131 Sonetos
Tú
Tu voz,
Un preludio morado
De bocas llanas
Tu boca es karma
Después de tu boca, no hay nada
Ojalá nos fundieramos
Cuando te abrazo
O cuando me enlazas
Ojalá te quedaras
Contando estrellas y galaxias
Cuando te miro,
Se enciende un sistema motriz
Y por dentro me siento en llamas
SONETO A LA CIENCIA
¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?
¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?
¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?
¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?
CUANDO ME PARO A CONTEMPLAR MI VIDA
Cuando me paro a contemplar mi vida
Y echo los ojos con mi pensamiento
A ver los lasos miembros sin aliento
Y la robusta edad enflaquecida,
Y aquella juventud rica y florida
Cual llama de candela en presto viento,
Batida con tan recio movimiento
Que a pique estuvo ya de ser perdida,
Condeno de mi vida la tibieza
Y el grande desconcierto en que he andado
Que a tal peligro puesto me tuvieron.
Y con velocidad y ligereza
Determino de huir de aqueste estado
Do mis continuas culpas me pusieron.
ESTA NOCHE
Esta noche el paisaje soñador se niquela
con la blanda caricia de la lumbre lunar;
en el monte hay cocuyos, y mi balsa que riela
va borrando luceros sobre el agua estelar.
El fogón de la prora, con su alegre candela,
me enciende en oro trémulo como a un dios tutelar;
y unos indios desnudos, con curiosa cautela,
van corriendo en la playa para verme pasar.
Apoyado en el remo avizoro el vacío,
y la luna prolonga mi silueta en el río;
me contemplan los cielos, y del agua al rumor
alzo tristes cantares en la noche perpleja,
y a la voz del bambuco que en la sombra se aleja,
la montaña responde con un vago clamor.
EL RELOJ
Con una incontrastable isocronía
canta el reloj las horas que transcurren,
y cual gnomos, por su armazonería,
como suspiros, rápidas, se escurren.
Quizá el tedio lo mata, y a porfía
las dos agujas del reloj, se aburren,
de estar marca que marca todo el día,
arcano idioma que ellas no discurren.
Mirado desde lejos, tiene aspecto
extraño y mitológico, de insecto
que ye correr la vida, indiferente;
y el péndulo, una lengua centelleante,
hiperbólicamente jadeante
que se mofa del tiempo eternamente.
SONETO DE GELASIA EN LA GALATEA
¿Quién dejará, del verde prado umbroso,
las frescas yerbas y las frescas fuentes?
¿Quién de seguir con pasos diligentes
la suelta liebre o jabalí cerdoso?
¿Quién, con el son amigo y sonoroso,
no detendrá las aves inocentes?
¿Quién, en las horas de la siesta, ardientes,
no buscará en las selvas el reposo,
por seguir los incendios, los temores,
los celos, iras, rabias, muertes, penas
del falso amor que tanto aflige al mundo?
Del campo son y han sido mis amores,
rosas son y jazmines mis cadenas,
libre nací, y en libertad me fundo.
CUANDO TORNAS, EXACTA, LA CABEZA
Decide mi dolor su sutileza
-oh larga soledad, vuelo perdido-
cuando tornas, exacta, la cabeza
a la tierra sin tierra del olvido.
Es, entonces, el charco mi tristeza,
y es el cielo tu nombre diluido…
y fugas de la boca, si te besa
desfallecida voz para mi oído.
En la mano no estás, y estas cogida
en la piel y en el hambre y en la entraña.
No te tengo, me tienes. Advertida,
la carne que te lleva, no te empaña,
y si apenas un sueño te convida,
te mueres extranjera, breve, extraña.
FORMA DEL ALTO Y CAÍDO CORAZÓN
Vilano, el corazón se desvanece
en pura altura de tu amado espanto,
ciega la flecha el manantial del llanto
y por tu rama el ruiseñor padece.
Ni agua ni voz... la mano que enloquece
por asirte, en la sima del quebranto
es piedra y es raíz, mas, entre tanto,
el corazón en vuelo desfallece.
Y mátame tu sueño, que al socaire
del sueño caigo, duro, acometido,
alta brisa del cielo desmedido.
Mátame el sueño y más allá del aire
de tu sueño, revuelan todavía
aves en desalada cetrería.
SONETO V
Al que ingrato me deja busco amante;
al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor hallo diamante
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquel, mi pundonor enojo;
de entre ambos modos infeliz me veo.
Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero ser violento empleo
que de quien no me quiere vil despojo.
LA CANCIÓN DEL PAJE
Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro
y contemplo caricias a hurgarme tiernas.
A tu ardor me figuras y subalternas
en la intención del alma que bien exploro,
y en el roce del cuerpo con el sonoro
y opulento artefacto que mal gobiernas.
Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
y refrenado y mudo finjo que ignoro,
para que si hay ultraje no lo disciernas.
Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
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