131 Sonetos
SONETO DE "LA GALATEA", LIBRO V, ERASTRO
Por ásperos caminos voy siguiendo
el fin dudoso de mi fantasía,
siempre en cerrada noche oscura y fría
las fuerzas de la vida consumiendo.
Y aunque morir me veo, no pretendo
salir un paso de la estrecha vía;
que en fe de la alta fe sin igual mía,
mayores miedos contrastar entiendo.
Mi fe es la luz que me señala el puerto
seguro a mi tormenta, y sola es ella
quien promete buen fin a mi viaje,
por más que el medio se me muestre incierto,
por más que el claro rayo de mi estrella
me encubra amor, y el cielo más me ultraje.
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
SONETO
Porque dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.
Porque en pos de otro mundo y de otras flores
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.
Yo vengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;
Que aunque cruel y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es ajena,
mejor es el sepulcro que la vida.
SONETO DE "LA GALATEA", LIBRO VI, LA GALATEA
Tanto cuanto el amor convida y llama
al alma con sus gustos de apariencia,
tanto más huye su mortal dolencia
quien sabe el nombre que le da la fama.
Y el pecho opuesto a su amorosa llama,
armado de una honesta resistencia,
poco puede empecerle su inclemencia,
poco su fuego y su rigor le inflama.
Segura está, quien nunca fue querida
ni supo querer bien, de aquella lengua
que en su deshonra se adelgaza y lima;
mas si el querer y el no querer da mengua,
¿en qué ejercicios pasará la vida
la que más que al vivir la honra estima?
SONETO DE "LA GITANILLA"
Cuando Preciosa el panderete toca,
y hiere el dulce son los aires vanos,
perlas son que derrama con las manos;
flores son que despide de la boca.
Suspensa el alma, y la cordura loca,
queda a los dulces actos sobrehumanos,
que, de limpios, de honestos y de sanos,
su fama al cielo levantado toca.
Colgadas del menor de sus cabellos
mil almas lleva, y a sus plantas tiene,
Amor, rendidas una y otra flecha.
Ciega y alumbra con sus soles bellos,
su imperio amor por ellos le mantiene,
y aún más grandezas de su ser sospecha.
SONETO
Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del pensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
vibra, del can en llamas encendido,
el dulce aroma y el color perdido,
sus hojas lleva el aura presurosa.
Así brilló un momento mi ventura
en alas del amor, y hermosa nube
fingí tal vez de gloria y de alegría.
Mas, ay, que el bien trocóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía.
ROMANCE BURLESCO DE DON PEDRO ALTAMIRANO
¡Noble señor hidalgo, don Pedro Altamirano,
de piel retinta y rudo bigote, General!
Sacad, don Pedro, el vuestro acero segoviano
que voy con vos, a muerte, el mi acero a cruzar!
A la luz de esta luna, mi señor de Altamirano,
veremos quién de entrambos consíguese matar.
¡Cielos! Que a poco me toca vuestra mano.
¡En guardia, que os ataco, mi señor General!
Fuimos en tiempos añejos, General, adversarios,
cuando vos tremolábais un pabellón corsario
y yo, por doña Elvira, hilaba un madrigal.
¡Ay, mi señor don Pedro! Si con ese pretexto
evocáis el lejano siglo décimo sexto
veredes presto agora cómo os voy a matar!
MATINAL
El letargo padece despertamientos;
palpita entre las frondas rumor de oleaje,
y una llovizna sueña desgreñamientos
de cristales sutiles, sobre el ramaje.
Como un orientalismo de ensoñamientos
la neblina recoge su tul de encaje.
¿Qué efervescencia pone sacudimientos
en la pereza rústica del paisaje?
Un trino cristalino lejano suena,
y Polimnia desflora su cantilena
en el glú-glú risueño de la fontana:
Febo guiña indeciso detrás del monte,
y explota en llamaradas el horizonte
al ósculo candente de la mañana.
SONETO AL ACERCARME A ITALIA
Llegué a los Alpes: mi alma ardía
al oír tu nombre: Italia, Italia mía.
Y al salir del corazón de la montaña
la tierra avizoré por la que mi alma tanto suspirara,
y reí, como quien gran premio conquistara,
y meditando en lo maravilloso de tu fama
el día contemplé hasta que lo marcaran heridas de llama
y el cielo turquesa fuera oro bruñido.
Los pinos ondeaban como cabellos de mujer
y en los huertos cada rama sarmentosa
se abría en copos de floreciente espuma.
Pero al saber que allá lejos en Roma
en cadenas injustas otro Pedro yacía
lloré de ver tierra tan bella.
SONETO DEL EMIGRADO
Cataluña hilandera y labradora,
viñedo y olivar, almendra pura,
Patria: rememorada arquitectura,
ciudad junto a la mar historiadora.
Ola de la pasión descubridora,
ola de la sirena y la aventura
- Mediterráneo - hirió tu singlatura
la nave del destierro con su proa.
Emigrado, la ceiba de los mayas
te dio su sombra grande y generosa
cuando buscaste arrimo ante sus playas.
Y al llegar a la Mesa del Consejo
nos diste el sabor noble de tu prosa
de sal latina y óleo y vino añejo.
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