118 Poemas de tristeza 

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Un diario personal dejado al azar

Enviado por benji  Seguir

Intrigada husmeé en cada página,
la desconocida con su puño y letra
escribió sus vivencias
desde el día uno hasta el día treinta,

por lo reflejado entre línea y línea
los fantasmas del pasado siempre le atormentan,
en resumidas cuentas , impotente, desvalida
conoció del maltrato y hasta lo ofensivo,

por los flagelos infringidos
con lágrimas estériles y un dolor en el alma
se sentía apesadumbrada,

huérfana de amor, tocó de puerta en puerta,
libre de prejuicios, vivió el día a día
…muchas veces hizo lo indebido,

con la mente abrumada, el trauma le dio abrigo,
y arrastró a sus paso a quienes más quería,
aunque sus desaciertos aún los lleva a cuesta
enmendó; al sentirse arrepentida,

resurgiendo de las cenizas con otras expectativas, disfruta de los momentos que le brinda la vida y por los suyos se siente querida,

al leer ese diario personal me di cuenta
que, ella a través de esa escritura silenciosa
exteriorizó su sentir… para cicatrizar sus heridas,
y es un ejemplo a seguir en la vida.

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UNA VERDAD

Como en las tardes de enero
las flores del jazminero
del tallo se precipitan,
como lirios que, mecidos
por vientos embravecidos,
se marchitan;

así, mujer, una á una
perecen las alegrías
que encanto al alma ofrecieron
y queda sólo importuna
la memoria de esos días
¡ayl que fueron.

Autor del poema: Ricardo Palma

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NEGRO SIN RISA

Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.

Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.

Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.

Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.

Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.

Tu lagrima no cae
como gota de agua...

(No se caen en el suelo
las palabras.)

Autor del poema: Manuel del Cabral

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Ni sé

Enviado por namara  Seguir

De todos modos
El agua de mis lagrimas me hacen cortocircuito.
Y tu instinto de amar te mantiene cerca de mi.
De todos modos, los dos nos tenemos que ir.

Maldito sea la vida por hacernos cruzar
Bendito sea la vida por permitirnos conocernos.

Solo quedate un minuto mas,
Que nuestro momento dure una eternidad.

Que la luz de manana toque la sombra de hoy.

Solo quedate un momento mas.

Arbaky Aurelus

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Tus ojos

Enviado por gabl  Seguir

Son tus ojos tristes, de luz opacada
que marchitan tu mirada descarriada,
marcando las ojeras que deja el sueño
entrecortado y tormentoso en noche sin dueño.

gbl
09/05/2018
Derechos Reservados de Autor

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TRISTEZAS

Cuando recuerdo la piedad sincera
con que en mi edad primera
entraba en nuestras viejas catedrales,
donde postrado ante la cruz de hinojos
alzaba a Dios mi ojos
soñando en las venturas celestiales;
Hoy que mi frente atónito golpeo,
y con febril deseo
busco los restos de mi fe perdida,
por hallarla otra vez, radiante y bella
como en la edad aquélla,
¡desgraciado de mí! diera la vida.

¡Con qué profundo amor, niño inocente,
prosternaba mis frente
en las losas del templo sacrosanto!
Llenábase mi joven fantasía
de luz, de poesía,
de mudo asombro, de terrible espanto.

Aquellas altas bóvedas que al cielo
levantaban mi anhelo;
aquella majestad solemne y grave;
aquel pausado canto, parecido
a un doliente gemido,
que retumbaba en la espaciosa nave:

Las marmóreas y austeras esculturas
de antiguas sepulturas,
aspiración del arte a lo infinito;
la luz que por los vidrios de colores
sus tibios resplandores
quebraba en los pilares de granito;

Haces de donde en curva fugitiva,
para formar la ojiva,
cada ramal subiendo se separa,
cual el rumor de multitud que ruega,
cuando a los cielos llega,
surge cada oración distinta y clara;

En el gótico altar inmoble y fijo
el santo crucifijo,
que extiende sin vigor sus brazos yertos,
siempre en la sorda lucha de la vida,
tan áspera y reñida,
para el dolor y la humildad abiertos;

El místico clamor de la campana
que sobre el alma humana
de las caladas torres se despeña,
y anuncia y lleva en sus aladas notas
mil promesas ignotas
al triste corazón que sufre o sueña;

Todo elevaba mi ánimo intranquilo
a más sereno asilo:
religión, arte, soledad, misterio.
todo en el templo secular hacía
vibrar el alma mía,
como vibran las cuerdas de un salterio.

Y a esta voz interior que sólo entiende
quien crédulo se enciende
en fervoroso y celestial cariño,
envuelta en sus flotantes vestiduras
volaba a las alturas,
virgen sin mancha, mi oración de niño.

Su rauda, viva y luminosa huella
como fugaz centella
traspasaba el espacio, y ante el puro
resplandor de sus alas de querube,
rasgábase la nube
que me ocultaba el inmortal seguro.

¡Oh anhelo de esta vida transitoria!
¡Oh perdurable gloria! .
¡Oh! Sed inextiguible del deseo!
¡Oh cielo, que antes para mí tenías
fulgores y armonías,
y hoy tan oscuro y desolado veo!

Ya no templas mis íntimos pesares,
ya al pie de tus altares
como en mis años de candor no acudo.
Para llegar a ti perdí el camino,
y errante peregrino
entre tinieblas desespero y dudo.

Voy espantado sin saber por dónde;
grito, y nadie responde
a mi angustiada voz; alzo los ojos
y a penetrar la lobreguez no alcanzo;
medrosamente avanzo,
y me hieren el alma los abrojos.

Hijo del siglo, en vano me resisto
a su impiedad, ¡oh Cristo!
Su grandeza satánica me oprime.
Siglo de maravillas y de asombros,
levanta sobre escombros
un Dios sin esperanza, un Dios que gime.

¡Y ese Dios no eres tú! No tu serena
faz, de consuelos, llena,
alumbra y guía nuestro incierto paso.
Es otro Dios incógnito y sombrío:
su cielo es el vacío,
Sacerdote el error, ley el Acaso.

¡Ah! No recuerda el ánimo suspenso
un siglo más inmenso,
más rebelde a tu voz, más atrevido;
entre nubes de fuego alza su frente,
como Luzbel, potente;
pero también, como Luzbel, caído.

A medida que marcha y que investiga
es mayor su fatiga,
es su noche más honda y más oscura,
y pasma, al ver lo que padece y sabe,
cómo en su seno cabe
tanta grandeza y tanta desventura.

Como la nave sin timón y rota
que el ronco mar azota,
incendia el rayo y la borrasca mece
en piélago ignorado y proceloso,
nuestro siglo —coloso—
con la luz que le abrasa, resplandece.

¡Y está la playa mística tan lejos! . . .
a los tristes reflejos
del sol poniente se colora y brilla.
El huracán arrecia, el bajel arde,
y es tarde, es ¡ay! muy tarde
para alcanzar la sosegada orilla.

¿Qué es la ciencia sin fe? Corcel sin freno,
a todo yugo ajeno,
que al impulso del vértigo se entrega,
y a través de intrincadas espesuras,
desbocado y a oscuras
avanza sin cesar y nunca llega.

¡Llegar! ¿Adónde? . . . El pensamiento humano
en vano lucha, en vano
su ley oculta y misteriosa infringe.
En la lumbre del sol sus alas quema,
y no aclara el problema,
ni penetra el enigma de la Esfinge.

¡Sálvanos, Cristo, sálvanos, si es cierto
que tu poder no ha muerto!
Salva a esta sociedad desventurada,
que bajo el peso de su orgullo mismo
rueda al profundo abismo
acaso más enferma que culpada.

La ciencia audaz, cuando de ti se aleja,
en nuestras almas deja
el germen de recónditos dolores,
como al tender el vuelo hacia la altura,
deja su larva impura
el insecto en el cáliz de las flores.

Si en esta confusión honda y sombría
es, Señor, todavía
raudal de vida tu palabra santa,
di a nuestra fe desalentada y yerta:
—¡Anímate y despierta!
Como dijiste a Lázaro: —¡Levanta!—

Autor del poema: Gaspar Núñez de Arce

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ROMANCE DEL AHORCADO

Enviado por doblezeroo  Seguir

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Mira hacia lo alto la niña
al ahorcado de la plaza
que arriba lleva colgado
hace hoy ya una semana.

Rizando el rizado rizo
una mentira se ensancha
la verdad queda en el rostro
y en la boca las patrañas.
Juan tiene en los ojos roto
el cristal de las palabras
y su mujer bien lo sabe
y su mujer bien lo calla.

Rizado el rizado rizo
ya ha pasado una semana
de la traidora vendetta
y Juan retorna a su casa
como se vuelve al trabajo
volviendo como si nada
mientras su mujer lo sabe
mientras ella se lo calla.

Pedro fue el ajusticiado
pero eran dos en la cama
y puso a Dios por testigo
pero Dios allí no estaba
y por el ¡¿que dirán?!, dijo
que hubo sido violada,
la mujer de Juan, mintiendo,
la mujer de Juan, la mala.

Treinta collares de espinas
desangran en su garganta
cuando le habla algún vecino
de la angustiosa mañana
que a su mujer fornicando
con el amigo encontraba
pero en el pueblo sabían
mas de lo que confesaban.

Rizando el rizado rizo
en los tejados temblaba
la sangre de Juan el muerto
y las mentiras gritaban
mientras abajo en las calles
silbaban las hojalatas
y en los portales sabían
mucho en lo que se callaban.

Mira hacia arriba la niña
hija de Pedro y la mala
la niña mira a su padre
el ahorcado de la plaza
pálido como la muerte
helado como la plata
colgado de aquella soga
anudada en la garganta
mientras la niña tirita
llorando como una blanca
indefensa y pequeñita
paloma recién cortada.

~~~~~~

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CANCIÓN DE TEDIO

¡Oh, vida inútil, vida triste,
que no sabemos en qué emplear!
Nos cansa todo lo que existe
por conocido y por vulgar.

¡Nuestro mal no tiene remedio
y por siempre vamos a sufrir
la cruel mordedura del tedio
y la ignominia de vivir!

¡Frívolos labios de mujeres
nos brindan su hechizo fatal!
¡Infeliz del que oyó en Citeres
la voz del Pecado Mortal!

Vuelan las almas amorosas
hacia los ojos de abenuz,
e igual a incautas mariposas
queman sus alas en la luz.

Pero no tienta al alma mía
dulce mirar o labio pulcro…
Yo pienso en el tercero día
de permanencia en el sepulcro.

Tras de los éxtasis risueños
con lunas y aves en la brisa,
se deshacen nuestros ensueños
como palacios de ceniza.

Tened de amor el alma llena
y perderéis en la aventura:
eso es hacer casa en la arena,
como nos dice la escritura.

Invariable, sólo el fastidio;
siempre es el viejo spleen eterno.
El negro lago del suicidio
es la antesala del Infierno.

Idealiza, ten el anhelo
del águila o de las gaviotas;
ya volverás al duro suelo,
Ícaro con las alas rotas…

Un palimpsesto es nuestra vida:
Dios en él borra, escribe, altera…
mas la última hoja es conocida:
una cruz y una calavera…

Señor, cual Goethe no te pido
la luz celeste con que asombras:
dame la noche del olvido:
yo quiero sombras, sombras, sombras…

¡Estoy sediento, no de humano
consuelo, para mi aflicción:
quiero en el lirio de tu mano
abandonar mi corazón!

¡Como una inútil alimaña
que se arroja lejos de sí,
anhelo arrancarme la entraña
que palpita dentro de mí!

Y con aquella calma fría
del que un principio no ve,
iré a buscar mi paz sombría
no importa a dónde…, pero iré

Autor del poema: Medardo Ángel Silva

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LAS MAÑANAS TRANSCURREN CLARAS

Las mañanas transcurren claras
y desiertas. Así se abrían tus ojos
en otro tiempo. La mañana
fluía lentamente, era una gorga
de luz inmóvil. Callaba.
Tú callabas, viva. Las cosas
existían bajo tus ojos
(sin pena, sin fiebre, sin sombra)
como un claro mar en la mañana.
Luz, donde estás tú está la mañana.
Tú eras la vida y las cosas.
Despiertos en ti respirábamos
bajo el cielo que perdura en nosotros.
Sin pena, sin fiebre entonces,
sin esta pesada sombra del día,
poblado y distinto. Oh luz,
claridad lejana, aliento
vehemente: vuelve tus ojos
inmóviles, claros, hacia nosotros.
La mañana que pasa es oscura
sin la luz de tus ojos.

Autor del poema: Cesare Pavese

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YA LO SÉ, LA MEMORIA

Ya lo sé, la memoria
no es un lugar seguro.
Está llena de trampas,
consuelos, desconsuelos,
atajos, emboscadas,
pistas falsas, canciones
lacrimógenas, torpes
maneras de quedar
bien,
traiciones, heroísmos,
fotos trucadas siempre
con el fotoshop tonto
de la melancolía.

Ya lo sé, es lo que somos:
nostalgia y cirugía.
¿Recuerdas lo felices
que fuimos el verano
de la inmortalidad?

Autor del poema: Javier Rodríguez Marcos

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