131 Sonetos
LOS QUE ESCUCHÁIS EN RIMAS EL DESVELO (CANCIONERO)
Los que escucháis en rimas el desvelo
del suspirar que al corazón nutriera
al primer yerro de la edad primera,
cuando era en parte otro del que hoy suelo;
del vario estilo con que hablo y celo,
entre el dolor y la esperanza huera,
de aquel que, porque amó, de Amor supiera,
no ya perdón, sino piedad anhelo.
Mas ya del vulgo veo cómo en boca
fábula fui gran tiempo en que a menudo
de mí mismo conmigo me sonrojo;
y que es el fruto que mi furia toca,
vergüenza porque entiendo ya y no dudo
que es breve sueño todo humano antojo.
MÚSICA DE SCHUBERT
Crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece a mis ahogos humo en fogata;
y del arpa desprendes la serenata
divinamente triste, como la luna.
Y del celo ardoroso despides una
fragancia de resina; y él te dilata
ojo que resplandece con luz de plata,
como en la sombra el vidrio de la laguna.
Mas tu marido llega, con su fortuna,
nos dice dos lisonjas, va por su bata,
y al dormido chicuelo besa en la cuna.
Y mientras que te tiñes en escarlata,
crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece a mis ahogos humo en fogata.
EL PENSADOR DE RODIN
Con el mentón caído sobre la mano ruda,
el Pensador se acuerda que es carne de la huesa,
carne fatal, delante del destino desnuda,
carne que odia la muerte, y tembló de belleza.
Y tembló de amor, toda su primavera ardiente,
ahora, al otoño, anégase de verdad y tristeza.
El "de morir tenemos" pasa sobre su frente,
en todo agudo bronce, cuando la noche empieza.
Y en la angustia, sus músculos se hienden, sufridores
cada surco en la carne se llena de terrores,
Se hiende, como la hoja de otoño, al Señor fuerte
que le llama en los bronces... Y no hay árbol torcido
de sol en la llanura, ni leòn de flanco herido,
crispados como este hombre que medita en la muerte.
A LA MANERA DE ANTAÑO
Gran hogar patriarcal lleno de nidos,
de muérdagos y rémoras felices;
un pan de sal para los días idos
y un pan de mar para los días grises.
La proa afronta contra la ola (heridos),
a los corsarios sobre cien países,
o andamos por la aldea atardecidos
tragando sol o cazando perdices.
Le invade de chacales la retórica,
pero yo echo la orinada histórica
sobre sus catres de metales blandos.
Y aunque toda la horda nos acosa,
medio a medio de los caminos, rosa
de humo y piedra, la tribu está brillando.
EL PENSAMIENTO OLVIDADO
Pensar en tu mirada y en mi olvido
dejando el pensamiento dilatado
a través de tus ojos, anegado
de su mismo vivir con tu sentido;
después mirar tu olvido que en mí asoma
como una rosa que al espacio diera
leve prolongación y luego fuera
la propia luz que toca con su aroma,
es entregarme a ti sin más denuedo
que la lucha del cuerpo contra el viento,
y contigo soñando estar tan quedo
como náufrago mar o vano intento:
porque ya que pensarte en mí no puedo,
dejo olvidado en ti mi pensamiento.
PENSANDO EN LO PASADO, DE MEDROSO
Pensando en lo pasado, de medroso,
hállome gran amor dentro en mi pecho;
bien sé que lo pasado ya es deshecho,
mas da el maginallo algún reposo.
De descansar estoy tan deseoso
que para reposar doquiera m'echo;
donde'spero descanso, allí es mi lecho,
aunque sea el descanso mentiroso.
Mas este descansar, siendo tan vano,
ha d'acabarse'n muy breve momento;
y el triste recordar está en la mano.
He de bolver a mi dolor temprano;
la cuenta de'sto es tal que no la cuento;
mas hallo lo que pierdo y lo que gano.
A GUILLERMO VALENCIA, SEÑOR DE BELALCÁZAR
Esos tus cuatro niños: Yo no he visto mejor
cuarteto; ni tampoco más dulce primavera
que tu amor, —cielo, donde tu bella compañera
es una estrella fija de poemas en flor.
Navega en los silencios del Castillo Interior
tu »manoir»: los paisajes dormidos en la austera
gracia del Cauca, vibran cuando vibra la noguera
del Puracé. Valencia, poeta cazador,
dueño de libros raros, y mejor todavía,
dueño de un hogar noble, dice tu poesía
del libro las penumbras, del amor la visión:
Ella y los cuatro niños: por eso tus poemas,
en vez de ser oscuros temerosos problemas,
son árboles dxchosos de suave promisión.
TU GARGANTA
El verano perdió su fuego externo;
y a la Iuz de la tarde postrimera
sonreía a tu enagua en la ribera
la displicente gracia del invierno.
Iba a velar contigo la primera
noche violeta de un país moderno,
el mar sonaba bajo el viento eterno,
la amplitud de su sorda carraspera.
Y como el mar en sus pueriles glosas
prolongara el mutismo de las cosas,
llenó el silencio, coma voz que encanta,
en el suave crepúsculo salino,
bajo tu copa de color marino,
el sonoro giu-giu de tu garganta.
DE MI VIDA
Prendido lo vi cuando estaba el carpintero
el nido trabajando con su agudo puñal
y era un ronco y constante picotear de acero
en el tronco astillante de la palma real.
Mecientes de las auras el soplo matinal
o en tierra ya las fibras del profundo agujero,
se las iba llevando en ci pico un jilguero
que en la copa tejiera su pequeño nidal.
Mi vida es como el árbol erguido y altanero;
devora sus entrañas un feroz carpintero,
alegra su ramaje un lírico jilguero.
Es el árbol del bien y es el árbol del mal;
el dolor sus reliquias ofrece al ideal
y resuena en la cumbre el cántico triunfal.
VIMOS EN JULIO OTRA SEMANA SANTA
Vimos en julio otra Semana Santa
atestada de ciertas cofradías,
que los soldados llaman compañías,
de quien el vulgo, no el inglés, se espanta.
Hubo de plumas muchedumbre tanta,
que en menos de catorce o quince días
volaron sus pigmeos y Golías,
y cayó su edificio por la planta.
Bramó el becerro, y púsoles en sarta;
tronó la tierra, oscurecióse el cielo,
amenazando una total ruina;
y al cabo, en Cádiz, con mesura harta,
ido ya el conde sin ningún recelo,
triunfando entró el gran duque de Medina.
Desde el 61 hasta el 70 de un total de 131 Sonetos