131 Sonetos 

Un soneto es una poesía formada por 14 versos de arte mayor, normalmente endecasílabos (11 sílabas). Se dividen en dos estrofas de cuatro versos seguidas por otras dos estrofas de tres versos.

DAVID

¿Quién eres, ¡oh mujer!, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?


Pero, ¿qué mucho, si del Sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?


Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;


para que en Ti tuviesen cielo y tierra,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.

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SONETO

El tiempo que nos une y nos divide
- frutal nocturno y floreciente día -
hoy junto a ti, mañana lejanía,
devora lo que olvida y lo que pide.

Cuidar en él lo que al volar descuide
será internarse en su relojería;
y minuto a minuto y día a día,
sin quererlo, aunque poco, nos olvide.

Olvidados del tiempo, esos instantes,
serán de eternidad; los deslumbrantes
momentos del instante de lo eterno.

Junio en tus manos su belleza afina;
el otoño es su dócil subalterno.
Tiempo y eternidad tu alma combina.

Autor del poema: Carlos Pellicer

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EN QUE SATISFACE UN RECELO CON LA RETÓRICA DEL LLANTO

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormente más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

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COMBATE NAVAL

Flamean en el aire los gallardetes
sobre el viente vacío de inflados foques
y aúna el centelleo de sus estoques
la vanguardia marina de los cadetes.

Repercute en el pomo de los floretes
la arterial valentía con claros choques,
y en el salón distante suenan los toques
de un hipnótico dúo de clarinetes.

Y comienzan de pronto las desazones:
Más alto que el reflejo de los cañones
se extienden en la bruma los catalejos;

y más alto que el humo del carbón de hulla
alza el clarín su grito, y el bronce aúlla
a la mancha de sangre que ve de lejos.

Autor del poema: Horacio Quiroga

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La Vida

Enviado por wencyleo2doaint  Seguir

Estoy acá en la orilla de_un puente
pensando que cosas me_importan tanto
y tratando no inundarme_en llanto
y mientras yo me tiro sonriente

Desperté del sueño de mi mente
levantándome como un diamanto
sÏempre rezándole a mi santo
y sin ninguna razón aparente

Saliendo de mi casa corrÏendo
pasando todo para verla a_ella
corriendo_apurado y presumiendo

De tenerla a ella la más bella
en mi vida todo se va_imponiendo
pero siempre veré a mi doncella

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A SU RETRATO

Este que ves engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores,
es cauteloso engaño del sentido;

este, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado,

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

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EL POETA Y EL CIEGO

Una tarde que en Londres paseaba ociosamente
adosado a una esquina hallé un ciego cantor;
parecía una escultura por su mirar ausente.
Mi socorro en sus manos le puse con fervor.

En sus brazos brezaba un acordeón doliente
de voces quejumbrosas y dolor de arrabal.
Cantó algo parecido a mi vagar trausente,
por el tiempo y los muros de una edad ideal.

¡Cuánto me gustaría que los viejos juglares
cantaran las estrofas de mi viviente afán,
por calles trajinantes de mancillados lares!

Y que siempre se canten en las tardes de duelo,
polvorosas de gente, como en Portobelo,
entre harapos y huesos que al camposanto van.

Autor del poema: Manuel Maples Arce

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LA VOZ FLORIDA

Por el pardo sendero, bajo la hora serena,
uno tras otro, pasan los lentos peregrinos;
todos llevan el ritmo de alguna vieja pena
y la melancolía de los yermos caminos.

Y la quietud florece, como una sombra buena,
en las pupilas grises de sus ojos divinos;
el ánfora sagrada de su herida está llena
y gota a gota cae la sangre, en cristalinos

rubíes sobre el polvo, mientras una voz rítmica
interpreta el encanto de su timbre, en la eurítmica
canéfora que trae sobre su cabellera

el perfume de rosas y de cisnes de mito
y de los Lohengrines que, desde lo infinito,
anuncian el reinado de Hermana Primavera.

Autor del poema: Gonzalo Escudero

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NEUROSIS

Yo no sé si soy sonámbulo o neurótico;
siento algos en el alma, y no son míos...
El ambiente me sofoca, como a exótico
en un pueblo enteramente de judíos.

Vivo en ml y no comprendo; hormigueos
van abriendo filtraciones de erotismo
en mi pecho, y un enjambre de deseos
mancha ci cisne de mi estricto misticismo.

Poco a poco de mi juicio van comiendo
y un volcán de efervescencia promoviendo
al tocar de mis recuerdos el tropel;

que se agitan como cuervos plutonianos,
como duendes, como brujas, como enanos
del imperio revoltoso de Luzbel.

Autor del poema: Luis Palés Matos

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PARA TUS DEDOS ÁGILES Y FINOS

Doy a los cuatro vientos los loores
de tus dedos de clásica finura
que preparan el pan sin levadura
para el banquete de nuestros amores.

Saben de las domésticas labores,
lucen en el mantel su compostura
y apartan, de la verde, la madura
producción de los meses fructidores.

Para gloria de Dios, en homenaje
a tu excelencia, mi soneto adorna
de tus manos preclaras el linaje,

y el soneto dichoso, en las esbeltas
falanges de mis índices se torna
una sortija de catorce vueltas.

Autor del poema: Ramon Lopez Velarde

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