será la muerte por fin
Una cocina interminable?
Qué harán tus huesos disgregados,
Buscarán otra vez tu forma?
Se fundirá tu destrucción
En otra voz y en otra luz?
Formarán parte tus gusanos
De perros o de mariposas?
CERDO
Oh tú máquina de tocino marrón,
cuán dulcemente yaces,
engordando una libra y media por día,
tú, par de calcetines enrollados,
tú, pesadilla de perro,
tú, con el hocico aplastado
pero las orejas extendidas,
tus ojos blandos como huevos,
cerdo, grande como un cañón,
cuán dulcemente yaces.
Por la noche estoy tendida en mi cama
en el armario de mi mente
y cuento cerdos en un corral,
marrones, moteados, blancos, rosados, negros,
avanzan por la lanzadera hacia la muerte
del mismo modo en que mi mente avanza
buscando su propia pequeña muerte.
FUNERAL BUCÓLICO
I
Su esfera de cristal la luna apaga
En la pálida niebla de la aurora
Y la brisa del mar fresca y sonora
Entre los pinos de la costa vaga.
Aquí murió de amor en hora aciaga
Mirtilo, y Bala su rebaño; llora
La primavera y le tributa Flora
Rústico incienso cuyo olor embriaga.
Allí la pira está; doliente y grave
Danza emprenden en torno los pastores
Coronados de cipo y de verbena;
La selva plañe con murmullo suave
Y yace, de Mirtilo entre las flores,
Oliendo a mil aún la dulce avena.
II
Mas llegan los pastores en bandadas
Al reír la mañana en el Oriente;
Mezclan su voz al cántico doliente
Y se abren las violas perfumadas.
Ya se tornan guirnaldas animadas
Las danzas ; ya las mueve ritmo ardiente
Al que hacen coro en la vecina fuente
Faunos lascivos y risueños driadas.
Vibra Febo su dardo de diamante;
El baile raudo gira, el seno opreso
De las pastoras rompe en delirante
Grito de amor que llena el aire en ceso.
Mirtilo, el boquirrubio, en ese instante
Vuelto habría a la vida con un beso.
III
Unese a los sollozos convulsivos
De los abiertos labios, el sonoro
Choque, ya recogen el caliente lloro
Las rojas bocas en los ojos vivos.
¡Homenaje a Mirtilo! ¿Cómo esquivos
podrían ser sus manes a ese coro?
Al soplo del amor y en barca de oro
Su alma huía los cármenes nativos.
Las tazas nuevas en que hierve pura
La leche vierten del redondo seno
A torrentes su nítida blancura.
Sobre el fúnebre altar de aromas lleno
El fuego borda al fin la pira oscura
Y asciende el sol en el zafir sereno.
IV
Crece la hoguera, muerde con enojo
Las ramas cuya esencia bebe el viento
Y el baile muere al exhalar su aliento
La última llama en el postrer abrojo.
En un vaso de arcilla negro y rojo,
Recogen las cenizas al momento
Los pastores y en tosco monumento
Guardan píos el mísero despojo.
Duerme Mirtilo; floresta Umbría
Que en tu sepulcro abandonado vierte
Su inefable y serena poesía,
No olvidará tu dolorosa suerte:
Ni de tu amor la efímera elegía,
Ni tus bodas eternas con la muerte.
Una melodía más
Yo soy la voz
que oirás
En tu lecho de
muerte
Yo seré la melodía
En tu momento de agonía
Yo soy la canción que
te llevara al más allá
FINAL
Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,
querido Juan, has muerto finalmente.
De nada te valieron tus pedazos
mojados en ternura.
Cómo ha sido posible
que te fueras por un agujerito
y nadie haya ponido el dedo
para que te quedaras.
Se habrá comido toda la rabia del mundo
por antes de morir
y después se quedaba triste triste
apoyado en sus huesos.
Ya te abajaron, hermanito,
la tierra está temblando de ti.
Vigilemos a ver dónde brotan sus manos
empujadas por su rabia inmortal.
RECOGIMIENTO
Sé sabia, Pena mía, y permanece en calma.
Reclamabas la Noche; ya desciende, hela aquí:
Envuelve a la ciudad una atmósfera oscura
A unos la paz trayendo y a los más la zozobra.
Mientras que la gran masa de los viles mortales,
Del Placer bajo el látigo, ese verdugo impávido,
Cosecha sinsabores en la fiesta servil,
Ofréceme tu mano, Pena mía, ven aquí
Lejos de ellos. Mira balancearse los años transcurridos
Con vestidos ridículos, sobre las balaustradas
Del cielo; la nostalgia burlona ya emerge de las aguas;
Descansa bajo un arco el moribundo sol
Y, tal enorme sudario rezagado, hacia Oriente,
Oye, querida, oye cómo avanza la Noche.
Catástrofe emocioal
Flores rojas te lleve pero al colocarlas negras quedaron , arrodillado tocando tierra , escucho como los gusanos comen tus entrañas y siento como tu lápida guarda tristes lágrimas , deje mis penas en aquel lugar oscuro pero las pesadillas de tu muerte me dejan mudo , pienso cumplir la promesa que te hice ya no puedo soportar la presión , me mencionan un dios, con el que tengo una guerra interna de odio y un demonio que no logro sacarlo de mi subconsciente mi plan es destruir a quien te llevo , puedo sentir que mi mente me estan jugando una pasada, esta ves voy a salvar mi vida sin ponerme el chaleco ya no importa quedar expuesto ante ti
IN MEMORIAM
El miedo como un pez escurridizo,
lento como la cámara
lenta,
borroso bajo el agua, irreal, diluido.
Desde este lado de la orilla, el taxi
corre hacia el hospital.
El miedo de las oraciones
que recitas, inútiles,
tan necesarias ahora
que subes por la escala que teje el desamparo.
Segundo piso. Planta. Todo perdido. Oscuro.
El Muerto no está muerto
(mi hermano y su crudeza).
El Muerto (y esa risa
nerviosa) no está muerto,
pero ya se reparten
el sueldo las urracas.
Mi hermano otra mañana:
Esta vez es la buena, la mala, ahora ya está.
Otra vez el teléfono, frío como los peces
de montaña, nerviosos, duros, huecos, estériles.
Desde este lado de la vida, el metro
devora (línea 2) las estaciones:
Las Musas, Esperanza
(dos muchachas transbordan hacia Prosperidad).
Dentro de la oficina
el muerto enciende
las pantallas y piensa
en el Muerto, en un taxi
que no devora ya
las 10 de la mañana.
Lejos de todo, huyendo (la historia de tu vida
pasa en 15 segundos, como dicen que pasa
a los muertos. Agonizar también
es tu forma de vida).
El miedo, un nombre nuevo.
El miedo, el sobrenombre
que el cobarde le da a su cobardía.
Introduzca la clave,
(enter the password).
Con una mezcla ácida de soledad, egoísmo,
rabia, pena, cansancio, lástima
de sí mismo,
el muerto escribe:
Amén.
UN BEL MORIR
De pie en una barca detenida en medio del río
cuyas aguas pasan en lento remolino
de lodos y raíces,
el misionero bendice la familia del cacique.
Los frutos, las joyas de cristal, los animales, la selva,
reciben los breves signos de la bienaventuraza.
Cuando descienda la mano
habré muerto en mi alcoba
cuyas ventanas vibran al paso del tranvía
y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías.
Para entonces quedará bien poco de nuestra historia,
algunos retratos en desorden,
unas cartas guardadas no sé dónde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.
Todo irá desvaneciéndose en el olvido
y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos abrazos.
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