131 Sonetos
DESTINO
Por qué seguir los pasos del destino?
llameantes piedras delante me arroja
colmando senderos de lava roja
ignorando la línea de mi sino.
Solitario surcaré mi camino
siguiendo la ruta yo mismo escoja
hasta encontrar algún brazo me acoja
en el final de un viaje cansino.
Atrás quedará mi banal memoria.
Serán los nobles y bellos momentos
quienes guíen las riendas de victoria
Construiré con el más fuerte cimiento
el mayor y ancho muro de la historia
y no volver, hasta mi último aliento.
LA SIESTA, COMO UN NIÑO REPLETO
La siesta, como un niño repleto,
dormitaba en la mística glorieta,
y una dulzura de vejez discreta
venía como un niño desde el seto.
La nervosina mano de un esteta
grabó en la piedra, con tesón completo
un paladín heroico; y en el peto
puso una llaga, como flor inquieta.
Tus ojos me miraban entreabiertos.
Y en tus ojos miraba yo los muertos
paladines heroicos por tus manos.
Mi mirada angustiosa te buscaba,
y detrás tuyo el paladín miraba
tristemente a mis ojos, como a hermanos.
AUTORETRATO DE ADOLESCENCIA
Entre serpientes verdes y verbenas,
mi condición de león domesticado
tiene un rumor lacustre de colmenas
y un ladrido de océano quemado.
Ceñido de fantasmas y cadenas,
soy religión podrida y rey tronchado,
o un castillo feudal cuyas almenas
alzan tu nombre como un pan dorado.
Torres de sangre en campos de batalla,
olor a sol heroico y a metralla,
a espada de nación despavorida.
Se escuchan en mi ser lleno de muertos
y heridos, de cenizas y desiertos,
en donde un gran poeta se suicida.
SONETO DEL AMOR OSCURO
La otra noche, después de la movida,
en la mesa de siempre me encontraste
y, sin mediar palabra, me quitaste
no sé si la cartera o si la vida.
Recuerdo la emoción de tu venida
y, luego, nada más. ¡Dulce contraste,
recordar el amor que me dejaste
y olvidar el tamaño de la herida!
Muerto o vivo, si quieres más dinero,
date una vuelta por la lencería
y salpica tu piel de seda oscura.
Que voy a regalarte el mundo entero
si me asaltas de negro, vida mía,
y me invaden tu noche y tu locura.
VOCES HERÁLDICAS
La gran multifonía de las locas Trompetas
y las risas fragantes y las fragantes prosas…
Junto a mármoles jonios, en las almenas quietas,
las buenas princesitas de los cuentos de rosas.
En el palacio armónico de ojivas y glorietas,
Nuestro Señor el Arte con las pompas suntuosas
de aquel muy siglo heroico de melenas inquietas
y de la plata vieja de las barbas undosas…
Y ante el trono florido, las doradas bandejas
con perfumes que evocan las antiguas consejas,
mientras, bajo los palios, las emociones raras
van desfilando una tras otra… El estandarte
de los viejos Heraldos anuncia que es el Arte
que pasa en la áurea carne de las estrofas claras…!
PRESENCIA
¿Qué va a quedar de mí cuando me muera
sino esta llave ilesa de agonía,
estas pocas palabras con que el día,
dejó cenizas de su sombra fiera?
¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera
esa daga final? Acaso mía
será la noche fúnebre y vacía
que vuelva a ser de pronto primavera.
No quedará el trabajo, ni la pena
de creer y de amar. El tiempo abierto,
semejante a los mares y al desierto,
ha de borrar de la confusa arena
todo lo que me salva o encadena.
Más si alguien vive yo estaré despierto.
LLORABA AMOR Y YO CON ÉL LLORABA (CANCIONERO)
Lloraba Amor y yo con él lloraba,
del cual mis pasos nunca andan lejanos,
viendo que, por efectos inhumanos,
vuestra alma de sus lazos suelta andaba.
Ahora que al recto andar Dios os la clava,
devoto alzando al cielo entrambas manos,
doy gracias de que Él ruegos humanos,
al fin, por escuchar benigno acaba.
Y si, volviendo a la amorosa vida,
porque dieseis la espalda a ese deseo,
hallasteis por la senda foso o loma,
fue por mostrar cuán áspero el rodeo,
y cuán alpestre y dura es la subida,
donde el valor sublime el hombre toma.
TU AGONÍA
La tarde se moría y en el viento
la seda de tu voz era un piano,
y la condescendencia de tu mano
era apenas un suave desaliento.
Y tus dedos ungían un cristiano
perdón, en un sutil afilamiento;
la brisa suspiró, como en el cuento
de una melancolía de verano.
Con tu voz, en la verja de la quinta,
calló tu palidez de fior sucinta.
La tarde, ya muriendo, defluía
en tu sien un suavísimo violeta,
y sobre el lago de tersura quieta
los cisnes preludiaron tu agonía.
SONETO
Tuvo un Judas el santo apostolado;
muchas tiene el riquísimo diamante;
la mujer cuanto hermosa es inconstante
y hay nubes en el éter azulado.
Nunca está satisfecho el gobernado,
ni jamás es feliz el gobernante;
no se vio sin peligros navegante,
ni se halló sin zozobras un casado.
No existió Paraíso sin manzana,
ni sin espinas el rosal frondoso,
ni redención sin cruz infamatoria.
¿A qué engreírte, pobre raza humana,
si el que blasonas tanlo orgullo odioso
es miseria, y no más, lodo y escoria?
DAVID
¿Quién eres, ¡oh mujer!, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?
Pero, ¿qué mucho, si del Sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?
Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;
para que en Ti tuviesen cielo y tierra,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.
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